Debo reconocer que tuve que recurrir al Diccionario de la Real Academia en búsqueda de una palabra que pudiera expresar lo que siento en estos momentos. Lo más cercano que llegué fue a “anonadado” y, a pesar de todo lo que implica, ni siquiera comienza a explicar mi sentimiento. Busqué “bochorno” e, igualmente quedé corto con sus definiciones, por lo que simple y llanamente, detuve mi búsqueda y trataré de expresarlo con más palabras de las que hubiera querido hacerlo.
Estamos ante el fin de un país tal como lo conocimos. Ya no cabe duda alguna del designio asolador del energúmeno que, en mala hora para la Patria, fue escogido para regir su destino. La destrucción es total, lenta pero segura, y de ella no se salva nada ni nadie. Personas, comercios, industrias, escoja usted, amigo lector lo que desee, son llevados por delante sin miramientos, atropellados, sometidos, vejados, ¡y nadie hace nada…!
Estamos ante el fin de un país tal como lo conocimos. Ya no cabe duda alguna del designio asolador del energúmeno que, en mala hora para la Patria, fue escogido para regir su destino. La destrucción es total, lenta pero segura, y de ella no se salva nada ni nadie. Personas, comercios, industrias, escoja usted, amigo lector lo que desee, son llevados por delante sin miramientos, atropellados, sometidos, vejados, ¡y nadie hace nada…!
Acabamos de presenciar la devaluación (en nada más ni nada menos que un 100%) de nuestra moneda, y lo único que surge, como respuesta de algún tipo, es una complicada formulación de los economistas sobre PIB, PNB, inflación, acceso al dólar, etc. que, si de por sí no es fácil de entender por parte de una clase educada y relativamente bien preparada, nada dice a los estratos más bajos de nuestra sociedad que raramente verán, ni mucho menos necesitarán, un dólar en sus manos. No son ellos los angustiados por el recorte de sus viajes a Miami, Aruba o Europa. Pero más grave aún resulta que, en medio de tantas elucubraciones, se obvie la explicación más sencilla: dinero para la campaña electoral. Dinero que es una exigencia vital para el régimen amebiásico que sufrimos todos los venezolanos, pues no confía, ni siquiera, en su nueva ley electoral, la alteración de las circunscripciones o las rectoras recién estrenadas.
Es vergonzoso oír las declaraciones de los tales Giordani y Cabezas: “hay que exportar y estas medidas son alicientes para ello”; “esto es en pro de la integración regional; no es solo comprar, vamos a venderles también”. ¿Y qué será lo que le vamos a vender y a quién? No dejó de aparecer una de las eminencias grises del desgobierno señalando que las medidas eran propicias para estimular la venta de cacao y café. ¿Producido en las unidades agrícolas colectivas? ¿Sabrán que el circo Tihany está en Caracas y buscan una “chambita” de payaso?
Dicho esto, y como primer punto, me hubiera gustado oír un pronunciamiento único de la tan cacareada “Mesa de la Unidad” que diera frente a esta mal disimulada barbaridad. Pero comprendo que es más importante el sacrificio que hacen escogiendo a los candidatos para las próximas elecciones legislativas en beneficio de este pueblo.
Es sabido que uno de los puntos clave en que apoya su fuerza un régimen de este tipo (véase Cuba, Nicaragua, etc.) es doblegando a la población con demostraciones de “fuerza”. Es así como parte del patrón franquiciado lo constituye la regulación de la electricidad y el agua. Quien haya pasado por Nicaragua durante el primer desgobierno de Ortega recordará los famosos días sin agua en que se llenaban las bañeras o poncheras el día antes para enfrentar los requerimientos del aseo y la alimentación, entre otros, del día siguiente. Y también recordarán los cortes diarios de electricidad de seis y más horas. Aún cuando desconozco personalmente el caso de Cuba, tengo entendido que es por los mismos niveles. Y así, nos llega la hora a este país de la “viveza criolla”, de los que “se las saben todas” y que no son, en realidad, más que un hatajo de pendejos vanidosos y llenos de sí mismos. Y, por supuesto, ¿cómo iba a ser diferente?, tampoco hay un pronunciamiento serio, estudiado por parte de aquellos que se sacrifican por nuestro bien porque en la Asamblea lograrán ser oídos y podrán poner al gobierno en su lugar…
Es cierto, el energúmeno embaucó como quiso a un “bravo pueblo” que se acostó a dormir sobre laureles ajenos, pero también lo han hecho, y con tan poca o menos vergüenza, “dirigentes” en quienes se había confiado y que creíamos que darían la cara cumpliendo su papel: dirigir al pueblo en contra de sus verdugos. Y no menos culpa tiene ese “bravo pueblo” que se asombra con lo que pasa a su alrededor pero no actúa al respecto y que sólo se hace sentir –exigiendo solidaridad- cuando lo suyo es tocado. Cantaba Atahualpa Yupanqui:
Las penas y las vaquitas,
Se van por la misma senda,
Las penas son de nosotros,
Las vaquitas son ajenas.
En Venezuela, las vaquitas son de nosotros y las penas son ajenas…
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