Ahora sabemos que fue ingenuidad, pensamos que el diálogo era posible. No fue así.

Tanto que te quise Caruaíto de mi vida. Fueron 15 años pisando tus gramitas, viendo como mi abuelita te convertía en un oasis de maticas, flores, cartelitos y detalles. Me acuerdo la primera vez que te vimos, eras un terrenito con potencial, la casa estaba bastante maltrecha y tenías pocas plantas para darnos cobijo, pero nos picaste cómplice el ojo, supimos que eras el lugar perfecto para que mis abuelitos vivieran el atardecer de colores que se merecían tras una larga estadía en este mundo. Te bautizaron “La Guachafita” porque así somos los Quintero, jodedorcitos, compinchosos, un clan. Pasé mil vacaciones contigo, me recorrí todas las playas que te quedaban cerca, los ríos, las montañas, viví mis necedades adolescentes y crecí refugiándome en tus tierras. Porque eso fuiste siempre para mí: un refugio, un remanso de paz, un escape de la urbe, de la vida, de todo. Ese era el papel que jugabas para mis abuelos y yo decidí pegarme en esa. Sí, supongo que ya te habrás dado cuenta de que te hablo en pasado, también debes estar aterrado con la quema y la tala que te desnudó. Y sé que tú también nos vas a extrañar, porque durante 15 años te dimos amor y cuidados que nos devolviste en frutos y verdes agradecidos. Lo siento muchísimo, nunca quisimos abandonarte, pero te mereces una explicación y te la voy a dar.

El 28 de febrero estaban Inés, Luis Gerónimo, Lucía, Victoria, Fredy e Ignacio en La Guachafita, tú sabes, de esas combinaciones que se daban sin que nadie avisara antes porque a esa casa entraban todos como río en conuco. La calidez de mis abuelos siempre lo permitió. De pronto vino Aníbal, el muchacho que te cuidaba junto a mi abuelos, a darnos el pitazo de que estaban invadiendo por la entrada. Ya había pasado antes y lo habíamos resuelto en paz y por la ley, todos tus papeles están en regla. Pero esta vez la cosa se veía peor. Llegaron decididos a talar y “limpiar el terreno”, cuando les preguntamos nos trataron groseramente y supimos que era el Consejo Comunal el que autorizaba el desatino. Fuimos ese mismo domingo a ver al presidente del Consejo, nos recibió tranquilo y nos dijo que no era su culpa, que la asamblea comunal había resuelto revisar tus papeles, pero que no se autorizaba la invasión en sí… Hicimos una cita para el martes siguiente, llevaríamos los documentos para que vieran que estabas en regla. Ahora sabemos que fue ingenuidad, pensamos que el diálogo era posible. No fue así. El pueblo de Caruao, esa gente con la que mis abuelos convivió en perfecta armonía durante 15 años, esa gente con quienes cantamos aguinaldos en las misas de gallo, esos niños a quienes mi abuelita llevó a pintar y les leyó cuentos, ESE pueblo, sin avisar, nos convirtió en el enemigo. Pasamos de ser los guachafitos a ser “terratenientes”, “oligarcas” y otro montón de cosas que no entendemos. Ellos se transformaron en “cimarrones”, “oprimidos” y “necesitados”. No nos dejaron hablar y los documentos fueron de paseo, ni les interesaba verlos. Qué irónico, pensar que si tu tierra no estaba mejor aprovechada, fue porque no había manera de conseguir mano de obra en la zona.

Así las cosas nos fuimos consternados de la reunión, mis abuelos estaban aterrados, no comprendían una palabra de lo que les estaba pasando. Durante esa semana terminaron de quemarte enterito, te talaron cada arbolito, te convirtieron en un desierto triste y mustio. Nosotros hablamos con el Gobernador de Vargas, con la policía y la Guardia Nacional. Al siguiente sábado pusimos la denuncia en la GN y el Gobernador mismito dio la orden de desalojo. Se apareció el mismísimo Procurador con un Comandante y toda una comisión de hombres armados a poner orden. Mandaron a llamar al Consejo Comunal y se apareció toda una poblada. No lograron llegar a nada, esa gente estaba enardecida, desesperada de ira, era terrible ver cómo nos habíamos convertido en el objetivo de tanta rabia. Ese día se apareció toda la familia a apoyarte. Nos fuimos bastante desesperanzados, pero decidimos darle un compás de tiempo a las autoridades que tanto apoyo nos estaban dando, para ver qué pasaba. El domingo en la tarde se complicó la cosa. Los invasores se aparecieron a hacer un sancocho y terminar de talar a punta de machete. Nosotros llamamos a la GN desesperados tratando de protegerte, llegaron en 40 minutos, echaron unos tiros al aire y se llevaron a uno preso por indocumentado. Tratar de poner orden y defenderte fué un detonante veloz, la gente se incendió de rabia, comenzaron a amenazarnos a gritos desde lejos. Luego un par de ellos se fue hasta la casa donde estaban sólo Antonio y mis abuelitos a decirles que si a las 9pm no habían soltado al detenido, lo pagábamos nosotros, quemarían la casa con todos adentro y si pasábamos por el pueblo quemaban el carro. Antonio nos llamó asustadísimo, y con toda razón. Arrancamos para allá en el acto, como te dije, los Quintero somos un clan unido. En el camino Carola nos avisó que en el pueblo había armado un zaperoco, que la poblada se quería meter a la casa y la policía trataba de pararlos. Hasta la policía estaba en pánico, no había pistola posible. Llegamos y todo se calmó cuando se le pidió a la GN que soltara al vándalo…no teníamos cómo protegernos. Fue muy triste, tuvimos que recoger lo que pudimos. Por primera vez en mi vida entera vi a mi abuelo llorar, mi abuelita devastada, mi mamá, toda la familia. Nunca pensamos que tendríamos que salir de tus tierras como refugiados de guerra, pero eso somos. Todos -ellos “los malos” y nosotros “los buenos”- somos TODOS víctimas de una situación que nos supera. De un gobierno al que se le fué de las manos la situación, se les fué de las manos su discurso de confrontación, que no logra aplicar la autoridad porque no han sabido dar el ejemplo. De una descomposición social que no para, que se algidece con el consumo de drogas y alcohol, con las promesas no cumplidas y con la ley del mínimo esfuerzo. Puedes creer que fuimos a la fiscalía a poner la denuncia y tanto la fiscal, como el procurador, como el comandante de la GN dijeron que no podían hacer nada… Sí, nosotros también estamos tristes, nos dolió en el alma despedirnos de tí. Sobre todo así, tan rápido, en apenas una semana acostumbrarse a la idea de no verte más. Pero tienes que entender que para nosotros lo importante es la vida de mis abuelos y con las cosas como están ya no puedes ser un hogar para ellos. Chao Caru. Chao para siempre. Tanto que te quise.


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