4/07/2011
Hay que decirlo con toda precisión: el problema central de la situación por la cual atraviesa este ex país no se constriñe al cáncer que declaró padecer el golpista-presidente (GP).
Una enfermedad no puede verse como algo extraordinario. De modo que el estado de salud de un mandatario es, en principio, un dato sin mayor significación y sólo se impone apelar a los mecanismos previstos para suplir las faltas del funcionario.
Pero en nuestro caso el asunto adquiere otra connotación: la enfermedad se toma desde un inicio como un objetivo al cual se le sacará el mayor provecho político.
Por esto hemos sostenido en otros trabajos que hubo una cuidadosa planificación de cada uno de los pasos que se daría para la obtención de los resultados programados.
Como puede verse partimos de la aceptación de que hay una enfermedad que se ha nombrado como cáncer. Pero a esta hora no importa si es exactamente esa dolencia o cualquiera otra. La atención debe ser colocada más bien en lo que está logrando el régimen venecubano con esta ‘circunstancia’.
Cuando el GP solicita a la Asamblea Nacional un permiso para ausentarse de este ex país por más de cinco días, está claro que estaba planteada la operación en Cuba y todo lo que seguía en el marco de la finalidad política que se perseguía.
En este sentido, no hay nada casual o imprevisto. Por ello conjuntamente con la operación arranca la campaña ‘¡Pa’ lante Comandante! Un programa destinado a intensificar el culto a la personalidad del GP.
La estadía en Cuba es otra cuestión fundamental. Algo aprobado por todas las instituciones incluyendo las fuerzas armadas. Esto se convirtió en algo indispensable por cuanto se procedería a ratificar la existencia real de Venecuba y a demostrar que esta parte de esa gran nación se puede gobernar desde la parte insular, La Habana.
De modo que la desaparición de la República fundada hace 200 años pasó a una mejor vida al ser incorporada a la unidad geo-politiquera de dos revoluciones, dos procesos en uno y con un solo gobierno. Estamos en presencia de un proyecto de fusión revolucionaria que se exhibe como invencible. Y se supone que ya rige la llamada ley de la defensa integral de la revolución.
Vistas las cosas de esta manera, queda claro que esto va más allá de la simple enfermedad. Y esto es lo que las oposiciones no parecen percibir.
Sólo así se explica que a esta hora, lejos de atacar el mal de fondo que es la existencia de Venecuba, se dedican todas a manifestar su preocupación por la salud del GP y a exigir el respeto de la constitución para que se designe a Jaua cono presidente encargado por la falta temporal del GP.
El régimen ni siquiera se da por enterado. Aquí rige el gobierno venecubano y es igual que el GP permanezca en Caracas o en La Habana. Y en lo formal, el GP fue autorizado a salir del país. Nadie le ha exigido legalmente que tiene que regresar.
El GP vendrá en su momento. Cuando ‘le de la gana’ dijo José Vicente Rangel o cuando lo tenga dispuesto el cronograma electoral.
La primera revisión de lo actuado, en esta operación cáncer, dice que el GP ha subido su caudal de votos en la medida en que ha crecido el fanatismo y el culto a la personalidad, a la vez que hay la más palmaria ausencia de una política que pueda enfrentar al GP.
Esto quiere decir en definitiva y conclusión que esta llamada revolución se dimensiona hoy jugando al cáncer revolucionario. Mientras prosigue el plan Venecuba, nuestras oposiciones están actuando sobre la base de que aquí existe una nacion supuestamente independiente, libre y soberana.
¡Qué historia, amigos!
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