25/08/2011
Poca gente quiere darse cuenta de la tragedia que vivimos. La política del avestruz es la única respuesta que se tiene a los gravísimos hechos de la corte de milagros que nos dicta y reglamenta la vida.
¿Será posible que gente que alguna vez cantó algo llamado “¡Gloria al bravo pueblo!” se entregue de la manera más vergonzosa, pusilánime y arrastrada a un triste golpista ¡cobarde! y a su entorno de imbéciles funcionales, en el cual su más “brillante” miembro tiene el valor de decir que comemos más y mejor –con la inflación más grande de América, por no ir allende los mares- por “la educación y la salud gratuita”?
Es obvio (para mí) que poco se podía esperar de golpistas ignaros disfrazados, en ocasiones, de saco y corbata (más de uno aún no sabe cómo hacerse el nudo); no es el golpismo consuetudinario la mejor manera de aprender el arte del estadista, ni siquiera del burócrata. Y si le añadimos al golpismo la cobardía, el resentimiento, la codicia y la más absoluta y total falta de moral y escrúpulos, el cocktail preparado es, simplemente, imbebible.
Por otra parte, un pueblo acostumbrado por estos golpistas (y no se confunda, Golpista Mayor, los únicos golpistas son ustedes hasta que los tribunales de ¿justicia? decidan otra cosa) a las dádivas y reparto de los fondos públicos (de TODOS los venezolanos) sin trabajar, sin cumplir una función más allá de hacerse presente en los anteriormente multitudinarios montajes preparados por la maquinaria goebbeliana del gobierno no puede ser un pueblo digno, útil, o un pueblo que tome acciones contra lo que cree que le favorece (mientras haya para las cervezas, el Kino, y se pueda jugar dominó, todo va bien en el mejor de los mundos. La generación Pangloss)
Para ponerle broche de oro a esta piñata incomprensible, tenemos que el grupo de personas cuya obligación sería la de buscarle alternativas a tal desastre tan solo tienen una visión electoralista del país y, aparte de su interminable discusión por cargos elegibles, se limita a solicitarle a un golpista reconocido y admitido que rectifique, dialogue y gobierne. ¿Y no es ese precisamente el problema? Una orden cuartelera no es “rectificable”; un golpista no “dialoga” (si lo hiciera no sería golpista) y ¿cómo puede gobernar un golpista? Sencillamente no sabe cómo y menos si se reúne con las mentes más incompetentes que en lo profesional ha parido la buena Patria…
Un gobierno en el cual un ministro de cultura era un veterinario (sin obra cultural conocida), de agricultura un sociólogo (sin experiencia en el campo), de salud un oficial militar (sin la más mínima preparación en el tema) , el presidente de la Asamblea un guerrillero de dudosa reputación como tal, y donde la corrupción y la impunidad son ingentes no puede –o no debería- llamarse a sí mismo “gobierno”. El nombre le queda inmenso…
¿Cómo es posible que en un país de gente preparada solo la hez profesional sea la llamada a dirigir sus destinos encabezada por un golpista cobarde, traidor, ignaro, patán, coprolálico (¡ay, Bello, en tu país!), mitómano, megalómano y, para más, enfermo de cáncer, y que el miedo haga celebrar sus astracanadas?
¿Es que la entrega del país a Cuba no les parece suficiente? ¿O la libre disposición de las reservas internacionales como garantía colateral para préstamos INNECESARIOS de tres potencias neo-imperialistas como China, Rusia y Brasil? Me imagino que en esto habrá funcionado la vieja “sabiduría” china: “Si no hay leal no hay lopa”… ¿O la cada día mayor escasez de bienes de consumo?¿O el incremento de las “expropiaciones”, verdaderos despojos que no cumplen ni siquiera con los requisitos de ley?¿O la impunidad de personajes como un tal Silva o un tal Nolia o, incluso, de funcionarios que aplican, por encima de la ley, los antojos del golpista?
¿De qué estamos hechos? ¿Solo reaccionamos cuando nos tocan el bolsillo? Murió Brito y hasta allí fue útil; ídem con la liberación de Peña Esclusa y Forero. Y somos tan infelices que dejamos pasar las cosas y no nos damos cuenta que todos y cada uno de estos hechos son simples globos de ensayo para ver hasta dónde aguantamos su bota y al ver la más absoluta falta de reacción nuestra, incrementa la fuerza de la pisada a voluntad. ¿Habrían tolerado nuestros padres o abuelos la presencia cubana en el país mandando y decidiendo por nosotros? Pero no, la mentalidad “negocista” se apoderó de nosotros y quedamos para dar, literalmente, asco a la comunidad internacional. ¿O es que esta nueva generación de “empresarios” ignora que cada “negocito” que beneficie a Cuba menoscaba la soberanía nacional? ¿o que tan grave es el delito de asesinato como el de vender al país alimentos vencidos o medicinas en mal estado? E ignoran olímpicamente que el daño que causan al país se lo causan a ellos mismos.
Pasada la euforia del dinero fácil, pocas serán las empresas serias de otros países que deseen entablar negocios con “empresarios” inescrupulosos, tracaleros y acostumbrados a las comisiones que, es estos momentos, se pueden dar el lujo de exigir y más serán los países que investigarán la procedencia de tales cantidades…
Cuando en el futuro no muy lejano alguien haga la exégesis del país, cambiará nuestro gentilicio. Ya no seremos venezolanos. Seremos tristes y meras avestruces…