12/08/2011
Muchas personas me han preguntado últimamente qué opino sobre lo que está pasando en nuestro mundo político, y qué veo de cara a las elecciones presidenciales. Como asesor y analista político he seguido de cerca a cada una de las elecciones presidenciales desde 1983, y he tenido el privilegio de poder examinar muy de cerca las dinámicas que rigen los procesos electorales. Evidentemente tengo mis opiniones al respecto.
Me preocupan enormemente aspectos claves de nuestro entorno político actual. Hace poco decidí plasmar mis inquietudes en un simple manifiesto, un llamado a la toma de consciencia, y a la acción. Ahora más que nunca los venezolanos necesitamos ver la cruda realidad de nuestro realpolitik y desenmascarar los mitos y las mentiras que lo encubren. Así que, como Diógenes con su linterna, busco a alguien que difunda la verdad que se esconde detrás de las apariencias, y que nos despierte mientras que todavía hay tiempo. Para comenzar, pensé en un aviso:
Se busca un hombre, o una mujer, una persona madura, sensata, valiente, que goce de un gran prestigio en la comunidad, con talla de estadista probado, capaz de articular con autoridad y de manera contundente una serie de planteamientos controversiales de la más absoluta trascendencia para las venideras elecciones. Puede ser, pero no es imprescindible que sea, un candidato a la presidencia, pero sí tiene que ser una persona de gran valor moral. Debe estar dispuesta a llevar a cabo un proceso y asumir con firmeza un papel protagónico frente al país, en los medios de comunicación, y decir, como osaba decir el niño en “El traje nuevo del Rey”, que el Rey está desnudo.
El fraude electoral – el último tabú
Venezuela es un país regido por tabúes. Aquí por ejemplo, desde hace varios años, pareciera que es tabú hablar de fraude electoral. Los pocos actores políticos que han osado afirmar, después de unas elecciones obviamente trampeadas, que se ha hecho fraude, se han convertido en parias políticos. Henry Ramos Allup, tan vilipendiado hoy en día (y con razón), tuvo sin embargo suficiente lucidez y coraje el 16 de agosto de 2004 para acusar el gobierno de fraude en el RR. Como consecuencia medio país, desde el gobierno hasta líderes y voceros de la oposición, le cayó encima. Nunca más habló de fraude. (De hecho, hoy su complicidad con el gobierno es harto reconocida: ver http://es.groups.yahoo.com/group/medicosdevenezuela/message/8434)
Voceros de Súmate en varias oportunidades tantearon el tema, y frente al oprobio, tanto de poderosos voceros del gobierno como de la oposición, terminaron callando. También Oswaldo Álvarez Paz y Pablo Medina, entre otros, acusaron al gobierno de manipular los resultados electorales, pero no encontraron eco dentro de la oposición, y quedaron marginados.
En breve, si uno quiere hacer política desde la oposición y mantener cierta credibilidad, parece que uno no puede, ni debe, hablar de fraude.
Está más que comprobado, sin embargo, que desde el 2004 el oficialismo emplea sistemáticamente en cada elección una vasta y variada gama de artilugios para manipular los resultados electorales a su favor. Los datos y las pruebas contenidas en el Informe DDHH ONU 2011 elaborado por ESDATA son más que elocuentes, son contundentes, y las evidencias irrebatibles en este sentido. Pero para la opinión pública en general, y hasta para los pocos medios de comunicación supuestamente independientes que nos quedan, es como si nunca existieran.
La conspiración del silencio
Vivimos entonces una especie de conspiración de silencio, impuesta por la férula de un gobierno que se sabe, desde el 2004, ilegítimo (ver Summary del informe de la International Statistical Review, por M. M. Febres Cordero y G. Márquez, publicado en diciembre, 2006: http://bit.ly/gFZela), y aupada desde los más altos niveles de un gran sector sedicente de la oposición, para callar cualquier acusación de fraude. Después de cada elección se habla de “anomalías”, de “irregularidades” y de “inconsistencias”. Pero nunca de fraude. Sin embargo, hoy día en el mundo entero, hasta en Irán, cuando gobiernos autoritarios roban elecciones, los ciudadanos indignados toman la calle y gritan ¡Fraude! Pero aquí no. A qué se debe esta extraña situación, y cuáles son las consecuencias para el país?
Por un lado, se puede sospechar que algunos prominentes dirigentes y voceros de la oposición están jugando el juego del gobierno. Existen indicios confiables de que por lo menos una campaña presidencial de oposición en los últimos años fue financiada en gran parte por el gobierno, con la condición de que el candidato y su equipo, después de sufrir la anticipada derrota, se abstuvieran de acusar el oficialismo de fraude. Es un hecho notorio que prominentes voceros opositores dieron declaraciones a la prensa nacional y extranjera, y emprendieron un ciclo de charlas a nivel internacional para convencer a diversos públicos que las elecciones habían sido absolutamente transparentes.
Los argumentos fraudulentos que sostienen la conspiración
Pero estas especulaciones son, al final, simples especulaciones. El hecho es que el pretexto que se usa, el argumento que se esgrime en círculos entendidos de la oposición donde se considera que el fraude es un hecho, es que no se puede hablar abiertamente de fraude porque si se supiera que los resultados electorales están manipuladas, los votantes dejarían de votar.
Este pretexto enmascara o una complicidad tácita con el gobierno, la de mantener el tema fraude fuera del léxico del venezolano, o refleja un frío cinismo que supone que un pequeño grupo de privilegiados puede saber la verdad, pero no pueden decírselo al gran público, ya que el juego consiste en llevarlos, cuan ganado, al matadero de las urnas año tras año.
Sin embargo, nuestra élite política, atrapada como está en un laberinto de mentiras, se ha olvidado de una verdad fundamental: el pueblo no es bruto, y no se le puede engañar a perpetuidad. La mayoría de los venezolanos intuyen ya desde hace tiempo que el sistema electoral es fraudulento. Ya en 2005, según un estudio de Datos, casi el 40% de los votantes creía que el uso de las capta huellas era para determinar cómo había votado cada elector. En 2004 la firma de encuestadores Zogby International determinó que el 53% de los venezolanos creían que el gobierno había cometido fraude para ganar el Referéndum Revocatorio (http://zogby.com/news/2004/12/14/venezuelans-see-their-country-as-unstable-and-risky-for-foreign-investors/)
Haz tu propia encuesta, en la calle, y te sorprenderá el grado de cinismo que existe alrededor del tema. La mayoría de la gente sospecha que las elecciones son amañadas. ¿Y por qué no? Si el gobierno tiene todas las facilidades para hacerlo, sin impedimento ninguno, ¿Porqué no lo haría? He preguntado a varios encuestadores si han indagado sobre la percepción del público en relación con el tema del fraude, y pareciera que los mismos encuestadores forman parte de esta conspiración de silencio, ya que simplemente no existen estudios serios sobre el tema.
Recientemente tuve una experiencia que ilustra perfectamente el grado de negación que en este sentido aqueja a nuestros formadores de opinión. Una conocida ONG nacional que aboga a favor de los DDHH decidió colocar en su página de Facebook (una de las más visitadas del país) una encuesta en la que se preguntaba si los lectores pensaban que el gobierno recurriría al fraude para asegurarse una victoria electoral en 2012. Claro que una encuesta así formulada no tiene ninguna validez estadística, ya que la muestra está conformada por personas altamente comprometidas con la defensa de los DDHH que pueden no son representativas de la población en general, pero fue interesante constatar que en menos de 12 horas, 410 personas contestaron que en su opinión el gobierno sí manipularía los resultados electorales; sólo 30 opinaron que no.
A fin de repetir el experimento en otro medio de comunicación, esta vez con un público cuyas opiniones fueran quizás menos uniformes, un amigo preguntó al editor de un prestigioso periódico en línea – que se presenta como “la clave de información, análisis y opinión para comprender a Venezuela”- si podría formular la misma pregunta en una encuesta en su medio. La respuesta fue un rotundo No. El editor calificó el mero hecho de querer preguntar sobre el tema como una actitud de “anti-política”, y basó su decisión de negar la encuesta en que “esto es lo que Chávez nos quiere hacer creer.” Curiosa lógica, ¿No es cierto? Es preferible, entonces, ignorar lo que piensa el público sobre el tema. Y es preferible, además, que los mismos lectores ignoren lo que otros lectores piensan! ¿Autocensura o Hermano Mayor? Los resultados son los mismos. El estalinismo periodístico en su más pura expresión.
En mi opinión este fraude moral perpetrado contra el votante ha contribuido en gran parte a la creación de un votante nunca conocido en Venezuela antes del 2004, el llamado Ni-Ni. Se supone que estos votantes no comulgan con el chavismo pero tampoco con la oposición. ¿Por qué será? Hay muchas teorías, y cada cuanto en la prensa se derrama mucha tinta en análisis y especulaciones. Se dice que sufren de anomia, desconfían de ambas bandas, no encuentran propuestas válidas o candidatos atractivos en la llamada oposición, o sencillamente no votan porque no les interesa la política.
La disonancia cognitiva, arma de destrucción masiva
Pero la teoría que más tiene sentido para algunos es que estos votantes sufren de disonancia cognitiva. El psicólogo Leo Festinger, autor de la teoría de la disonancia cognitiva, describe esta condición así: “El estado de tensión que se produce cuando una persona tiene dos pensamientos, creencias o sentimientos que considera importantes, y que están contrapuestos”. En nuestro caso, los votantes intuyen, sienten y por ende “saben” que el gobierno roba elecciones. El gobierno lo niega, por supuesto, lo que es de esperar. Para eso está.
Qué pasa sin embargo en la mente de este votante opositor cuando los voceros de ONGs y organizaciones políticas que a todas luces se oponen férreamente al gobierno (por ejemplo voceros del Grupo la Colina, de la MUD, asesores, técnicos, encuestadores, y hasta algunos pre-candidatos) también se suman al coro oficialista, y nos aseguran que, aunque tenga fallas, el CNE está cada día más transparente, que hay muy pocas posibilidades de fraude, que nuestro verdadero único enemigo es la abstención, y que si se defiende el voto en las mesas podremos triunfar en 2012.
Hablemos entonces de la abstención, nuestro sempiterno enemigo, según los analistas y voceros de la oposición. Uno podría preguntarse que si hay tantos votantes desilusionados – y los hay — con el sistema, ¿Por qué entonces tenemos una muy saludable tasa de participación en la votación, que hasta supera el 60% en las contiendas más reñidas?
La respuesta evidentemente está en la composición fraudulenta del REP, el cual contiene, según estimaciones bien fundadas (ver apéndice http://esdata.info/pdf/LOPE.pdf) un altísimo porcentaje, un mínimo de 20% y hasta un 30%, de votantes virtuales o fantasmas. Es cierto, entonces, que la verdadera abstención está muy por encima de lo que indican las cifras del CNE, pero la abstención oficial es baja porque millones de votantes “virtuales”, personas que no existen, pero que sí están inscritas, sí votan. La verdadera abstención podría bien superar el 50%, pero los votos virtuales hacen parecer que los venezolanos acuden a las urnas con entusiasmo y un gran sentido de responsabilidad cívica.
Es decir, la verdadera abstención opositora es altísima, mucho más de lo que reflejan las cifras oficiales. Pero dado el hecho que ningún vocero creíble de la oposición está dispuesto asignar la culpabilidad al CNE y la composición fraudulenta del REP como la fuente de votos virtuales, nos hacen creer que el oficialismo es mucho más fuerte de lo que es en realidad. Al no divulgar la verdad sobre el fraude sistémico (los multi-cedulados, el fraude electrónico, las máquinas de votación nunca auditadas, los votantes fantasmas) la oposición le hace el juego al gobierno y confunde el público, ya que con su doble discurso los mismos que claman contra la abstención son los responsables por ella. Es un círculo vicioso: cuando los discursos no cuadran, surge inevitablemente la disonancia cognitiva.
¿Qué podemos suponer cuando nos damos cuenta que las más prominentes figuras de la oposición repiten día tras día el mismo mensaje del gobierno? Supongo que muchos intuyen que gran parte de sus líderes les están mintiendo, y por ende no son confiables. Recuerdan que quienes prometieron en 2006 “cobrar el voto” nunca lo cobraron. ¿Porqué será distinta la situación la próxima vez? se preguntan. Quizás en ese momento simplemente dejarán de pensar, ya que la carga de disonancia cognitiva será demasiada pesada. Quizás en ese momento experimentarán un corto circuito mental y dejarán de creer en todos los políticos. Y prefieren no votar. Será que así nace el Ni-Ni.
Lo que nos depara el 2012
Corremos no el riesgo, sino la certeza, de repetir en el 2012 el mismo escenario de las elecciones presidenciales de 2006, donde encuestas altamente confiables (Penn & Schoen) proyectaban a cinco semanas del 3 de diciembre un empate técnico entre Hugo Chávez y Manuel Rosales, pero los resultados oficiales dieron al primero un margen de victoria inédito de 27 puntos, si no tratamos con transparencia y seriedad el tema del fraude electoral, y si no hacemos nada para contrarrestarlo.
Afirmar que no se debe hablar del fraude para no espantar a las ovejas es, en sí, un fraude cometido por nuestra élite política contra el pueblo venezolano. Equivale a decir que uno no debe hablar de los tiburones que nadan a la orilla de la playa porque no debemos espantar a los bañistas.
La conspiración del silencio está promovida conscientemente, con gran cinismo, por un pugno de cínicos y de oportunistas.
Los cínicos porque aparentan oponerse a Chávez, pero para muchos los odios son más fuertes que los deseos de cambio. Impedir a como dé lugar “que vuelvan los adecos”, por ejemplo, significa que es mejor aguantar unos años más de Chávez que correr el riesgo de que vuelva lo que para ellos era la pesadilla de la mal llamada IV República. Los oportunistas, porque donde hay dinero, y quien lo distribuye, habrá oportunidades. Estos dirán que el primer deber de un político o empresario es simplemente sobrevivir. O hasta prosperar, si posible. Si esto significa decir mentiras y recibir dinero del gobierno en cambio, el fin justifica los medios. El chantaje económico, en un país donde el gobierno controla la mayoría de la actividad económica, es un arma muy eficaz. Cuántos políticos, cuántos partidos, cuántos periódicos dependen de la partida secreta del gobierno para sobrevivir? La realidad es brutal. Nada nuevo bajo el sol.
La conspiración del silencio está promovida también, inconscientemente, por seres de buena voluntad actuando de buena fe, que confían en sus mentores políticos y no se dan cuenta del fraude moral cometido por ellos. Estos inocentes prefieren no investigar, indagar, ver la realidad en frente. Prefieren vivir en la negación, y hasta negar con vehemencia que lo están haciendo. La mentira, aunada a la disonancia cognitiva, son las armas más potentes de esta dictadura. Cuando no puede convencer con mentiras, compra consciencias y fabulistas de toda índole para confundirnos, neutralizarnos, volvernos miedosos y pasivos, y así aniquilarnos.
Un llamado a la acción
¿Quién tendrá el coraje político para denunciar este crimen contra los electores de este país? ¿Quién tendrá la valentía de decir en voz alta que el Rey está desnudo, que lo que reina en la Venezuela de hoy es el imperio de la mentira, en todos los sentidos; que vivimos en una dictadura singularmente única, una dictadura del siglo XXI, donde muchos de nuestros líderes políticos son nuestros propios verdugos políticos, envueltos en un siniestro juego donde sus oscuros intereses personales anulan el interés público.
Hay que comenzar con algo. Hay que hablar del tema. Hay que preguntar, investigar, exigir, y coordinar una campaña, una lucha por la verdad. Hay que reconocer el peligro que nos acecha, y sacar por fin el tema fraude electoral del armario. Y que caiga quien caiga en el proceso.
Debemos entender que sí podemos derrotar al dictador en las urnas en 2012, pero sólo si tomamos las precauciones necesarias, exigiendo transparencia en todos los pasos requeridos para llegar a las elecciones. Quienes se oponen a Chávez ya son mayoría, desde hace años! Las encuestas, casi todas, dejaron de reflejar la realidad del país hace muchos años. Acudiendo con confianza masivamente a las urnas y votando por el candidato opositor, sí podemos derrotarlo. Pero primero, para superar la anomia, la desconfianza y el derrotismo frutos de la disonancia cognitiva, tenemos todos el derecho y la responsabilidad de actuar y denunciar con firmeza el fraude.
Es un hecho indiscutible que el oficialismo tiene la capacidad de inventar de la nada una cantidad de votos virtuales que suman hasta un 30% de los votantes inscritos en el REP. Esto significa que la oposición, para superar el fraude, debe conseguir un mínimo de 65% de los votos. Una tarea hercúlea. Pero no imposible.
El proceso de cambio que debemos emprender comienza con una profunda toma de consciencia. Debemos entender que las apariencias engañan. Que gran parte de los líderes y voceros más prominentes de la oposición nos están mintiendo, consciente o inconscientemente. Que existe, dentro de nuestra siempre muy viva sociedad de cómplices, una conspiración de silencio cuyo propósito es mantener a como dé lugar el estatus quo que beneficia tanto al gobierno como a grandes sectores de quienes dicen oponerse al gobierno. Y recordemos que no sólo la oposición sufre las consecuencias del fraude electoral y la conspiración de silencio. Importantes corrientes políticas dentro del mismo chavismo son marginadas electoralmente por las manipulaciones electorales de su líder.
En muchos países que han sufrido la violencia política bajo regímenes autoritarios, en África y los países de Europa oriental, la antigua Yugoslavia, los nuevos gobiernos emergentes han creado comisiones de la verdad para que se descubran y se asignen responsabilidades por delitos cometidos durante estas dictaduras, y para ayudar a conciliar el pasado con el presente. Reconocen que no se puede crear bases sólidas para un nuevo país sobre cimientos fracturados por mentiras, rencores, recelos, y desconfianza mutua.
En estos tiempos, cuando existe desconfianza sobre quién es quién, Venezuela necesita una Comisión de la Verdad y de la Reconciliación, en materia electoral, pero antes de las elecciones. De no hacerlo, repetiremos sin ninguna duda las tristes experiencias del pasado.
De no hacerlo, enfrentaremos la venidera contienda electoral con los ojos otra vez vendados, convencidos otra vez por nuestra clase política que la victoria está a la vuelta de la esquina, y perderemos de nuevo. Y de ahí en adelante dejarán de existir las condiciones para un cambio de gobierno pacífico e institucional.
¿Quién tendrá el valor de enfrentar la conspiración de silencio, abrir la caja de Pandora de la mentira, y hablar en voz alta sobre un tema que está en la mente de todos, pero que muy pocos se atreven a abordar? ¿Quién tendrá la visión y la lucidez para entender que nunca podremos reconstruir este país sobre una base de mentiras? ¿Quién nos recordará que el fin no puede justifica los medios?
Que llegue rápido. No nos queda mucho tiempo más.
“Este escrito sobre el Fraude Electoral en Venezuela, fue redactado por un conocido asesor electoral y analista político, en colaboración con el consejo directivo de la web del FRENTE PATRIÓTICO y prestigiosas personalidades conocedoras de la materia, quienes nos han autorizados para publicarlo sin su nombre.