30/08/2011
Desde ayer he leído mil y una nota sobre esta fecha, y por alguna razón y a modo de catarsis dejaré que mis palabras hablen por sí solas.
A través de una red social conocí el caso de un agricultor, que tras de mucha historia de agotar toda vía de reclamo, de 7 años de lucha y 6 huelgas de hambre, se encontraba en la séptima a las puertas del edificio sede de la OEA en Las Mercedes, Caracas.
Desde ese primer momento en noviembre de 2009, quede profundamente tocada por la racionalidad y convicción con la que asumió la decisión de exponer su cuerpo como arma para su denuncia, por demas justa. Y no es un contrasentido hablar de racionalidad, su razón no era monetaria, para asombro de unos e incredulidad de otros, sus razones eran la Justicia, la Dignidad y los Valores que debía heredarle a sus hijos para luchar por aquello que va mas allá de lo económico. Ninguna de dichas razones las consideraba negociables, como lo comprobó en propia persona el "sr" Juan Carlos Loyo, entonces máxima autoridad del Inti, al ver sorpresivamente truncados sus deshumanas intenciones de sobornar aquella protesta.
Lo cierto es que mas allá del triste final de una historia plagada de abuso de poder y aplastante miseria humana por parte sus opresores, es oportuno hoy recordar que jamás salió de su boca una palabra no cumplida, un insulto o descalificación, su arma, la única, era la seguridad de saberse asistido por la razón y el derecho.
Transmitido su espíritu de lucha a sus familiares y amigos, contrario a lo que muchos piensan, no había poder humano capaz de convencer a aquella alma de desistir de un final, que confiaba no habría de llegar. Dejando a quienes le rodearon en el duro predicamento de ayudar o hacerse a un lado.
Y todo cuanto se hizo, desde lo mas simple, todo, nacería del contagio de su razón y discurso, -vaya que sus palabras y su razonamientos no tenían enmendaduras, hablaba y con base, aun en sus criticas condiciones- de ahí que, a aquellos a los que toco su lucha se hicieron presentes, unos para lavar su ropa y la de Elena, otros para llevar sueros, agua, una tv portatil, omeprazol, una almohada, un toldo y todo cuanto había en ese huequito de la OEA y luego en el Hospital Militar, el que le hizo papagayos, el que ayudaba a montar sus videos de denuncia, el portero del edificio que secretamente les cuidaba sus documentos y pertenencias, y hasta una extraña navidad de esperanzas rotas compartió gustoso, la que defendió, dio a conocer y documentó su caso en su blog y twitter, los que acompañaron en vigilia noche a noche, el que le dedico caricaturas, los que le cantaron villancicos, el periodista atento y conmovido por su historia. Y en fin, muchos que hoy por hoy, tras un año, no podemos evitar tener el alma triste y el corazón roto por hacer memoria de tantas y tantas crueldades, (la mayoría todavía desconocidas), y por el final que no debió ser.
¡Personas y amigos invaluables!
Y a quienes nunca entendieron el por que el apego, fue ese justamente, el no tener que explicar largamente a alguien el por qué hablar de moral y de dignidad, no tendría por que ser como hablar de algo tan pasado de moda como la dote matrimonial, y la coincidencia de actuar, pero de verdad, conforme a lo que se piensa. Y esa incomprensión es parte del problema de fondo, tal como lo veo. En la soledad de sus razones, la incomprensión de los venezolanos reinó.
Finalmente, a ese espíritu grande, noble e indoblegable que no esperé tener el privilegio de conocer, le estaré eternamente agradecida. Me regalo la esperanza de saber que aun existe en este mundo incrédulo y corrompido, la bandera de la dignidad, de lo moral, de lo justo. Y si antes teníamos sobradas razones, después de él, lo mínimo que podemos hacer para honrar su memoria es rescatar esos valores en desuso y caminar por la vida conforme a ellos, sin bajar la cabeza ni transarlos por comodidades transitorias.
A su esposa e hijos, la justicia llegará. Juan Carlos Figarella, Maria Mercedes Berthé, Lenin Fernandez Duarte, Earle Siso, Juan Carlos Loyo, Ma. Gabriela Ramirez, Luisa Ortega Diaz y Hugo Chavez Frías tienen una inestimable deuda con la familia Brito. Pueda que Franklin les haya perdonado, pero yo ruego que les alcance la vida para pagar en su justa medida todo lo hecho.
Y a su voluntad, concluyo con la cita de cierre de sus misivas y escritos:
"Los seres humanos nacen libres e iguales. La esclavitud y la desigualdad, en todo el mundo, no se deben, jamás, a que los gobernantes sean demasiado poderosos o imponentes, sino a que los gobernados se rinden". Liu Xiaobo.
De haber mas ciudadanos de su estirpe, Venezuela sería otra.
Eternamente agradecida señor Franklin...