11/9/11
¿Qué razón geográfica, demográfica o estadística justifica que los primeros empadronados en el Censo 2011 sean precisamente los gobernadores y precandidatos a las primarias de la llamada oposición?
Si fuera un Censo de verdad, se supone que habría una programación territorial que en algún momento llegaría a sus casas, que ni siquiera tendría que saberse que son las de ellos y, como cualquier mayor de quince años puede responder, ni siquiera tendrían que contestar nada personalmente.
Pero eso sería tomarse las cosas en serio. En la vida real, el coordinador del Censo se adelantó a declarar que algunos no habían sido censados al parecer “porque no se encontraban”. O sea, que los estaban buscando. ¿Por qué identificarlos con nombre y apellido e incluso el cargo, si el Censo no exige identificación de nadie?
Para cualquiera sería evidente la emboscada política, excepto para los encuestados, que terminaron haciendo el papel que se quería que hicieran: cantar loas al Censo e incitar a la población de sus regiones a participar, para que les asignen un situado que es constitucional.
Ninguno advirtió la paradoja de ser líderes de la oposición y alinearse al mismo tiempo con un programa político del régimen sobre el que existen sobradas y bien justificadas sospechas, ninguno manifestó dudas sobre la legalidad del proceso, ni mencionó a los cubanos que desaparecieron mágicamente bajo la alfombra.
El dilema que se les planteó es entre hacerse un Harakiri político ante su potencial auditorio “opositor” o denunciar al Censo, que es como ponerse en actitud subversiva, propia de ultra radicales, que ellos odian más que el mismo gobierno.
En verdad, es un falso dilema, porque todo el mundo sabe que la delgada cornisa por dónde caminan es el filo de la navaja del colaboracionismo y la convalidación. Pero ya tienen su ruta trazada y nada ni nadie va a sacarlos de allí.
Sus partidarios tienen la opción de creerles a pié juntillas (hay gente así); o bien pensar que sus candidatos en realidad saben que el Censo es otra trampa, ni mejor ni peor que las demás, que deben sortear para llegar a la meta del 2012, aquella tierra prometida donde el sol brillará sobre las tinieblas y todo será gozo y felicidad.
Los primeros prefiguran casos de patética indefensión, de los que está lleno el país; los segundos entran en el plano del doble discurso, de esa extraña atmósfera que ha creado el régimen donde nada es lo que es, todo tiene su tergiversación al lado, el discurso del “yo sé que eso es así; pero tengo que decir lo contrario”.
Que ignorar la realidad no nos libra de ella, es una verdad ciertamente dolorosa; pero la consecuencia del autoengaño es mucho peor, es perder la conciencia.
NOTICIAS DEL IMPERIO
La Embajada de los Estados Unidos muestra una preocupación por sus ciudadanos que evidentemente no tienen los precandidatos de la oposición por los suyos.
Mediante un memo calificado de emergencia, sugiere una serie de medidas que serían una excelente respuesta para las preguntas más frecuentes que hace la gente de cómo enfrentar la contingencia de un censor tocando a su puerta.
Advierte la Embajada que estas entrevistas pueden proveer a criminales de la oportunidad para, a guisa de censores, acceder a las residencias. Dejando claro previamente que la gente puede elegir participar o no, que no hay sanciones para quienes decidan no participar, que no pueden requerirse documentos de identidad o de la propiedad, si se elije participar, entonces la embajada recomienda utilizar algunas prácticas de seguridad.
Que incluyen las siguientes: si la familia no está en casa, instruir al servicio domestico para que no abra la puerta ni conteste a ningún censor. Mantener las puertas cerradas todo el tiempo, se esté o no en casa. Si alguien toca, no abrir inmediatamente. Ver por el ojo mágico y hablar a través de la puerta. Solo abrir la puerta a conocidos. Asegurarse de que el teléfono funciona. Utilizar sistemas de alarma residenciales. Tener disponible el número de emergencia de la Embajada.
Todas medidas sensatas, prácticas, fáciles de entender y aplicar; pero se convierten en sorprendentes porque nadie se ocupe de ilustrar en el mismo sentido a los ciudadanos venezolanos que estamos probabilísticamente más expuestos al peligro.
Al contrario, frente a la abusiva y manipuladora propaganda oficial, la oposición hace coro y la hegemonía comunicacional de ambos silencia cualquier observación, crítica o reserva, incluso legales y de sentido común, que se le hagan al Censo, bajo la premisa de que lo que se ignora, no existe.
La banalización va desde argumentos como que censos se hacen en todos los países del mundo; son una exigencia de la Naciones Unidas; siempre se hicieron antes y casi con las mismas preguntas; es necesario para la planificación del país, etcétera.
Exactamente igual que cuando se critica al CNE o se denuncia el fraude continuado se responde: siempre hubo fraudes en este país y nadie decía nada; en todos los países se hacen elecciones e igual la gente se queja; no se puede minar la confianza en el voto; es criminal promover la abstención.
En el fondo, las razones que llevan a no criticar al sistema electoral son las mismas que impiden criticar al Censo: no menoscabar la confianza del público en las instituciones; con el agravante de que nosotros mañana le vamos a poner la mano al coroto y nos tocará administrarlo todo, será nuestra la magna latrocinia.
Así, la oposición no se opone a las cadenas como una violación masiva de derechos humanos sino que reclama participar en ellas; no le parece malo el control de cambios, sino que aspiran apropiarse de los dólares; los abusos y atropellos del SENIAT no los altera porque, qué importa un comerciante menos aquí o allá, si mañana seremos gobierno y por allí es que se chupan los reales y otro etcétera.
En este contexto, a quién le puede preocupar un piche Censo, manque sea cubano.
RESPUESTAS SIN PREGUNTAS
En una suerte de tormenta de ideas pueden ensayarse respuestas a preguntas esenciales, que no fueron formuladas en el instructivo divulgado por el régimen.
Como por ejemplo: ¿Para qué sirve efectivamente el Censo? ¿A quién o qué estarán buscando, realmente? ¿Cuál es el verdadero negocio? ¿Quién estará sacando provecho de esto?
Las respuestas pueden ir desde comprar más de 20.000 aparaticos que después no van a servir para nada; ahora resulta que el Censo costó más que el Plan Marshall; una chambita ahí pa’ los panas, ¡tantos como los botados de PDVSA! No quieren ubicar a todo el mundo, sino sólo a unos cuantos “objetivos”; patente de corso para averiguar, presionar, invadir privacidades; porque ¿quién controla a los colectivos? En resumen, sigue funcionando la intimidación y la indefensión como un leitmotiv.
Una señora escribe por Internet una carta exultante porque pasó el Censo, fue rapidito y ni siquiera le dolió. La entrevista fue un mateo, respondió lo que quiso y hasta hizo chistes con lo de la raza.
Pero debería concederse aunque sea el beneficio de la duda. Como en el caso de las maquinitas de votación, una vez que se le da “send” al dispositivo de captura de datos nadie sabe, ni siquiera el censor, para dónde va eso, ni qué es lo que va. A lo mejor de 82 preguntas sólo interesan 2 y lo demás es gamelote.
Concédanos que la CANTV está controlada por cubanos; que se le niega acceso a los venezolanos al sistema satelital; existe el cable de fibra óptica; pueden cruzar su data con la de registros y notarias, con el sistema de identificación y extranjería, todo convergiendo en la llamada Universidad de Ciencias Informáticas, en Cuba.
Así, una consecuencia inevitable de la banalización es que lleva a algunas personas a jugar ingenuamente con el lobo porque dizque es mansito. Podrá discutirse si la mayoría de la población va a seguir o no a la oposición en su actitud despreocupada y risueña; pero no que quien lo haga se expone a riesgos imposibles de calcular.
Si sólo nos atenemos a la experiencia reciente, veremos que esta gente es Kadafista de verdad, verdad. Kadafy no es peor que Castro y los de aquí los tienen a ambos de inspiración, como modelos a seguir.
El Censo de la oposición podría tener como epígrafe: “Lo que se ve, no se pregunta; lo que se pregunta, no es lo que se ve”.