14/09/2011
Me reconforta saber que cumplí con mi deber y adversé la intromisión médica cubana
Doce años han sido para este régimen, unos de zafra de los hospitales públicos: han secado su savia. Con saña han destruido, porque la maldad es incapaz, la envidia asesina y construir es talento. No sólo nuestro Presidente y sus secuaces han odiado a los médicos venezolanos sino que en su afán de acabarlos ha destruido la esperanza de los pacientes; total, a pesar de los gobiernos siempre hemos enjugado sus lágrimas. No recordamos que haya visitado mi hospital. Hasta el dictador de La Mulera, ignorante pero nacionalista, reconocía el intelecto. Teniendo una hija enferma, a despecho que sabía que la familia Tejera le adversaba, mandó llamar al joven doctor Enrique Tejera, famoso por sus diagnósticos para que la atendiera. Al entrar, Gómez se levantó para expresar el respeto que tenía por los médicos.
Cumplo cincuenta años de graduado de médico con amargo sabor en el alma, con profunda sensación de asco por los actores del proceso que destruyeron mi hospital al que dediqué mi vida y mis mejores esfuerzos, y con él, a la medicina nacional. Me dejé enseñar, aprendí, enseñé y formé escuela. Miles de médicos llevan en sus corazones impronta de mis enseñanzas. Me reconforta saber que cumplí con mi deber y adversé desde sus inicios la intromisión médica cubana destructora de la soberanía de la salud, traída por un régimen traidor a la patria. La generación de relevo emigra, nos imponen médicos de bajo nivel, se acabaron los postgrados, no hay quirófanos, terapias neonatales ni intensivas… Se ha pisoteado el fundamento ético de nuestro oficio.
Sin embargo, celebraré el privilegio de haber llegado a la meta de este largo maratón, con un segundo aire y dispuesto para otro, con energía, salud e ilusión, resistiendo el desánimo y la frustración.