07/02/12
La Cátedra Pío Tamayo de la UCV formula esta pregunta provocadora con el fin de continuar el debate que ha planteado acerca de la vía electoral como salida de la actual crisis política, institucional y moral que atraviesa el país, sin duda la más grave y profunda de toda su existencia republicana.
Habemus Primarias.
Lo primero que destaca es su carácter oficial. Incluso se habla de cierre de escuelas, antes y después. Esto le da un extraño carácter de Estado a un evento, en principio, privado. En Venezuela las primarias no son novedad y los partidos las han usado muchas veces para escoger sus candidatos; pero siempre fue un asunto interno de ellos. Se mantuvo una conveniente separación entre el partido y el Estado, algo que ahora tiende a desaparecer.
Lo segundo, en la misma dirección, es la participación del CNE. El mensaje parece ser: “A espaldas del régimen, nada”. La oposición muestra sus cartas y pone todo su registro en manos del régimen. No de un modo inconsciente, como alguna gente cree que ocurrió con la llamada lista Tascón. Ahora la oposición pone en manos de un régimen sin escrúpulos su lista de militantes, simpatizantes y amigos, sin preguntar por su suerte.
Pero más importante que lo que autorizan con las primarias es lo que prohíben: No hay más oposición que esa oposición; no hay más candidato que ese candidato. (Siempre se podrá decir que la cosa no es tan así: Ya hay al menos un candidato en la calle, fuera de la MUD, Juan Carlos Sosa Azpúrua, y nada descarta que aparezcan 14 más, incluso auspiciados por el gobierno, para “dividir” a la oposición, dispersar los votos y hacer creíble el fraude.)
La cuestión es que todo el esfuerzo político y comunicacional, a partir de ese momento, estará dirigido a imponer una sola voz, una sola opción, un solo mensaje. La oposición renuncia al pluralismo como valor. Ya no se aprecia la diversidad, ni de ella surge la verdad. Ahora el valor máximo es “la unidad”, cualquier disidencia es criminalizada, por este camino tortuoso la oposición se ha vuelto tan totalitaria como el régimen.
Todo el que no sea ella queda afuera, los demás no existen. La negación del otro es la fatalidad que vuelve a todo socialismo aniquilador, a la unidad total un mito excluyente.
LOS NUEVOS VIEJOS
¿Comenzó una nueva forma de hacer política? Es la segunda pregunta de la CPT, no menos provocadora que la primera. La respuesta fácil es NO. Es más de lo mismo. Circulación de élites o de “cogollos” en el lenguaje juanbimbérico. Negociación, connivencia. La vieja “sociedad de cómplices” que sería la única fórmula para que este país se alejara de las guerras civiles para entrar en alguna suerte de modus vivendi.
Un líder adeco nos dice que su mejor escenario es que Chávez gane pero “por poquito”. Eso garantiza que tendrá que negociar, repartir, la muy conocida “conchupancia”.
Realmente no pueden, no quieren o no se atreven a derrocar al tirano; prefieren convivir con él en una suerte de matrimonio morganático en el que es imposible determinar quien es más indigno.
De manera que lo que sigue es una “colección de incertidumbres”: ¡Dos docenas de preguntas hace la Cátedra! Y otras que no hace pero están allí, como si el tipo vive o no, si llega a las elecciones o no, y si llega, cómo llega y hasta cuándo.
Por el otro lado, Pablo Pérez o Capriles Radonsky. Precisamente los precandidatos que nunca vinieron a debatir en la CPT. (Todos los que si vinieron ya salieron del juego.) Gobiernan grandes estados en territorio, población y poder económico, Zulia y Miranda.
Es imposible no mencionar que representan la imposición del control burocrático, resumido en ese Deus absconditus del clientelismo venezolano: presupuesto y nómina.
La vieja política gravita en torno a Pablo Pérez; pero ¿en qué cabeza cabe que pueda hacer algo distinto a lo que ya hizo su jefe, Manuel Rosales? Nunca lo contradijo, jamás rectificó ni un milímetro, luego, es forzoso concluir que esa es su posición. Si se le preguntara seguramente diría que la posición de Rosales en 2006 “es” la posición.
Siendo el candidato de AD-COPEI le cabe cómodamente el san Benito: ¡No volverán! Del otro lado, ¿existe una verdadera opción de poder emergente? Insólitamente, las huestes de Rosales ahora descubren que Leopoldo López y Capriles Radonsky ¡son de derecha! Ni hablar de lo que no hay que hablar: Diego Arria o María Corina Machado.
Teodoro Petkoff ha tenido las bolas de atribuirle a Pablo Pérez un “perfil de clase” que lo hace preferible a los otros que, obviamente, tendrían un “perfil de clase” negativo. Esta oportunista alusión a “la clase” pulsa ciertas fibras sensibles de cierta izquierda troglodita, como la enquistada en el CNE y el resto del gobierno.
El caso es que Capriles Radonsky se ve ganador en Caracas y sus alrededores, donde nunca pudo penetrar Pablo Pérez (como sí lo hizo Rosales de la mano de Petkoff y Borges); pero confiar en esto es ignorar el increíble trapisondismo de la vieja política.
Los votos no saldrán solo del Zulia y los estados andinos, también vendrán de Margarita y Monagas, de Guasdalito a Isla de Cocos, entonces se verá para qué sirve la maquinaria y la ayudita de los aliados “de clase” del CNE.
Pero después del 12F no estaremos en un mundo perfecto, con un candidato oficialista y otro de la oposición oficial. Porque si fuera cierto que hay fuerzas políticas emergentes representadas en los otros candidatos, el factor incertidumbre es: ¿Qué harán entonces?
Y el otro, nada despreciable es: ¿Qué haremos los que no estamos con el gobierno ni con esa oposición?