15/03/12
Piénsalo bien. Un desconocido toca el timbre de la casa. Se identifica con un distintivo que lo acredita como entrevistador de una conocida empresa de investigación de opinión pública. Te dice que te quiere hacer unas preguntas sobre la actualidad política y social. Y te pregunta, entre otras, qué opinas de Hugo Chávez. Que si piensas votar por él en octubre. Que si ha hecho una buena o mala labor como gobernante. ¿Qué le dices?
Según los encuestadores en Venezuela, le vas a decir la verdad. No conoces a ese señor, pero según quienes manejan la gran industria que supuestamente nos dibujan qué piensan y cómo se comportan los venezolanos, le vas a decir con toda honestidad lo que piensas del gobierno y del presidente. No importa que el presidente sea un dictador de facto, que haya brutalmente despedido, por serle políticamente desleal, a la mitad de la nómina de la principal empresa del estado, no importa que su policía política intervenga llamadas telefónicas y correos electrónicos, que vigile no solamente a la población opositora sino también a sus propios empleados públicos, que la consigna mil veces repetida por los jerarcas de su partido sea que no se tolerará ninguna “traición” hacía la causa revolucionaria. Nada de eso te importará a ti, por que tú te sientes libre para compartir con un desconocido que te toca la puerta tus más íntimas convicciones políticas.
Es posible que los empresarios fabricantes de opinión pública en Venezuela crean en esta absurda ficción, pero no todo el mundo es tan ingenuo, o cínico, según el caso. En agosto de 2006 llegó al país el veterano encuestador norteamericano Douglas Schoen, de la empresa Penn & Schoen, que fue contratada por la campaña de Manuel Rosales para llevar a cabo sus encuestas.
Yo conocía a Doug desde hace muchos años, y también trabajaba en esa campaña. A la semana me confesó que según había palpado del zeitgeist político y social, iba a ser imposible sacar conclusiones válidas a partir de una encuesta ejecutada según los patrones tradicionales de la industria.
“Aquí todo el mundo se cuida de decir lo que piensa. En los restaurantes la gente baja la voz cuando habla de política, nadie dice nada por teléfono. ¿Cómo carajo entonces puedes esperar que el hombre de a pie, el empleado público, una persona que depende de una u otra misión del gobierno, te va a decir la verdad sobre lo que piensa?”
Schoen siguió adelante con la encuesta que le habían encomendado para el mes de agosto, una encuesta tradicional, con entrevistas de puerta en puerta, empleando la misma metodología que han utilizado las empresas encuestadoras en Venezuela durante cuatro décadas. Sin embargo, para comprobar la veracidad de su hipótesis, diseñó un esquema de encuesta novedoso que nunca se había ejecutado en Venezuela. Basándose en proyecciones demográficas a partir del censo 2000, identificó 200 puntos precisos en lugares públicos (paradas de autobuses, bocas de metro, esquinas, plazas, entradas a barrios) a través del territorio nacional que reflejaban una especie de corte transversal de la sociedad venezolana y en cada punto desplegó un entrevistador cuya tarea era la de hacerle una muy corta entrevista a 10 personas. Sin entrar en una descripción detallada de la metodología utilizada, basta decir que la diferencia principal entre las dos encuestas – que fueron hechas el mismo día, con el mismo cuestionario – era que una dejaba plenamente identificado el encuestado (la encuesta de hogares) y la otra era auto-administrada (el encuestado llenaba él mismo el cuestionario) y de carácter anónimo (el encuestado depositaba el cuestionario directamente en una urna dentro de un morral que llevaba el entrevistador).
Schoen utilizó estas dos metodologías para hacer cuatro encuestas con trabajos de campo simultáneos, dos un mismo domingo a finales de agosto, y dos un mismo domingo a finales de octubre. En ambos casos las encuestas demostraban un sesgo de 14 puntos a favor de Chávez en las encuestas de hogares. Es decir que en agosto la encuesta de hogares demostró que Chávez gozaba de una ventaja de 27 puntos sobre su contrincante, mientras que la encuesta del morral le daba una ventaja de 13 puntos. Dos meses después, a seis semanas de las elecciones, la encuesta de hogares le daba una ventaja de 20 puntos frente a Rosales, mientras que la encuesta del morral le daba sólo una ventaja de 6 puntos…
Los resultados de esta encuesta paralela nunca fueron divulgados al público, pero eran del conocimiento de toda la plana mayor de la campaña de Rosales. Y Schoen había comprobado su tésis. Existe una enorme brecha entre lo que la gente está pensando y lo que está dispuesto a compartir con un extraño.,Schoen llamó a esta brecha el ”Fear Factor” – el Factor Miedo- .
En 2006 el Factor Miedo era de 14 puntos. ¿Cuál será en 2012?