24/4/12
Después de oír al Coronel y abogado Eladio Aponte Aponte el miércoles 18 pasado por Globovisión, en la sensacional entrevista que le hiciera la periodista Veriuska Velasco, sentí al igual que una gran mayoría de ciudadanos, venezolanos y extranjeros, que nos acompañan y trabajan con nosotros, vergüenza, rabia y tristeza por Venezuela; digo mayoría, que incluye a seguidores de Chávez todavía, pues estoy seguro que una minoría, de venezolanos y extranjeros que aquí se encuentran en sus “misiones”, lo que sintieron fue un gran miedo, miedo de haber sido descubiertos y en evidencia por uno de ellos. Fue un primer testimonio brutal; vendrán otros, más comprometedores para políticos y militares corruptos. Quedará sin velo una de las traiciones más asombrosas que se le han hecho a nación alguna en la historia. Ni siquiera la entrega de países de Europa a Hitler durante la Segunda Guerra se puede equiparar a la que se ha ejecutado bajo la sombra del engaño de Chávez y sus cómplices. En el caso de esos gobiernos europeos se actuó abiertamente por fanatismo u obligados por la derrota, como la Francia de Vichy que lastimosamente entregó un héroe de la Primera Guerra e inspiró al gran Churchill aquella demoledora frase: “Os dieron a elegir entre el deshonor o la guerra, elegisteis el deshonor pero tendréis guerra”. Aquí nos han deshonrado y nuestra recuperación como República soberana nos puede costar mucha más sangre que la ya derramada, no nos engañemos.
La “confesión” arrancada con gran profesionalismo y valentía por la periodista Verioska, porque hace falta valor de mujer para dirigir el develo del horror que vivimos por obra de unos delincuentes colocados en el gabinete y en las FAN, ha tenido hasta ahora dos reacciones: La del gobierno, por boca de los hasta ayer camaradas del magistrado Aponte, que han quedado al desnudo en sus fechorías y han optado de entrada por llamarlo traidor, como pandilleros dolidos que se resienten del soplón; luego lo pensaron mejor, y visto que eso los inculpaba más, cambiaron a llamarlo prófugo, sin que mediara ningún proceso judicial en su contra, cuando reo no puede ser sino una persona acusada y con orden de captura, lo que hasta esa notable noche no había ocurrido. Después, como narró Aponte que era común por la gavilla de la Fiscal, la Defensora, la Presidente del TSJ, del Vicepresidente, bajo las órdenes del “Pran Mayor”, cuando era de esa pandilla, se buscaron fiscales y a un juez que le abrieran con presteza una investigación y dictaron una orden de captura, prohibición de enajenar y congelamiento de bienes, y allanamiento de su hogar, basados en delitos de menor catadura que de los que ellos están ya señalados. La calificación de prófugo lanzada apresuradamente por Tareck El Aissami fue una mentira, no lo era; es una costumbre que tiene para poner a sus víctimas a la defensiva, patrón que desde Chávez para abajo siguen todos sus ministros y demás cómplices. El ministro del Ambiente no tiene empacho en mentir cuando asegura que el agua de Valencia sólo tiene aluminio en dosis menores que una tableta de antiácido y que toma el escocés de 18 con agua de Maturín; el de Información, que los asesinados son imaginados y las madres, hermanas y viudas que lloran a los caídos por la violencia destilada por la boca de Chávez son unas farsantes; el de Agricultura, que cada día se siembra más y las importaciones de alimentos son sólo para alimentar los pobres zamuros que viven en nuestros puertos; el de Defensa, que dirige a las FAN sin interferencia de los cubanos, y así todos y cada uno de los rojo rojitos. Son una caterva de mentirosos y farsantes que han hecho del engaño su arte y profesión. Acusan a Aponte no por lo que confesó haber hecho con ellos, no; eso sería confesar también y perder las posiciones que jamás hubieran alcanzado en un régimen decente. Una de las tareas que nos esperan cuando esto termine, porque se les está acabando, será averiguar de dónde salieron y cómo se montaron en las altas dignidades de la República semejantes forajidos y mediocres; labor para sociólogos, antropólogos, sicólogos e historiadores del mundo entero.
La otra reacción ante el concierto Aponte es la que al fin han enarbolado algunos voceros de la oposición, interpretando la indignación y cólera de la mayoría decente, que es la de exigir que se investiguen los delitos confesados y cometidos por los autores intelectuales y materiales, que los hay, porque nadie puede creer que las barbaridades narradas fueron actos individuales. El “Combo Moral”, el Alto Mando militar, la tramoya de jueces y fiscales, y Chávez y su Vice, han sido señalados con abundancia de casos concretos que las hace reos de delitos específicos. Han ordenado juicios para condenar inocentes con cobarde ensañamiento. Han ocultado responsables de tráfico de drogas, convirtiéndose en cómplices del delito. Han perseguido y destituido a jueces probos. Han acosado con los tribunales a periodistas y ciudadanos para sembrar terror entre los venezolanos. Estos no son sino una parte, la vinculada al manejo de la (in) Justicia, faltan los asesinatos, negociados, robos, espoliaciones a industriales y comerciantes, el despilfarro de nuestros recursos en beneficios de dictaduras afines y malandros confesos como Zelaya. El problema es que en estos momentos todavía no hay instituciones ante las cuales procesar a la pandilla roja rojita y se corre el riesgo de que, advertidos como ya están por la delación de Aponte, se dediquen el poco tiempo que les queda en el poder para ocultar evidencias y pruebas de sus desafueros por lo que la oposición debe plantearse con seriedad una transición anticipada, logrando la renuncia del Tirano y sus secuaces. Se impone la constitución de un gobierno de emergencia que garantice un proceso electoral transparente y limpio, regido por autoridades imparciales y respetadas, soportado por unas FAN dirigidas por oficiales dignos, con el apoyo y el cariño de la Venezuela decente y patriota. Hemos tenido ejemplos en la historia reciente: Wolfang Larrazábal y Ramón J. Velázquez supieron cumplir y en la cantera de la patria hay otros con las condiciones para emularlos y conjurar la guerra civil que se asoma tozudamente en nuestro horizonte. Como los llaneros de Páez, sepamos ser del tamaño del compromiso que nos reta.