18/4/12
Hace pocos días, en una entrevista televisada por el canal del Gobierno Venezolana de Televisión, el embajador de Venezuela ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Roy Chaderton, expresó con gran beneplácito que “hay una insurgencia en este continente contra la dictadura imperial (…)”.
Chaderton tiene razón, la baraúnda castrochavista se ha venido extendiendo por el Continente en la última década, a punta de dádivas y petrochequeras,. En lo que no tiene razón Chaderton es mostrarlo con orgullo pues esta “insurgencia” ha ocasionado un extenso perjuicio a muchos pueblos de América, reflejado en un estancamiento en su progreso, productividad y desarrollo.
Claro ejemplo de ello lo está dando Argentina con su violento giro hacia el obsoleto nacionalismo e intervencionismo, al nacionalizar a la petrolera YPF, de capital accionario mayoritario de la española Repsol. Y es que Cristina Fernández de Kirchner pareciera que está siguiendo a pie juntillas la cartilla de su homólogo y protector, Hugo Chávez.
Son muchas las similitudes de Argentina y Venezuela con respecto a las políticas castrocomunistas para manejar sus economías y sus industrias petroleras. Las coincidencias entre ambos países van desde una seguridad jurídica endeble, donde priva la falta de transparencia en las reglas de juego para la inversión de capital privado, la penalización de múltiples impuestos hasta la imposición de ingentes controles sobre las salidas de capital.
Argentina con el anuncio intempestivo de nacionalización de YPF sin reconocer el justo pago a Repsol, está repitiendo la historia del Gobierno venezolano con las contratistas de servicio y las empresas mixtas de la Faja Petrolífera del Orinoco, que llevaron a millonarios reclamos en tribunales de arbitraje internacional, entre ellos los de ExxonMobil y ConocoPhilips.
Argentina al alejar las inversiones extranjeras de su industria energética, está convirtiendo en inviable el desarrollo de sus reservas de gas lutita, al igual que como a Venezuela le está siendo cuesta arriba el desarrollo de la Faja del Orinoco y la explotación de los yacimientos de gas en ultramar.
En contraste con Argentina y Venezuela, Brasil y Colombia aunque han mantenido el control del Estado sobre sus industrias petroleras, han fijado reglas claras para la inversión privada atrayendo así capital sólido, experiencia comprobada y tecnología de punta.
En esa tragicomedia de insurgir contra la “dictadura imperial” que tanto aplaude Chaderton, donde convergen Argentina y Venezuela, sólo faltaría que Chávez pretendiera una soberanía sobre las Islas Vírgenes, para igualarse con Argentina y su reclamo de Las Malvinas, en el empeño de recurrir a la amenaza de los imperios para ganar el apoyo a sus proyectos políticos.