17/5/12
Hay que ser o bien un ingenuo irremediable, un cínico o por lo menos un manipulable en política para no darle razón al ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez y por el contrario hasta criticarle su intromisión en el debate político nacional cuando se pronuncia públicamente sobre los graves peligros que encierra para su país y para nosotros la permanencia en el poder en Venezuela de Hugo Chávez, quien oficia, aún en la fase terminal de su régimen y su salud, como el incentivador externo más prominente y promiscuo de las FARC colombiana, dedicadas al bandolerismo, al terrorismo y a la muy activa, profunda y al propio tiempo gigantesca actividad del narcotráfico, su principalísima fuerte de financiamiento y capacidad de chantaje armado y de corrupción masiva contra el Estado de la hermana república, con innumerables conexiones de rutas, de comercio ilícito, de lavado de dinero y protección oficial y dícese hasta militar eficiente de parte de las autoridades venezolanas.
Hace ya seis años en conversación con el Presidente Uribe le hacía notar que muchos en Venezuela estábamos conscientes que su política de destrucción de las FARC y otras guerrillas tendría a la larga el obstáculo importante, que se seguiría presentando desde la frontera venezolana mientras durara el régimen de Chávez, generándole a esas fuerzas narcoterroristas condiciones de sobrevivencia por protección y apoyo.
Su respuesta obvia es que él compartía ese criterio, y que ya llegaría el momento de asumir como contrarrestar, en las dimensiones requeridas, esa fuente vital de recursos y apoyo externo que hacen imposible liquidar las FARC, si esa política no es también asumida desde Venezuela.
Uribe terminó sus dos mandatos con éxitos notables, cualitativos, para reducir drásticamente la capacidad de estas fuerzas subversivas para hacer daño al interior de Colombia, aunque tuvo, cada vez con mayor intensidad, que constatar amargamente, al igual que nosotros, que cuanto más se les segregaba y arrinconaba en Colombia a esas FARC, más importante era el papel del régimen chavista, para convertirse no solo en el principal soporte político, sino como está siendo demostrado ahora, pasar a ser, en nuestras zonas de frontera y mucho más acá, aliviaderos y territorio bajo control guerrillero y de despeje, para reordenar sus ejes de intervención y resguardar a sus dirigentes.
Así fue como, desde esta poderosa infiltración, pudieron construir una vastísima red de exportación de droga al mundo entero, teniendo a Venezuela como el puente del grueso de esa actividad, porque para que ello cuentan con la venia de incluso un sector militar como lo está atestiguando el general Aponte Aponte, a autoridades de USA.
Son tales las evidencias masivas, sobre como las FARC operan teniendo a Venezuela y sus autoridades como un apoyo de primerísimo orden, que luego de Uribe haber intentado congeniar con Chávez, para buscar por lo menos la neutralidad venezolana, terminó su último tramo de gobierno a las patadas contra el régimen chavista y haciendo toda clase de denuncias sobre las complicidades manifiestas con estos enemigos de Colombia, cada vez más atrincherados y multiplicados aquí, con su vasta red de comercio de cocaína y sus secuelas de corrupción, que nos deslizan hacia constituirnos como Narco-Estado: la única herencia real de Chávez.
El Presidente Santos volvió a la quimera de otros 6 presidentes colombianos creyendo la viabilidad de un “proceso de paz” con una organización criminal como las FARC y esta vez, esa política no fue inducida por ninguna debilidad, sino a partir del más vergonzoso oportunismo, para restablecer los negocios de comercio binacional y el cobro de una deuda de 900 millones de dólares que les debían, por el que se vendió la “nueva ” y “gran Amistad” entre Santos y Chávez, que nos costará mucha sangre en el futuro según afirma el Presidente Uribe.
Cuando Uribe plantea indignado la corresponsalía de Chávez con las atrocidades de las FARC a las cuales protege, no está hablando solo de Colombia, esta diciéndonos a los venezolanos que pagaremos un alto precio por dejar instalarse aquí el narcotráfico y unas FARC que retomen aliento a partir de apoyo oficial venezolano.
Cuando se censura a Uribe por denunciar a Chávez, diciéndole que no opine sobre estos hechos, se quiere sencillamente agradar a Chávez, se quiere “ganar puntos” con el más repulsivo oportunismo político, se quiere establecer puentes políticos con quienes han resultado ser sepultureros de la democracia en este país y se ofende a un verdadero amigo de nuestras libertades como es el Presidente Uribe.
Presidente Uribe, sepa que usted cuenta en Venezuela no solo con sus coterráneos emigrados que ya le dieron su confianza en el pasado, sino con una impresionante mayoría de los demócratas de Venezuela que valoramos, en los mas encomiables términos, su liderazgo su firmeza y sus principios. No haga caso a los oportunistas.
Métase Doctor Uribe, opine cada vez que quiera sobre nuestra nación, esa opinión suya la valoramos y la necesitamos.
Más de uno va a terminar entendiendo, por las buenas o por las malas, que sus banderitas chauvinistas, pretendiendo aislarse del proceso regional que desencadenará, sin duda alguna, el fin del régimen chavista, hará indispensable no solo la opinión de demócratas como Uribe, sino la acción misma del hermano pueblo colombiano, para ayudarnos a salir de la barbarie que amenaza con estallarle en la cara, sobre todo a quienes andan perdidos, creyendo todavía en que sus astucias de lenguaje puede tener un destino distinto al de merecer una mueca de conmiseración…
Qué se hace Dr. Uribe, le respondemos, eso es lo que tenemos, así lo decidió nuestra élite, nuestra “clase dirigente”, que nos hizo padecer a Chávez y ahora pretenden darle un derecho de sobregiro a su plasta de régimen y por eso usted les resulta incómodo, prefieren a los cómplices… y hasta anteponen referirse dulcemente a los Castro, los macabros dueños chulos de este juego.
“Los grandes líderes son casi siempre grandes simplificadores que saben cortar a través de la discusión, el debate, y la duda para ofrecer una solución que todos puedan entender”
General Colin Powell
“Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas por los Miembros en ejercicio del derecho de legítima defensa serán comunicadas inmediatamente al Consejo de Seguridad, y no afectarán en manera alguna la autoridad y responsabilidad del Consejo conforme a la presente Carta para ejercer en cualquier momento la acción que estime necesaria con el fin de mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales.”
Capítulo VII, Articulo 51 de la Carta de las Naciones Unidas