29/4/12
Los militares venezolanos no deberían auto-engañarse. La revolución chavista es un proceso nefasto que ha destruido por completo la institucionalidad, exacerbado el personalismo político, subordinando a Venezuela a los designios de los hermanos Castro, desmantelando la economía y fracturando nuestra sociedad, arrojando a la institución castrense a un severo y quizás irreparable desprestigio.
La imagen general de la actual institución castrense venezolana es sombría. Estos pasados trece años la han cambiado de modo sustancial. No dudo que durante los tiempos de la República civil la institución armada fue imperfecta, pero la descomposición que hoy vemos desborda con creces lo previamente conocido.
El deterioro se observa en varios planos. El primero tiene que ver con la corrupción y se manifiesta en el presunto involucramiento de importantes figuras militares en el narcotráfico. El segundo se refiere a la aceptación de la masiva presencia cubana en Venezuela, de la oprobiosa dependencia del Presidente venezolano y Comandante en Jefe con respecto a La Habana, y la intervención de militares y agentes de inteligencia cubanos en el control de temas vitales para nuestra soberanía.
A lo anterior se suman otros aspectos. El primero concierne la cuestión operacional, las compras de armamentos, la creación de milicias paralelas y las nuevas alianzas del país con renegados internacionales como Irán y Siria. En vista de la incompetencia, despilfarro e ineficacia que afectan al gobierno en todos los órdenes, ¿qué tan capacitados están nuestros militares para cumplir su misión de defensa, en caso necesario? En otro tiempo las hipótesis de guerra se enfocaban hacia países vecinos, como Colombia y Guyana, en términos de mesurado realismo. Hoy los escenarios aparentemente contemplan una “invasión imperialista” a Venezuela y otras quimeras por el estilo. Entretanto, saturados con armamentos rusos y chinos de baja categoría y probada ineficiencia, adquiridos sin transparencia alguna, ¿qué pasaría si los militares venezolanos se viesen involucrados en una guerra de verdad? ¿Son las milicias otra cosa que represores para gran parte de la sociedad?
Cabe también preguntarse cuál es la situación de las jóvenes generaciones militares, sometidas al incesante adoctrinamiento marxista administrado desde La Habana y sujetas al envenenamiento ideológico que ahora es común, según he escuchado, en sus institutos educacionales.
Pero lo peor que ha ocurrido en este ámbito, como resultado del delirio revolucionario, es el abismo abierto entre la sociedad civil, en particular en sus estratos mejor formados, más enterados y productivos (sin menoscabo del resto), y un sector militar percibido como hondamente corrupto, estéril, carente de profesionalismo y servidor de un régimen que subordina los intereses del país a los del despotismo castrista.
Ante este lamentable y decadente panorama, y en vista de la compleja situación política, corren rumores acerca de repetidos encuentros entre jerarcas militares venezolanos y cubanos, y sobre preparativos para asegurar la perdurabilidad del actual régimen, así sea necesario violentar aún más la Constitución, impedir o postergar elecciones y generar un “autogolpe”, antes que ver a la oposición democrática en el poder. Ello bajo el pretexto de “defender la revolución”.
Los militares venezolanos no deberían auto-engañarse. La revolución chavista es un proceso nefasto que ha destruido por completo la institucionalidad, exacerbado el personalismo político, subordinado a Venezuela a los designios de los hermanos Castro, desmantelando la economía y fracturando nuestra sociedad, arrojando a la institución castrense a un severo y quizás irreparable desprestigio. La única forma mediante la cual podrían, en un futuro, recobrarse de su descalabro es procurar la paz entre los venezolanos en medio de las tormentas que se avecinan, así como la expresión libre y soberana de la voluntad popular.