30/4/12
La nación venezolana podrá recuperarse, si se hacen oportunamente las cosas que deben hacerse, en unos 30 años.
Si, 30 años.
Este sería el tiempo necesario para volver a ver una Venezuela con una mayoria de la población medianamente convencida de que debe educarse, trabajar, cultivar la honestidad como forma de vida y exigir pulcritud administrativa a sus gobernantes. Y digo medianamente, porque nos será muy difícil saber si la gente está realmente convencida o, simplemente, esperando la próxima oportunidad de volver a la dulce vida de quien todo lo espera del “gobierno”.La fuerza de la inercia es grande.
La Venezuela del trabajo y de la honestidad no existe hoy, asfixiada por la prédica de un líder quien ha promovido una Venezuela de la ignorancia, la limosna, la viveza y la indiferencia.
Y la Venezuela que ha promovido Chávez cuenta, al menos, con 15 millones de habitantes. Los otros 15 millones de venezolanos educados, trabajadores y conocedores de sus deberes ( no solo de sus derechos) deben vivir atados a esos otros 15 millones. Somos hermanos siameses y tendremos que vivir o morir ligados el uno con el otro.
Ese es el terrible dilema que enfrentamos. No hay separación posible. O educamos en la vida ciudadana a los 15 millones que no lo están en o ellos nos reducen al nivel de una tribu miserable. O convencemos a los 15 millones que esperan la limosna de que es necesario ponerse a trabajar o ellos nos imponen la ley de la limosna. O convencemos a los 15 millones que la viveza es pan para hoy y hambre para mañana o seguiremos atados a la práctica de la corrupción masiva y sistémica. O persuadimos a los 15 millones de indiferentes que le debemos exigir cuentas claras a nuestros gobernantes o seremos arrastrados al barranco por quienes no lo entienden así.
A veces florece en algunos rincones del país el ansia de separación. Ocurre en el laborioso Zulia, objeto de las mayores humillaciones y atropellos a manos del sátrapa barinés. Esas ansias de separación son expresiones de una inmensa frustración. No ocurrirá porque, como en el caso de los siameses, la separación casi siempre significa la muerte de ambos. Cuando Chang, uno de los siameses famosos murió de una embolia mientras dormía, su hermano exclamó : “Entonces yo también me voy”. Murió de shock tres horas después. Esto significa que la ruina de los 15 millones de compatriotas que desean vivir del gobierno representa también la ruina de quienes no lo deseamos.
No hay alternativa a elevar el nivel de ciudadanía de los 15 millones que prefieren las salidas fáciles.