29/4/12
El papel de los líderes y en general de los dirigentes políticos es el de orientar a la población y el de forjar la opinión. Los líderes, a cualquier nivel, tienen como tarea principal la de crear nuevas actitudes en quienes pretenden dirigir. Tarea que no es fácil cuando en presencia de un desaguisado populista se pretende imponer la razón y la racionalidad. No son líderes quienes, por ejemplo, se mueven al vaivén de las encuestas de opinión. No se le puede llamar líder a quien moldee sus ofertas como plastilina al contenido de esas encuestas, líder es el que trabaja para cambiarlas. No es líder aquel que no hace esfuerzos para cambiar las tendencias de la opinión pública ni para convencer de la racionalidad de sus ofertas y de sus posiciones. El liderazgo no es otra cosa que la capacidad de convencer, el ejercicio del poder de convencimiento para obtener un fin.
El régimen de Hugo Chávez ha utilizado dos herramientas fundamentales, que se complementan la una con la otra, para obtener el apoyo de importantes sectores de los venezolanos más necesitados: la explotación del hambre y de la “viveza criolla” y las llamadas “misiones”. La “viveza criolla” que se pone de manifiesto en el aprovechar lo que obtiene sin trabajar, aunque sea poco, y si para ello tienen que disfrazarse de diablo de Yare con su vestimenta roja, lo hace. El hambre porque “algo es algo y peor es nada” y vestirse de rojo no es tampoco un gran sacrificio. Los más entusiastas del vivir sin trabajar se hacen activistas de la Robolución. Y son bastantes. Y Chávez descubrió la forma: repartir dinero, que nada le cuesta, a cambio de “lealtad” y sumisión, que se traduce en entrega de los derechos ciudadanos.
Un régimen que tiene como meta destruir todos los sectores productivos del país, sean públicos o privados, no puede ofrecer empleo digno, sino migajas que a la vez le reditúen respaldo político. Un régimen que ha exterminado grandes, pequeñas y medianas empresas; que ha arrasado con el sector agropecuario; que arruinó y que ha saqueado y sigue saqueando a PDVSA; que igualmente arruinó y exprimió a las empresas básicas de Guayana, está consciente de que no puede ofrecer empleo, de que no hay ni habrá fuentes empleo formal. Y las sustituye con la “misiones”. Expresión vergonzosa cuya verdadera misión es putear o sinvergüenzear a los venezolanos más necesitados. Mantenerlos dependiendo de la dádiva oficial, darles un pedacito de la “teta presupuestaria” para mantenerlos subyugados.
Y es por esa razón que el régimen le dice a los usufructuarios de ese pedacito de teta que si la oposición, es decir Henrique Capriles, gana las elecciones se acabarán “las misiones”. En otras palabras, dejarán de percibir un ingreso sin trabajar y pasarán más penurias que las que pasan hoy. La reacción de la oposición no ha sido decirle a esos venezolanos que en un nuevo gobierno que termine con las expropiaciones, que devuelva fincas y empresas a sus dueños para generar empleos, que recupere a PDVSA y las empresas básicas como instrumentos para impulsar el desarrollo nacional y la creación de empleos de calidad aguas abajo. No. ¡La reacción ha sido ofrecer una Ley de Misiones Para Todos! O lo que es lo mismo, si hasta ahora el régimen le exigía a la gente afiliarse al chavismo para beneficiarse de las “misiones”, lo que en cierto modo limitaba el número de beneficiarios, ahora se ofrece que TODOS podrán ser parte de las “misiones”. O sea, que todos los venezolanos podrán pegarse de la tética del tesoro público y lo más importante, sin trabajar, sin siquiera tener la obligación de asistir a lo mítines “del partido” a oír la interminables habladeras de pendejadas del Iluminado de Sabaneta, que al fin y al cabo son un castigo. ¡Increíble!
Esta propuesta tiene por lo menos algunas aristas que vale la pena revisar. Una arista institucional, que es convertir mediante una ley a un programa populista y negativo para la sociedad en una “institución”. Es institucionalizar la humillación a los más pobres. Esa ley sería como una especie de carta de buena conducta para semejante desaguisado económico y social, transformándolo en una “institución” que le daría reales a todos los venezolanos, sin distinción y sin trabajar. A mi juicio, aun cuando no sea esa la intención, estamos en presencia de una contribución potencial a la ruina institucional del Estado y de la moral de la sociedad venezolana.
Desde el punto de vista político habría que tener en cuenta la siguiente realidad: el ingreso a las misiones depende, desde su creación, de la lealtad al Iluminado de Sabaneta y al “proceso”. Ellas han sido el instrumento para remunerar a los activistas, sinceros o vividores, del PSUV y de los grupos paramilitares mantenidos por el régimen. Son los que integran los “batallones”, las “patrullas”, las “milicias” y los “colectivos” que invaden inmuebles, agreden a los disidentes, saquean empresas, agreden a los periodistas, etc. Pues bien con esa propuesta Ley, todos estos sujetos continuarán cobrando y el activismo de estas bandas armadas y del PSUV, se mantendrán vivitos y coleando y con una dirigencia multimillonaria en dólares que parece que no será afectada en un nuevo gobierno dada la política de perdón, amor y paz que un amigo mío llama “política de agárrense de las manos”. Como se puede deducir, se trata, como diría el siempre bien recordado Hombre de Rubio, de un “autosuicidio”. Es cuchillo para la garganta del nuevo gobierno. Adicionalmente, la sola proposición de esta descabellada ley, podría ser interpretada, usada y expuesta por el régimen como un espaldarazo a la política chavista de bozal de arepa para los pobres. Y eso es, sin duda, un autogol.
Finalmente, el peor autogol que se puede meter un político o una organización política es enredarse en una competencia de demagtogia, de populismo barato. A la larga el pueblo le pasa factura.
No suelo escribir criticando a la oposición de la que obviamente formo parte y apoyo decididamente, pero sin perder mi independencia de criterio y en un caso como éste no puedo dejar de expresarlo. A lo mejor es que con los años, que ya son bastantes, uno se vuelve criticón y quisquilloso.
Como diría mi maracuchísimo amigo Giser ¡Ley de misiones…vergación…qué verga es esa!