15/6/12
En el seno de la oposición democrática está surgiendo en estos días un debate sumamente importante, largo tiempo esperado. Su desenlace forma parte significativa de los factores determinantes para concretar la opción de triunfo de Henrique Capriles Radonski en la elección presidencial de octubre.
En este debate hay dos bandos principales. Lo que podría llamarse la Oposición Oficial, integrada por la MUD y el Comando Venezuela, sostiene que las condiciones electorales impuestas por el CNE y avaladas sin crítica por la MUD constituyen un marco aceptable para que vayamos a elecciones tolerablemente transparentes. Tienen fácil acceso a los medios de comunicación, cuentan con copiosos recursos económicos para hacerse ver y oír y su postura, a primera vista, parece reflejar el consenso del mundo opositor.
El otro bando opositor parece a primera vista minoritario. Tiene pocos recursos y cuenta con poco apoyo en los medios tradicionales, pero surge orgánicamente de la sociedad civil. Son profesionales, técnicos y gente en general con una visión más crítica, algunos dirían más realista, de la tesitura del oficialismo, que incluye el CNE, así como del contexto político en el cual se está desarrollando la campaña. Temen que el Comando está perdiendo de vista factores técnicos y políticos que podrían costarle la victoria a nuestro candidato.
Como entenderá el lector cuando sopesemos en los próximos párrafos las percepciones del público en relación con estos asuntos, el bando que hoy parece mayoritario por su omnipresencia en los medios, puede de hecho constituir sólo la minoría dentro del mundo opositor e independiente. En otras palabras, quienes desde la oposición oficial atacan la postura crítica de grupos como Esdata.info, VotoLimpio.info, Frentepatriotico.com y otros, en torno a las condiciones electorales, harían bien en recordar a tiempo que ellos no hablan por la mayoría de los venezolanos democráticos. Por ejemplo, cuando el rector Vicente Díaz denuncia como “delincuentes electorales”, a ONG y ciudadanos que tienen la osadía de cuestionar las reglas del juego electoral impuestas por las élites electoreras, como hizo en declaraciones a Ultimas Noticias hace dos semanas, está caminando sobre arenas movedizas. Aunque sus opiniones serían compartidas por el chavismo, ni remotamente lo son por la mayoría democrática de este país.
Hace un mes, a fin de sortear las crecientes discrepancias que dividen los dos bandos de la oposición democrática, el diario El Nacional tomó la iniciativa de auspiciar dos foros para que voceros de ambos grupos plantearan sus respectivos criterios y puntos de vista sobre el tema electoral frente a un público ávido de respuestas. El primero tuvo lugar el día 23 de mayo, y el segundo dos semanas después. Hoy está más claro que nunca que un abismo, de orden paradigmático, técnico y sobre todo político, se ha abierto entre los dos grupos. Si estas discrepancias no se resuelven - en por lo menos dos áreas críticas- podrían convertirse en obstáculos insalvables para la victoria el 7O.
Big Brother te tiene bajo el SAI
Examinemos primero un factor fundamental de discordia entre las partes. Les insto a leer el artículo “Justicia Para Todos” , que sienta a las captahuellas en el banquillo de los acusados del matemático Ignacio Gainzarain (http://gainzaedmat.blogspot.com/2012/06/justicia-para-todos-sienta-las.html). El autor ha escrito en otras oportunidades en su blog sobre el llamado Sistema de Autenticación Integrado (SAI), ese entramado kafkiano-orwelliano que el CNE, con la anuencia servil de la Comisión Técnica de la MUD, pretende imponernos el día de las elecciones. Su visión, crítica y hasta cáustica, del desempeño técnico y político de la MUD refleja lo que muchos se preguntan: ¿Por qué la Mesa de la Unidad y el Comando Venezuela no toman una actitud más proactiva en torno a la defensa del voto? A pesar del mantra repetido mil veces de que tendremos 120 mil testigos vigilando las mesas, y que esto bastará para impedir cualquier intento de fraude, muchos se preguntan por qué el Comando no va al fondo del asunto y apunta a las raíces del fraude.
Entender las ramificaciones e implicaciones del SAI sobre el comportamiento del votante lleva a comprender cómo este sistema contiene en si el peso suficiente para manipular de manera contundente la votación popular a favor del candidato del gobierno. Eso sí, si la sociedad civil no se hace escuchar y no se alza en su contra para detener su implantación en los comicios del 7O.
La Comisión Técnica de la MUD, y ahora la del Comando de Capriles, aparentemente están dispuestas a aceptar que este sistema se utilice en octubre. Técnicos supuestamente calificados como Mario Torre (el Sr.Towers en el escrito de Gainzarain) alegan que debido a complicadísimas fórmulas que sólo un ingeniero de sistemas (o en este caso un matemático) puede entender, es imposible vincular la identidad del votante con su voto, a pesar del hecho que las dos máquinas no solamente están yuxtapuestas (ver foto en http://www.cne.gov.ve/web/sala_prensa/noticia_detallada.php?id=2029), sino que están visiblemente conectadas por medio de un cable. Como se empeñó en resaltar, casi con regocijo, la propia Presidente del CNE, “… son un todo indivisible!”
Es perfectamente posible que el algoritmo, el scrambler, el código fuente, y los tantos detalles técnicos que el ciudadano común no maneja, preserven de hecho el secreto del voto. Sería bien diabólico pensar que en efecto el CNE estuviera jugando limpio, mientras que toda su propaganda estuviese orientada a asustar subliminalmente el votante y hacerle creer que el Hermano Mayor sí sabe cómo votará el 7O. Pero si no soy capaz de convencerme en un 100% de que mi voto será secreto, ¿Lo será el empleado público, el que está esperando una vivienda del gobierno, o los tantos ciudadanos que se han vuelto dependientes de una u otra misión?
En la política vale más la percepción que la realidad. Nuestras creencias, o nuestros miedos, con mucha frecuencia son más fuertes que cualquier "realidad objetiva" que uno quisiera imponerse. Por esta razón las pesadillas dejan una huella emocional que suele perdurar más allá del momento de despertar.
Pareciera que la MUD ha adoptado una política de contemporización y apaciguamiento en relación con el CNE. Sus solicitudes nunca se formulan como exigencias. Se dejan meter gol tras gol, con la excusa de que es mejor no entrar en conflicto abierto con el CNE, porque si esto ocurriera el colectivo opositor podría sospechar que existen serias irregularidades en el sistema, y al perder fe en el sistema (¿O en sus dirigentes políticos?) se abstendría de votar el día de las elecciones.
Dada la composición de la Comisión Técnica de la MUD, conformada como está por individuos tan cuestionados como Félix Arroyo, es comprensible que los señores jefes de la MUD quizás se hayan dejado manipular en el plan técnico. Pero siendo ellos todos, sin excepción, políticos de larga trayectoria, es difícil comprender cómo han llegado a la conclusión de que se puede seguir escondiendo la verdad al público en un país donde todo termina sabiéndose tarde o temprano.
¿Y qué dice el público?
Es de costumbre para muchos columnistas, sobre todo los polémicos, hablar en nombre del Pueblo. Cuántas barbaridades se han pronunciado en nombre de ese pobre Pueblo. A la hora de tomar decisiones críticas, sin embargo, es fundamental entender cuál es el grado de conocimiento o cuáles son las percepciones que tiene el público sobre asuntos de importancia mayor. Y allí valen más los hallazgos de una buena encuesta que las ideas recibidas o prejuicios de un supuestamente avispado columnista o político.
Veamos entonces qué grado de confianza tiene actualmente el venezolano en el árbitro electoral, y particularmente en relación con el tema de las captahuellas.
Las encuestas de Alfredo Keller demuestran claramente que antes de las elecciones primarias el 41% de la población desconfiaba del CNE y que el 44% sospechaba que su voto no era secreto. Dada la exigencia de la MUD de que se retiraran las captahuellas de las elecciones primarias, y el cumplimiento de esta exigencia por parte del CNE, la desconfianza en el árbitro bajó en febrero a un 25% y la desconfianza en que el voto no fuera secreto bajó también, a un 34%.
Ahora bien, según su última encuesta de mayo la desconfianza ha vuelto a subir, a un 35%, y el temor de que el voto no será secreto en octubre subió también de nuevo, a un 40%.
Cuando se desagregan los resultados por afiliación política, los chavistas (el 40% del público se auto-identifica como chavista) dicen confiar en un 92% en el CNE, los independientes (35%) dicen confiar en un 58%, y los opositores (25%) sólo en un 33%. (Por cierto, Keller observa que quienes se identifican como independientes en su gran mayoría son de tendencia opositora, pero se abstienen de identificarse como tal “porque no quieren meterse en problemas”.)
En cuanto a las captahuellas, el 14% de los chavistas temen que su voto no será secreto, como el 40% de los independientes y el 52% de los opositores.
Cuando después de las primarias Keller preguntó por qué la oposición había insistido en que las elecciones se hicieran sin las máquinas captahuellas, el 58% de los opositores, y 14% de los chavistas, contestaron de manera espontánea que la medida se había tomado para garantizar el secreto del voto.
El hecho de que 14% de los simpatizantes del chavismo y cuatro de cada diez dizque independientes teme que con las captahuellas su voto no será secreto, debería despertar el interés de los estrategas del Comando Venezuela. De manera velada este segmento del voto chavista, que suma un millón de votos, y esos independientes, que suman más de 2,6 millones, nos están señalando que están pensando no votar por Chávez, pero temen que serán castigados si se descubren sus verdaderas intenciones.
¿No debería hacer Capriles un gran esfuerzo para convencer a estos votantes que él defenderá a capa y espada el secreto del voto? Si ese derecho era de importancia primordial para la oposición el 12 de febrero, ¿Por qué no lo es tanto para los demás votantes para el 7 de octubre?
Al seguir manteniendo un silencio sobre el tema, el candidato está perdiendo una extraordinaria oportunidad para erigirse en el adalid de la defensa del voto limpio para todos los electores. Si piensa que va a perder adhesiones exigiéndole al CNE que juegue limpio, está equivocado. Todo lo contrario. El público opositor, más los votantes que hasta ahora han votado por los candidatos del PSUV pero que hoy buscan opciones distintas, y los pocos indecisos que quedan, más los potenciales abstencionistas, verán en este gesto muestra de un gran coraje y una determinación de proteger el derecho a elecciones auténticas.
¿Qué es lo peor que le podría suceder? ¿Que el CNE rechace su petición? En este caso es el CNE quien quedará mal, no él. Para la comunidad internacional, el CNE estaría diciendo, en efecto, “Nosotros no le damos importancia a las válidas preocupaciones de la ciudadanía. Lo más importante para nosotros es que nuestro candidato no pierda”.
Si Capriles calcula que el CNE no responderá a sus exigencias, y quedará él como un impotente frente a la indiferencia del ente electoral, debería considerar lo siguiente.
Quienes han estudiado la historia electoral de los últimos ocho años saben que el gobierno ha cometido fraude en elecciones pasadas. Siete estudios han sido publicados desde 2006 en revistas peer-review (arbitradas) en el campo de la estadística, revistas académicas del más alto prestigio al nivel mundial, que comprueban, más allá de cualquier duda, que los resultados del RR en 2004 fueron groseramente manipulados por el gobierno.
Todo indica que de una manera u otra el gobierno intentará, por artilugios tecnológicos, jurídicos o por la fuerza bruta, manipular estas elecciones también. Y si uno lo piensa bien, precisamente eso es el SAI: un periférico computarizado, impuesto a la fuerza. Por ende, Capriles, ya empatado con Chávez en las encuestas confiables, y hasta con una ligera ventaja según interpretaciones de expertos en la materia (ver el cálculo del Factor Miedo http://porlaconciencia.com/?p=3458), debe prepararse para impugnar los resultados fraudulentos que sin duda anunciará el CNE el 7O.
Ahora bien, es siempre posible que Capriles comparta la opinión de muchos en su comando, sobre todo de quienes conforman el equipo electoral, en el sentido de que el gobierno podrá haber hecho de todo pero nunca ha cometido fraude en elecciones pasadas, y así desestime los informes que prueban lo contrario. Si este fuera el caso explicaría la aparente indiferencia que manifiesta el Comando frente a los insistentes reclamos de la sociedad civil que alertan contra el fraude.
El Cálculo Político
Si Capriles empezara a exigir públicamente del CNE que desconecte las máquinas, y si exigiera que se haga una auditoría independiente, aleatoria y rápida, de una pequeña muestra (0,01% -- bastaría 1.900 de los inscritos) del Registro Electoral, despejaría muchas dudas que flotan en el ambiente político sobre estos dos temas, quizás los más álgidos de la lista de reclamos de que es objeto el CNE. Si lo hiciera, no dudo de que recibiría mucho apoyo del público opositor e independiente. Los dos grupos suman 60% del voto. Si el objetivo es llevar la tasa de abstención de los votantes opositores a su mínima expresión ¿Qué mejor estrategia podría utilizar Capriles que la de demostrar, con palabras y acciones, que está dispuesto a luchar sin cuartel para defender el voto?
Seamos realistas. Sabemos que el CNE hará todo lo posible para no cumplir con sus exigencias, porque al auditar el RE se descubrirían las “irregularidades” que tantos ya sospechan que existen, y al desconectar las máquinas captahuellas de las de votación, el gobierno perderá de una vez por todas su capacidad para intimidar a los votantes.
¿Cuál podría ser entonces la reacción de nuestro candidato? Decir simplemente que por fin el CNE se ha quitado la careta, que ahora está a la vista lo que la mayoría de los ciudadanos ha sospechado durante muchos años. Podrá clamar que la indignación de un pueblo y su deseo de vivir en libertad son más fuertes que todas las manipulaciones y mentiras de un gobierno autoritario, y que esta vez sí ganaremos con una avalancha de votos!
Con esta simple maniobra Henrique Capriles se libera del chantaje impuesto por el gobierno y sus fichas que operan al margen, cuidado si no algunos hasta en el seno, del sector opositor. Al cambiar radicalmente las reglas del juego, o las normas para entablar combate, como diría un militar, Capriles alertaría al país y al mundo entero del peligro del fraude en octubre. Recuperaría la plena confianza y contaría con el voto seguro de una minoría (que sin embargo se hace oír cada día con más fuerza), que uno podría llamar el abstencionista racional, un tipo de votante más que predispuesto a apoyarlo, pero que aún duda de su compromiso para luchar incondicionalmente para defender el voto el 7 O, ya que está todavía fresca en la mente de muchos de sus partidarios la capitulación sospechosamente prematura de Rosales, quien prometió cobrar el voto y nunca lo hizo.
Este segmento de la oposición, escéptico por naturaleza, podría inclinar la balanza definitivamente a favor de Capriles el 7O, y hasta tomar la calle el día después en defensa del voto, si el candidato toma una clara y enfática posición en relación con las condiciones electorales. Porque una victoria electoral no siempre se consuma el día de las elecciones. Toledo tuvo que gritar fraude y llamar a sus partidarios a la calle para que Fujimori cayera.
El exigir condiciones electorales transparentes no conlleva absolutamente ningún riesgo para Capriles. Al contrario. Al reconocer lo que está en la boca de todos, asumirá un liderazgo que todos esperan de él. Ya está hablando con más fuerza, más convicción, llamando a las cosas por su nombre. Ahora le toca hacerlo con el CNE, y exigirle que se celebren elecciones auténticas. El no hacerlo podría costarle la victoria.