19/6/12
La gran Grecia, cuna de la democracia, pero también de sus inclementes enemigos: la demagogia y la tiranía. Tan de Hugo Chávez en su vorágine como seductor profesional.
Según Platón, la demagogia atrae a los ciudadanos porque se afinca en la adulación. Y así, el demagogo, investido de facultades y con un pequeño ejército en sus manos, se convertía en tirano. La situación terminaba peor, pues a la pobreza se añadía la represión política, los gastos majestuosos con dinero que no tenía y el afán del poderío bélico. En mi opinión, lamentablemente la demagogia toma su tiempo en ser descubierta, y mientras eso sucede, ocurren tragedia tras tragedia y miles o millones de personas son gravemente perjudicadas. Se me antoja profético a la hora de juzgar lo que ha pasado en Venezuela durante el régimen de Chávez con sus efectivísimas maniobras atrapa incautos a pesar del despliegue de ineficiencia de su gestión. Preciso desenmascarar este uso del engaño.
Por ejemplo, si algo le ha derivado buenos dividendos a Hugo Chávez es el seducir al estilo de planes a corto plazo, con seudo-resultados inmediatos, para conservar el poder pues sabe que los pobres piensan en corto. No ejecuta los tratamientos pertinentes, sino los efectistas, como el charlatán que no sabe cauterizar las heridas, sólo administra analgésicos al enfermo y no lo cura nunca. Por ello el filosofo griego resaltaba su desprecio por los demagogos y los charlatanes de la medicina: “son tipos despreciables que, por ganarse el favor de sus clientes, terminan matándolos”.
Es propio además de los tipo “Chávez”, que en su fase demagógica, apuesten todo a la imagen, después, cuando su postura está afianzada, recurren a la violencia. Por supuesto, es demasiado tarde para reaccionar. En su obra “El Trabajador”, decía el pensador alemán Ernst Jünger, como buen conocedor del proceso histórico que abarca desde finales de la Primera Guerra Mundial, hasta el nacimiento del mundo globalizado, que “en última instancia, el demagogo de todos los tiempos no es un hombre de Estado, sino un publicista. El arte de gobernar va consistiendo cada vez más en producir en todas esas cosas la ilusión de la libertad; por ello es la propaganda, junto a la policía, el medio principal que se utiliza. Un buen demagogo se ufana de ser democrático”.
O de ser un pobretón aunque no lo sea, por lo del seducir al estilo Maquiavelo: “lo importante no es ser pobre, sino parecerlo… lo importante no es ser virtuoso, sino parecerlo”. De ahí la astucia de Hugo Chávez para de victimario aparentar la víctima, ello incluye invadir de angustia a la gente (o su gente) por lo que pueda pasarle; con un cacareo que lleva todos estos años, primero con el asunto del magnicidio ficticio que si quieren matarlo y dale para acá y para allá; y ahora, a través del discursito que los tiene amansados, que tiene que vencer el cáncer para salvarlos, porque si no, los ricos les van a arrebatar lo que les ha prometido cuando no es más que pura ficción. Tan propio del narcisista todopoderoso. Increíble, que en ese largo esperar de promesas incumplidas, todavía, un buen número de gente deambula entre el aferrarse y aferrarse.
Para completar, como se dice que se muere, que no se muere, usa el recurso de la incertidumbre como elemento cautivador, pretendido estratégico de su manipulación política, lúdico de campaña para sacar ganancias en las presidenciales, supuestamente del próximo 7 de octubre 2012, muy bien que sabe explotar la intensa conmoción afectiva que el asunto causa en sus adeptos, y hasta en los que no lo son, creo que, por aquello del sensiblero “pobrecito”.
“Los niveles de incertidumbre sobre la salud de Chávez existen porque se busca provocar lástima y admiración ante su lucha contra el cáncer. La verdad es que les ha ido bien en capitalizar electoralmente el tema…”. Lo afirma en una entrevista el especialista y master en diseño de campañas electorales, J.J. Rendón. “El voto lástima mueve gente”. Indudablemente, visto así, eso forma parte de la estrategia del demagogo seductor.
Y en definitiva, si a ver vamos, esa capacidad de conectar o de correspondencia concebida ni en la nada, ni en el vacío, ni a punta de bayonetas, no es más que el resultado de sus tergiversaciones, descalificaciones, manipulaciones, de sus embaucamientos, pues. Preocupante entonces, que aun exista gente tan propensa a dejarse seducir por la perversidad disfrazada de encantador, cuando Chávez no es más que un señor señuelo, manipulador de voluntades.
Pasa que, y en uso de las palabras del escritor norteamericano Henry Louis Mencken, el demagogo, es “una persona que predica doctrinas que él sabe que son falsas, a personas que él sabe que son tontas”.