19/7/12
No, no me refiero a alguna Unidad que se haya creado para trabajar en algo técnico, pero tal vez por allí vayan los tiros de esta nota. Se refiere más bien a la unidad de los técnicos, que podría ser más bien el término adecuado a la situación que hoy presenta la discusión entre los técnicos de la oposición en relación al sistema electoral y la discusión de si usar o no las captahuellas en el proceso del 7 de Octubre. Paradójicamente, a partir del 12F tenemos unidad política pero hasta la fecha no tenemos unidad técnica.
En mis tiempos de estudiante de bachillerato, solo habían dos opciones de estudio para donde coger: Las Humanidades y las Ciencias. La gente se titulaba, si lo recuerdan, Bachiller en Ciencias y Bachiller en Humanidades. El tiempo me ha enseñado que era una diferenciación atroz. Nadie puede ser completamente científico ni tampoco completamente humanista. Como siempre me encantó la lógica y la pureza técnica, del saber que objetivamente dos y dos son cuatro, sin que nadie lo pudiera objetar, siempre preferí el estudio de las ciencias, de lo científico. Las humanidades me sonaron a algo que no se podía medir, relacionado con los estudios de lo humano y lo discursivo y, como siempre me gusto llamar al pan, pan y al vino, vino, siempre me aleje de las discusiones estériles de los humanistas a los que siempre de alguna manera la cuenta de dos más dos nunca les daba cuatro sino el numero más conveniente. ¡Por eso precisamente eran los estudios de lo humano!
Con el tiempo, y como todos, cambié mi percepción del mundo. Y aún siendo técnico me fui dando cuenta que de alguna manera lo humanista influía en lo técnico al punto de dominarlo. Los técnicos éramos relegados a un papel instrumental -técnico-, sin ningún poder de decisión más allá de su esfera de influencia, de nuevo, técnica. Si deseaba tener acceso a decisiones fuera de ese ámbito debía, no solo profundizar en lo humanista, sino hacerme entender por ellos. Hay como una cierta barrera que nos separa, que hace que a veces ambas formas de ver al mundo, aun hablando el mismo idioma, no nos entendamos. Por eso me interesé en hablar también el idioma humanista, sin dejar mi pasión por lo técnico.
He tratado de poner simple el dilema casi universal entre lo científico y lo humanista para tratar de explicar en términos sencillos la diatriba pública que se ha montado en relación al sistema técnico que gira alrededor de una cosa que debería ser tan simple como contar unos votos. He notado que los técnicos que hemos opinado en relación al proceso electoral nos hemos enfrascado en una discusión de lo técnico que de alguna manera nos ha hecho salir de nuestra esfera de influencia y tocar las fronteras de uno de los aspectos más sensibles de lo humanista: lo político.
En algunos casos los políticos se han metido a técnicos, opinando acerca de la complejidad tecnológica del sistema del CNE y los técnicos se han metido a políticos tratando de explicar que el mismo sistema da o no da las garantías para que la cuenta de esos votos salga como debe ser. Se han cruzado los límites y ahora nadie sabe si cuando un técnico habla, lo hace como técnico o como político. O peor aún, si cuando un político habla del sistema lo hace tratando de ocultar o minimizar alguna trampa que este montando el gobierno, a expensas de lo técnico, terreno el cual desconoce. Es por eso que he leído a sociólogos hablando de que son “tonterías el cable submarino o el satélite Simon Bolivar” abordando desde lo político aspectos técnicos. ¿A cuenta de qué alguien puede asegurar, más allá de su palabra, que un proceso técnico funcionará sin problemas? Solo los técnicos pueden asegurar eso.
Ahora bien, ¿cuál es la responsabilidad última de los equipos técnicos de la oposición frente al CNE, agravada por la circunstancia de considerar que este organismo se halla abiertamente parcializado a favor del gobierno? La respuesta es simple: garantizarnos que la cuenta de los votos que nos entregue el CNE a la finalización del proceso electoral se corresponda con la verdad. Para ello requerirán de auditorías técnicas y controles de todo tipo, para asegurarnos que el sistema tecnológico que nos impuso el CNE no burlará la voluntad de los electores. Cualquier energía que se desvíe de ese objetivo se estará desperdiciando a favor del gobierno.
Menuda responsabilidad tienen esos equipos técnicos frente a todos los venezolanos. Es una carga demasiado pesada e injusta a mi modo de ver, porque si desde afuera desconfiamos de su honestidad y de su calificación técnica, ya el gobierno tiene la partida ganada y entonces cerremos la santamaria de Venezuela y el último que apague la luz. En mi caso particular, parto del principio humanista de que la buena fe se presume y la mala fe hay que probarla.
Partiendo de ese principio de buena fe (lo otro sería tema de denuncias que van más allá del alcance de esta nota) y en vista de que se ha insistido por parte de voces técnicas calificadas, fuera del circulo de quienes trabajan para el Comando Venezuela, y que también hacen observaciones de buena fe acerca de que hay irregularidades que considerar, es necesario que ambas posiciones se discutan y se deliberen a fin de buscar la verdad técnica mas allá de posiciones personalistas y de sesgos políticos. Hay dos aspectos puestos en tela de juicio: uno de ellos que tiene que ver con los datos del sistema, el Registro Electoral, y otro con la viabilidad nuevo sistema propuesto por el CNE, el SAI. Ambos aspectos han sido tan controversiales que han generado temor y conflicto entre muchos de nosotros que asumimos una posición técnica, no política, acerca de su utilización segura en este proceso.
Dos posiciones técnicas encontradas pueden ser debatidas si se aparta el fondo político. Recuérdese que los técnicos pueden llegar a acuerdos más fácilmente que los políticos por aquello de la objetividad del conocimiento científico. Y aquí deseo sugerir un caso de negociación entre partes en disputa para aquellos técnicos que realmente deseen poner por encima los intereses del país a sus propias argumentaciones, por mas ciertas que les parezcan. Para ello propongo un proceso rápido de negociación. Hice la consulta con un experto del tema de negociación y este acuerda conmigo que este podría ser un caso de esa naturaleza, sugiriendo un mecanismo simple basado en lo que ellos conocen como el método del Texto Único de Negociación:
“Cada parte escribe con lo que estaría de acuerdo (puntos específicos que pide o espera de la otra parte). Cada parte entrega su documento y el facilitador mediador compila los puntos de acuerdo encontrados en ambos documentos. Y así se va avanzando hasta terminar con todos los puntos controversiales. Eso permitiría lograr un documento de puntos mínimos de acuerdo.
El mediador va asentando los puntos acordados y siguen con la misma técnica hasta agotar todos los puntos en disputa. Claro, ambas partes presentan los puntos de discusión y lo que es su objetivo. Ninguno ve el documento del otro, ni siquiera están en la misma sala. El mediador recoge, analiza, compila y presenta los puntos donde están de acuerdo como un primer avance. Luego sigue avanzando en los puntos donde no hubo acuerdo buscando posiciones más cercanas hasta lograr consensos o acuerdos”.
De acuerdo a la consulta, los mejores mediadores del país son: Elsa Cardoso, Eva Josko, Gabrielle Gueron y Sadio Garavini, hasta donde conozco, todos opositores. Estas personas, de acordar participar, conformarían todos o parte de ellos, una Comisión Negociadora para llegar a un acuerdo entre todos los técnicos opositores, léase Grupo La Colina, actual responsable técnico de la oposición ante el CNE, ESDATA, SUMATE, Voto Limpio y académicos de la talla del Dr. Genaro Mosquera y los responsables del Informe de Consistencia Demográfica del RE, de la UCAB, así como distintas personalidades que puedan ser llamadas para discutir este problema técnicamente. En este proceso se debatiría el problema fundamental: ¿es seguro y viable usar técnica y objetivamente el sistema SAI y el actual RE para ir al proceso electoral el 7 de Octubre?
¿Es descabellado este planteamiento? ¿Es “comeflor”? Algunos de ustedes probablemente digan que si lo es y se estén muriendo de la risa con esta nota, si han llegado tan lejos en su lectura. Podrían incluso considerarla como extemporánea. ¿Cómo gente que se ha dicho cualquier cosa y ha puesto en duda honorabilidades durante esta discusión se va a sentar siquiera hablar de esto a estas alturas? Sin embargo, hasta países que están en guerra se sientan en la misma mesa para conversar de paz. De lo que se trata aquí es lograr una unidad técnica de criterios en la oposición y UNA SOLA POSICION UNIFICADA frente al país, dándoles a los políticos una opinión precisa y sin sesgos acerca de este controversial asunto. La decisión que se tome luego ya no sería técnica ni de los técnicos, sino política y de los políticos. Nos estamos jugando algo tan fundamental como el cambio del sistema político de Venezuela, aunque para algunos técnicos esto no les suene grave.
Estas reflexiones de un técnico que se metió a humanista indican que un sistema para contar votos, por muy complejo que este pueda ser, no puede estar por encima del futuro de un país. Y menos que los políticos nos lleven al despeñadero sin una evaluación técnica que los mejores especialistas puedan acordar. ¿Ustedes no creen que bien vale la pena al menos sentarse a pensarlo? Si ocurriera ese milagro de la Unidad Técnica y se llegara a la conclusión de que es seguro un proceso como el propuesto en los actuales términos, nadie en este país objetaría los resultados electorales. Pero si ocurre lo contrario, tampoco nadie en su sano juicio iría a unas elecciones con un sistema de sumar votos técnicamente inseguro, con todas las consecuencias que esto pueda tener. Nunca es tarde para discutir el país. Aprovecho la ocasión del Foro del Grupo La Colina el sábado 21 de julio, y adonde probablemente asistirán todos los protagonistas de esta controversia técnica, para preguntarlo…