27/7/12
Hugo Chávez cuando condena todo lo pasado como malo, es para que nadie se atreva a darse cuenta de las cosas buenas que teníamos y que perdimos, ni que nadie piense en las cosas que estábamos por resolver y que ahora estamos peor que al principio. Resulta que el cuento de que en el pasado había “exclusión” es pura paja, hoy en día, si no eres chavista, no tienes derechos, y si eres chavista, la verdad tampoco.
Con el tiempo entendí que su opinión es el campo de batalla, que Chávez nos gana con su capacidad de confundir. Por algo, en el recuento de nuestras luchas, las “victorias” terminaron siendo terribles derrotas porque siendo víctimas, el régimen nos convierte en victimarios. O cosas como cuando nuestras marchas pacíficas eran agredidas por los chavistas, Chávez nos acusaba, mientras los medios (por cierto, no oficialistas), venían y decían en su cobertura: "los enfrentamientos en la marcha opositora". Y no que “los chavistas atacaron a la oposición”. Que son dos cosas distintas.
Así funciona su manipulación. Podría explicar, próximos a otras presidenciales, ese fervor electoral de figuras connotadas de la oposición, incluyendo a personas muy sagaces. Lamentablemente, se resisten a plantear con honestidad que el sistema electoral sigue tan proclive al fraude y prefieren ese protagonismo a las opciones de reconocer que no tienen el coraje de pelear con el régimen como hace falta. De esa forma soslayan lo importante, para luego batallar contra las hojas y no contra la raíz del árbol. Por eso se sostiene el régimen de Chávez.
Aquí es donde encaja lo expresado recientemente por la profesora universitaria Colette Capriles, en su artículo del jueves 19 de julio 2012, la matriz de opinión del llamado grupo La Colina:
“…la agitación irreflexiva de quienes, traumatizados aún por la experiencia de 2004 (como si no hubiera habido resonantes victorias en 2007 o en 2010), pretenden condicionar la estrategia de campaña y la opinión pública con el discurso del fraude electoral…”
¿Verdad que amerita ser refutado? De forma muy breve, de ¿“resonantes victorias”?. Tan sencillo como que el régimen necesitaba guardar más las apariencias que de costumbre; pero de todas maneras, por favor, entendamos que la legitimidad que unas elecciones le dan al régimen, exige que el régimen pague un precio: el de reconocer una derrota como en el consultivo del 2007, o el de dejar para la oposición un repele de diputados como en el 2010. Y ese “precio” es pequeñito, así que no hay mucho que ganar. Lo peor de todo, es que es el régimen, y no nosotros, quien elige cuál es el repele, y cuáles son los de la oposición que más les convienen.
Así funciona su manipulación. En definitiva, a día de hoy, una oposición entre dos opciones: a) participar en unas elecciones en que el régimen puede garantizar los resultados, b) pelear el problema fundamental que el régimen de Chávez ha pervertido todas las instituciones. Con estas dos opciones, el régimen logra que la oposición se divida en dos partes: figuras políticas y sus seguidores que en su afán de protagonismo no van a reconocer la futilidad necia de insistir en elecciones en un marco institucional completamente pervertido, versus las personas que se dan cuenta de la futilidad. El resultado neto es que las fuerzas democráticas con la influencia de gente como los del grupo La Colina no logran nada más que relegitimar al régimen.
"La Gran Toreada de 2012", pues. Como las corridas de toros, es un espectáculo que todo el mundo (excepto quizás el toro) sabe como va a terminar, a menos que el torero se equivoque...
Quiere decir entonces, que aun no se ha entendido, que para ganar nuestra lucha, para lograr la victoria, para poder hacer valer nuestra voluntad, hay que minimizar el efecto que la manipulación de Chávez ocasiona en nuestro bando.