30/9/12
MVL aprovecha una semblanza que hace del filósofo Karl Popper para introducir un libelo antiisraelí, publicado originariamente en el diario El País de Madrid y luego reproducido por El Nacional de Caracas, el 18-09-12.
Dice que KP se opuso al sionismo y siempre pensó que la creación de Israel fue “un trágico error”; como no da el menor indicio de cómo podría corregirse ese trágico error, su artículo impone preguntas ineludibles y no menos inquietantes respuestas.
En el momento actual en que se cierne sobre Israel y sobre los judíos en general una amenaza existencial, no puede evadirse la necesidad de darle respuesta a estos libelos difamatorios, porque no hacerlo contribuye a consolidar unos estereotipos incorporados al lenguaje común y que se aceptan sin discusión, como si fueran una verdad revelada.
Citando a KP escribe MVL: “Inicialmente me opuse al sionismo porque yo estaba contra toda forma de nacionalismo. Pero nunca creí que los sionistas se volvieran racistas”; frase que ya sería imperdonable en KP, tanto más tiene que serlo en MVL que sabe que ese libelo fue abandonado incluso por la Conferencia de Durban; no obstante, vuelve al dale que dale del racismo para difamar al sionismo.
Luego continúa con sus propias palabras: “Pensaba entonces que los judíos debían integrarse a las sociedades en las que vivían, como había hecho su familia, porque la idea de ‘pueblo elegido’ le parecía peligrosa. Presagiaba, según él, las visiones modernas de la ‘clase elegida’ del marxismo o de la ‘raza elegida’ del nazismo.”
Una sorprendente constelación de mentiras. Por un lado, porque el pueblo elegido lo es de Dios, lo que es inconcebible en el marxismo que es ateo y nunca utiliza (ni siquiera existe en su lenguaje) la expresión “clase elegida”, como tampoco en el nazismo existe ninguna “raza elegida” por nadie, pues la conciben como una potencia de la naturaleza que se expresa en la voluntad; pero por otro lado, aquella “sociedad de santos” en miles de años no ha exterminado a nadie, como sí lo hacen en brevísimo tiempo comunistas y nazis. MVL hace una transposición de palabras para inventar un paralelismo injurioso.
Su exposición no guarda ni siquiera la menor consistencia interna. Unos párrafos más adelante, sin solución de continuidad, afirma que KP, en su remoto refugio, “se iría enterando de que dieciséis parientes cercanos suyos –tíos, tías, primos, primas-, además de innumerables colegas y amigos austríacos de origen judío, como él, y perfectamente integrados, serían aniquilados y morirían en los campos de concentración, víctimas del racismo demencial de los nazis”.
De manera que la recomendación que MVL le atribuye a KP, de que los judíos debían integrarse a las sociedades en las que vivían, no parece haberle servido de mucho a los que la siguieron, incluyendo a su familia, que “se había convertido al protestantismo dos generaciones antes de que él naciera en 1902”; a menos que no deban tomarse en serio las recomendaciones de KP, de MVL, o de ambos.
KP, como MVL, fue marxista en su juventud y su ruptura con esa ideología sobrevino por razones estrictamente personales o, mejor, temperamentales: resulto ser un militante insoportablemente cobarde. La revelación le sobrevino el día en que sus camaradas lo llevaron a asaltar una comisaría en Viena. Entonces tuvo un ataque de pánico y decidió que una ideología que podía llevarlo a una situación tan inconfortable no podía ser correcta. Desde entonces se dedicó a combatir al socialismo con la misma devoción de converso que animó a MVL.
KP también tuvo su contrafigura en Ludwig Wittgenstein, como MVL la ha tenido en Gabriel García Márquez, contra quien siempre estaba cazando riñas filosóficas, sin que éste nunca le hubiera hecho el menor caso; pero mientras Wittgenstein se enroló como voluntario en la artillería austríaca para ir al frente de batalla y durante la segunda guerra mundial sirvió como voluntario en un hospital de Londres, KP huyó al lugar que le resultó lo más alejado posible ¡a Nueva Zelanda!
A veces, los novelistas ponen en boca de sus personajes palabras que ellos quisieran decir o proyectan en ellos sus deseos y temores más profundos; así MVL pone en boca de KP ideas que con toda honestidad podrían atribuírseles a él, puesto que no las cita para criticarlas, al contrario, usa la autoridad de KP para respaldar sus propias ideas respecto a Israel y los judíos en general.
Lo manifiesta en numerosos artículos y conferencias, pero siempre de un modo ladino, que exige del lector una mayor atención y cierta pesquisa para descubrir el mensaje subyacente, como en esta semblanza de KP, que a lo mejor algo dijo éste; pero es MVL quien lo aliña y sirve a los lectores dominicales de El País y El Nacional.
Como sea, el hecho es que sus artículos son utilizados por los enemigos de Israel como panfletos acreditados por un autor no burdamente antisemita y que inspira asentimiento y cierto temor reverencial.
Son alimento para los prejuicios arraigados de antisemitas vulgares, esa gente que dice no abrigar odio en su corazón, pero cree en la conspiración judía mundial, el lobby judío que maneja la política exterior de Washington, que controlan las finanzas del globo, los medios de comunicación y que de un modo oscuro y silencioso “nos están jodiendo”.
Es como dar piedras al enemigo, cuidándose de no ser acusado de haber lanzado alguna.
LA CORRECCIÓN POLÍTICA INCORRECTA
MVL fue de izquierda radical en su juventud, como es usual en Latinoamérica, para luego convertirse en un campeón del liberalismo, la economía de mercado y la libre empresa. Para sorpresa de todos, ahora se convirtió en el nuevo mejor amigo de Ollanta Humala, nacionalista, militarista, racista: todo lo que MVL objetaba, líneas arriba.
¿Cómo es posible que apoyara al candidato socialista contra la liberal Keiko Fujimori? Por el odio visceral contra su padre, Alberto Fujimori, el irreconciliable rival que frustró su aspiración a convertirse en presidente del Perú en 1990. La pasión personal puesta primero y por encima del interés nacional.
Así, MVL dice haber sido amigo de Israel y habitualmente comienza su discurso haciendo profusión de fe en esa vieja amistad; pero va cambiando de dirección al soplo del viento de la opinión pública, sobre todo de España, país que se encuentra a la vanguardia del antisemitismo europeo, hasta el punto que ya resulta indigesto tragarlo.
MVL apenas cuelga de la hebra de paja de unos cuantos judíos que, dentro de la gran diversidad de la sociedad israelí, han devenido en defensores de la causa árabe-palestina diciendo que ellos son “los justos” de Israel y quienes representan sus verdaderos intereses, mejor que la mayoría del electorado y sus líderes representativos.
Su visión del conflicto, como de sus causas y evolución futura reproducen todos los clichés y lugares comunes de la prensa europea, fuertemente sesgados, que son hoy predominantes en la opinión pública promedio o menos documentada.
MVL llama “colonos” a los judíos en su propia tierra de Judea, Samaria y Jerusalén, cayendo en el exabrupto de tomar a un Estado tan pequeño como Israel como una potencia colonial, uno de los mitos de los Frentes Árabes de Liberación Nacional.
Con mucho más exactitud podría llamarse “colonos” a los blancos en el Perú, tanto más a MVL que adoptó la nacionalidad española. Resulta repugnante que haya españoles que pretendan endosarle su pasado colonialista a Israel que es una república que jamás ha colonizado a nadie.
A estas regiones las llama “territorios ocupados”, que Israel invadió en 1967, siendo que los tales territorios estaban bajo del dominio de Jordania, por un lado, y Egipto en la Franja de Gaza. No había allí ningún estado árabe-palestino que pudiera ser “ocupado”.
Y este es un punto crucial. Según la doctrina que todavía se enseña en la universidad, la ocupación es una relación entre estados soberanos, uno de los cuales, el estado ocupante, ejerce ciertas funciones administrativas y de policía, pero no la soberanía territorial, que conserva el estado ocupado. Esta doctrina permitía explicar la situación jurídica de la Europa ocupada por Hitler, sin extinguir los estados soberanos europeos bajo ocupación alemana.
Resulta evidente que una situación de ocupación es incompatible con la reivindicación simultánea de crear un Estado nuevo que, por definición, no existe todavía. Si el tal estado árabe-palestino no existe, por lo que se está solicitando su creación, entonces ¿cuál es el estado soberano que está bajo ocupación? Esto parece una cuestión bastante obvia, pero personas ilustradas repiten la propaganda, dictada por la conveniencia política, en desmedro de la verdad.
MVL como algunos judíos de buena voluntad se conmueve por la situación miserable de los árabes en estos territorios, por supuesto, acusando a Israel de toda esa miseria. Pero hay multitudes miserables en todos los países árabes o, mejor dicho, en todos los países de Asia, África y América latina, sin que parezca que Israel tenga nada que ver con eso; lo curioso es que no se acuse a nadie más, en esos casos no hay culpables.
Por aquí podríamos seguir, con el riesgo de hacer esta lista interminable, porque MVL no escatima en protestar por la “limpieza étnica”, el “apartheid”, etcétera, pero sin condenar a Serbia o Suráfrica, sino a Israel. Baste decir cuál es el quid de la cuestión: respecto de Israel jamás se procede según la doctrina general y los parámetros que se le aplican a Israel no son aplicables a más nadie.
Por ejemplo, se admite a los árabes-palestinos en la UNESCO con el argumento de que tienen derecho a un estado propio, a estar representados, con el mismo derecho que todos los pueblos del mundo, etcétera; criterios no aplicables a vascos, norirlandeses, corsos, kurdos, chechenos, tamiles, tibetanos, ni ningún otro pueblo, ni a las respectivas potencias “ocupantes”.
Israel y los judíos son un eterno caso de excepción.
LA PALESTINA ILUSORIA
Se observa una rara unanimidad sobre la necesidad de establecer un estado árabe en palestina, en que éstos serán prósperos y felices, como no son los árabes en ninguna otra parte. Éste se prefigura democrático, pluralista, laico, liberal, según los estándares democráticos europeos, o sea, todo lo que no es ninguno de los restantes estados árabes.
Existen 21 estados árabes y solo un estado judío, no obstante, el estado árabe número 22 debe nacer exclusivamente a expensas del minúsculo territorio de Israel; ningún estado árabe de los ya establecidos cede ni un centímetro de sus territorios para aportar a la solución de los árabes procedentes de palestina; como sí ha hecho Israel respecto de los judíos expulsados de los países musulmanes, o mejor, de cualquier parte del mundo.
Esta no es una cuestión baladí: En los mapas de la Liga Árabe aparece el estado árabe de Palestina, cuya capital es Jerusalén, ocupando todo el territorio e Israel no aparece por ninguna parte. Para la Liga Árabe, Israel no existe. Ahora sólo les falta imponerle esa visión al resto del mundo, a fuerza de propaganda, presión y petrodólares.
MVL no nos explica porqué el futuro estado árabe-palestino con que sueña debe ser judenrein; porque si hay millones de árabes viviendo en Israel, ¿por qué ningún judío puede vivir en un país árabe? ¿Por qué el asentamiento en Judea, Samaria y Jerusalén es un delito sólo para los judíos, pero no para los árabes, si en verdad se tratara de territorios en disputa? ¿Por qué este supuesto delito internacional no está contemplado en ningún otro territorio ni para ningún otro pueblo en el mundo?
Esta es la tragedia de los judíos de buena voluntad que acompañan a gente como MVL, que si sus aspiraciones llegaran a realizarse, no habría espacio para ellos en el hipotético estado árabe-palestino. Estos buenos judíos han adoptado la solución de los “2 estados” cuando deberían decir con más propiedad “22 estados”, a la postre, están suscribiendo la política árabe de esconder un camello debajo de la alfombra.
Se consuelan creyendo que sólo resta resolver un pequeño problema con los árabes-palestinos y se olvidan del resto del mundo árabe, que mientras no acepte la existencia de Israel no habrá solución posible y ningún liderazgo árabe-palestino podrá firmar nada a espaldas de este mundo, del que deriva su peso inconcebible en la esfera internacional.
Por lo pronto, Israel es el único país cuya existencia es cuestionada a diario, pública y abiertamente, por todos los medios de comunicación, por voceros muy acreditados y alabados, sin objeción ni resistencia aparente.
Al menos este último punto puede cambiarse y estamos obligados a cambiarlo.