3/12/12
La fractura de la mano derecha me impidió escribir en su momento sobre un asunto tan triste como lo fue el hacer que la gente se ilusionara con ganar las presidenciales. Y es lo que me duele, que la gente se ilusionara, porque estas pasadas elecciones del 7O no podían tener otro resultado.
Aquello de crucificar y censurar a quienes se plantaron a luchar en solitario sin apoyo alguno para hacer posible participar en un proceso confiable, y hacerse de la vista gorda y hasta mostrarse complaciente con el organismo electoral descaradamente parcializado y dependiente, eso de hacer creer alegremente que ganaría el candidato de la llamada unidad, mostró la verdadera cara de esa dirigencia opositora que nos gastamos, la oposición que le gusta a Chávez, y les diré por qué.
Se tenía que combatir a tiempo el fraude con intensidad máxima, lo dije en otra publicación en este mismo medio, y previo a las elecciones. Por lo menos decirle a la gente sobre la situación era lo decente. No hacerlo entonces, quería decir dos cosas para mí:
1) Se soslayó el tema que si de alguna manera la oposición gana las elecciones, la oposición no tendrá forma de "cobrar" la victoria.
2) Que también se soslayó la larga historia de precedentes, incluyendo el revocatorio del 2004 y el consultivo del 2007, en que el régimen hace lo que le da la gana con las elecciones, literalmente.
Tiene que disgustar, que estas dos omisiones resaltarán en esa carta -preciso traerla a colación-, del rector del organismo electoral CNE, Vicente Díaz, cuando le escribió a Carlos Alberto Montaner, porque el escritor y analista en su artículo “Chávez y la trampa que se avecina” expuso sobre lo expresado (acertadamente) por Eric Ekvall, una persona reconocida en la materia del fraude, a quien si vimos (al igual que a otros amigos como Ludwig Moreno, etc., etc.), en la pelea incansable por lograr condiciones electorales aceptables.
Un párrafo de la carta del rector Díaz eminentemente patético: “Decir que si no pasa lo que uno quiere que pase es porque hubo fraude es, como le dije, por lo menos una ligereza que en nada contribuye a la gesta que se libra en Venezuela”.
Daba para pensar que sólo había el propósito de justificar a ultranza la participación en esas elecciones, y no el de ganarle a Chávez, que es lo que aspiraba la gente. Para empezar, cabría plantearse la disyuntiva: a) o estamos en una democracia imperfecta, pero en la que por lo menos se puede negociar; o b), estamos en un país sin Estado de Derecho.
Resulta inaceptable que a estas alturas ahora con unas regionales el 16D, todavía pretendan hacernos creer que este es sólo otro gobierno malo del montón, que se derrota con “elecciones convencionales”, es decir, sin trampa, pues.
Ni siquiera pudimos contar con el compromiso de un candidato dispuesto a exigir unas elecciones limpias, pasa que ese sector de personas como él, como el rector del CNE, los de la Mud, los de La Colina, en fin los Aveledo, los Teodoro, todos esos, pertenecen a esa clase política tradicional que simplemente no sabe qué hacer, y por eso siguen haciendo lo único que han hecho toda la vida: politiquear como si estuviéramos en democracia. Empeñados en no corregir su estrategia engañosa, en disfrute de los privilegios que da esa condición -la de llamarse opositores-, que les da el plan de oponerse en términos tan cómodos, o negociando. Haciendo cosas que saben que son inútiles, porque las que pudieran servir de algo son difíciles.
A día de hoy continúan en la insistencia de plegarse a la farsa electoral, con el cuento de ganar los llamados “espacios’’ en las regionales, apuraditos defendiendo los carguitos a gobernador. A bajarse de esa nube aunque algunos podrán ser favorecidos por Chávez para poder decir al mundo que en su régimen los opositores ganan elecciones, con la implantación del estado comunal no quedará vivita gobernación alguna.
Más parecen colaboradores de Chávez que opositores. En definitiva, así es la oposición que le gusta a Chávez.
Como el toro que embiste el siguiente pase de muleta, y sale Chávez, el torero, a clavarle otra estocada más y lucirse en el mundo como el gran demócrata.
Por cierto, me recuerdan la sabiduría maquiavélica de un gran presidente de los 40 años, Rómulo Betancourt, la de asegurarse de tener la oposición que le gusta, estratagema que Chávez ha aplicado con genialidad. Lo digo porque he estado revisando las condiciones políticas en el mundo, y no veo otros ejemplos.