19/3/13
El equilibrio ha sido un punto buscado en muchos períodos y por muchos pensadores. No ha faltado quien hable de alejar la afectación por las alegrías y las penas o de conformarse con lo que se tiene, esto es, alejarse de las emociones desproporcionadas. Es lo que se ha denominado el Aurea Mediocritas y que tuvo un punto culminante en los poemas de Horacio.
No es ese el concepto que manejamos en política. En este campo lo entendemos como juicio peyorativo. Mediocre es el que se mantiene en el terreno fácil de lo obligatorio. Mediocre es aquel incapaz de alzar la mirada mientras mantiene la nariz sobre la tierra.
Ya en otro texto habíamos pergeñado algún texto sobre la mediocridad política de América Latina. La definición de José Ingenieros en El hombre mediocre es particularmente grave en el terreno de lo social-político porque el espectáculo de un cuerpo social mediocre produciendo dirigentes mediocres habla de rebaños ajustados a las domesticidades.
La cultura política de las clases medias es indispensable al mantenimiento de una estabilidad democrática. Cuando dan muestras repetidas de incoherencia y desean fervientemente sus dirigentes las ratifiquen en los caminos cómodos se hacen profundamente instrumentos conservadores de lo que dicen pretender cambiar.
Los dirigentes populistas y el cuerpo social que los produce se retroalimentan en la limitación intelectual y el poder pasa a ser un objetivo per se. Los dirigentes mediocres y el cuerpo social que los alimenta, los elije y los sigue, se convierten en un pantano donde, lenta pero inexorablemente, se va hundiendo el concepto mismo de república.
Los dirigentes mediocres suelen asumir un lenguaje agresivo, insultante y lleno de consignas fatuas, uno que diversas franjas del cuerpo social asumen si no es el cuerpo social todo atribuyendo los improperios a quien los emite en una especie de toma y daca que asegura que el autor original de la agresión es el verdadero receptor que la merece.
La mediocridad política asfixia, cubre de calina cualquier posibilidad de un relámpago o de un simple hilillo de luz. La mediocridad política no puede generar convicciones elevadas ni propósitos situados por encima del ras. La mediocridad política acogota, reduce las ofertas a improperios que van desde calificativos de ignorancia al adversario –merecidos también por el emisor- , hasta comentarios morbosos sobre preferencias sexuales.
La mediocridad política es producto de un cuerpo social mediocre que lo es por un evidente fracaso de las instituciones educativas, combinada con un mensaje massmediático detestable y con una aceptación de la res publica a la cual, por largo tiempo, se miró sin prestarle la menor atención. Los cuadros dirigentes mediocres existen porque las universidades fracasaron y fueron ineptas para producir cuadros dirigentes inteligentes.
La mediocridad conduce a un debate político insustancial, secundario, incapaz de producir alguna modificación. La mediocridad hunde más en la mediocridad. La medianidad viene celebrada. Si quien se supone encarna los intereses de un sector habla más duro, grita más y lanza dardos envenenados es elevado a la consideración de héroe por actividad tan menesterosa, ya nadie puede dudar sobre las nefastas consecuencias que esa nación sufrirá.
El marketing, los asesores de estrategias, los cuadros de los partidos políticos que dominan sus organizaciones quitándoles toda labor de mediación y de instrumento del cuerpo social, las otroras instituciones intermedias repitiendo sandeces, los candidatos que no pueden hilvanar una frase completa reflejando su incapacidad de pensamiento, todos ellos, más el agregado de la tecnología actual, conforman el cuadro lamentable de la mediocridad.
Las campañas electorales no quieren ciudadanos, quieren electores bozaleados. Cuando una democracia pasa a ser no más que una votación no existe ciudadanía y sin ciudadanía no existe democracia.
Miro la campaña electoral venezolana de 2013 y no puedo hacer otra cosa que reflexionar sobre la mediocridad, en palabra muy lejana del concepto griego aristotélico o del poético latino. Mediocridad como sinónimo de asfixia.