16/4/13
La civilización se fundamenta en el derecho sagrado que tienen los pueblos de rebelarse contra regímenes ilegítimos. Los postulados de Platón y Santo Tomás; la Declaración de Independencia de EEUU y de Francia, el preámbulo de la Declaración Universal de los DDHH y nuestra propia Constitución, contienen disposiciones que reconocen este derecho.
Hemos sido excesivamente tolerantes con hechos inaceptables, y hoy llegamos a un momento decisivo de nuestra historia. Si a alguien le quedaba dudas sobre el carácter ilegítimo del régimen, los recientes acontecimientos deben servir de enseñanza final sobre esta farsa que compromete seriamente el destino de todos.
Llegó el tiempo de asumir con valentía el derecho sagrado de rebelarnos contra la mentira y llevar al país a una situación que le permita encaminarse hacia su libertad.
Observamos con beneplácito la actitud de HCR de denunciar y desenmascarar la farsa. Esto hace posible convalidar la legitimidad -con el reconocimiento internacional que conlleva- de los movimientos de resistencia nacional, que antes no podían consolidarse por el juego trancado de la política.
Es imperativo que la resistencia funcione con profesionalismo, se cohesione en un sentimiento de consciencia mundial, que abarque los cinco continentes. Los grupos deben unirse y actuar estratégicamente, firmes en la convicción de no regresar al pasado.
La ilegitimidad del régimen trasciende el hecho del voto y es importante resaltarlo. Más allá de la coyuntura electoral, la tragedia toca la esencia de los valores humanos.
Enarbolando la bandera de la dignidad, fundamentada en el derecho a la rebelión pacífica, Venezuela podrá vencer las sombras y dirigirse a un destino superior.
Estamos atrapados dentro de un laberinto sin retorno, nuestra única salida es la libertad.