14/5/13
Toda tiranía es delincuencia organizada. Toda tiranía comunista lo es más aún. Pero la tiranía comunista que se somete a otra extranjera es la más detestable delincuencia organizada, porque la suma de todos sus delitos es la traición a la patria.
Seguramente usted ha visto la película “El Padrino”. Entonces le será fácil asimilar a Fidel Castro en el papel de Vito Corleone. Era para 1.999 el jefe supremo del CARTEL CUBANO, delincuencia política organizada que dominaba a Cuba desde cuarenta años atrás. Se la había reservado como su territorio exclusivo, en el cual nadie puede meterse. Toda injerencia se la rechaza con el cuento del imperialismo.
En aquel año 99 se hizo dueño de Venezuela un pupilo suyo, que tomó posesión del país, territorio en el lenguaje de los mafiosos, haciendo una limpieza. Asesinó la Constitución, secuestró a las instituciones y compró a los agentes armados que debieron impedírselo. Montó, pues, su clan. Luego el ahora difunto fue donde Don Vito (Fidel Castro). Recuerdan la escena de la sumisión: se le besa la mano al padrino y se acuna en su pecho. La sumisión implicaba la entrega de Venezuela y su riqueza petrolera. Integrado el clan del difunto al CARTEL CUBANO dispuso Don Vito del ahijado como todo un padrino. Primero le escogió los anillos de seguridad, con la intención de cuidarlo mientras le fuera fiel y de liquidarlo si lo traicionaba.
Luego Don Vito puso a una ficha de confianza, ALÍ EL QUÍMICO, al frente de la industria petrolera. El petróleo es la droga que comercializa el CARTEL CUBANO. Es una droga porque paraliza al pueblo, al cual se le da su ración diaria en forma de subsidios o limosnas a los pobres y de negocios milmillonarios a los ricos y a los uniformados. Además esta droga compra gobiernos extranjeros, que se rebajan hasta la indignidad por un barril de petróleo o por los negocios derivados de la renta petrolera. El petróleo ha resultado ser la más destructiva droga contra la democracia, usada con este fin por el CARTEL CUBANO. Ha sido el arma de destrucción masiva de las democracias en América. El genio malvado de Don Vito (Fidel Castro) lo tuvo claro desde el principio. De allí que ALÍ EL QUÍMICO echó fuera de PDVSA a todo el que estorbara para los planes del CARTEL CUBANO. Hizo en la industria petrolera la misma limpieza de demócratas que el difunto había hecho en las instituciones políticas. A partir de allí todo fue coser y zurcir.
Como había que celebrar elecciones para aparentar ante la comunidad internacional Don Vito (Fidel Castro) tomó las previsiones del caso que su pupilo, el ahora difunto, cumplió cabalmente. Primero había que poner de policía electoral a los miembros del CARTEL CUBANO. Y a continuación hacer lo mismo con el tribunal electoral. Es como si en la película Don Vito hubiera nombrado a jueces penales y policías de la ciudad. A Mario Puzzo no se le ocurrió esta exageración porque la creyó tan truculenta que los espectadores no la creerían. Todavía cuesta que un extranjero se convenza de que esta es la realidad de la Venezuela del siglo XXI.
Precavido Don Vito (Fidel Castro) exigió la entrega del servicio de identificación y extranjería, junto con el registro civil y el registro electoral, a sus cubanos, que en delincuencia organizada son maestros. Vean por ejemplo: la defunción de un elector se inscribe en el registro civil, pero no se lo da de baja en el registro electoral y en cambio se la notifica al SAIME para que emita cédula con el nombre del difunto que portará el que votará en suplantación suya. ¿Cuántos electores mueren en un año y, sin embargo, votan en la elección siguiente? He aquí una de las razones para esconder los cuadernos de votación. Además son centenares de miles de cubanos (hay 80 mil), chinos (aviones llenos llegan días antes), colombianos (hasta Granda, el de la FARC, vota), con cédula venezolana que votan. Los expertos calculan en tres millones los electores virtuales, que no existen en verdad sino han sido inventados, lo que explica el secreto guardado de su domicilio y la jugarreta de ponerlos a votar en centros inaccesibles a la oposición. Detengámonos aquí hoy, dejando pendiente el sistema de votación y el ventajismo que lo precede.
Cuando caiga el CARTEL CUBANO, que se ha apoderado de Venezuela, habrá que hacerle un “juicio de Nüremberg”. Tal ha sido la monstruosidad de su crimen contra el pueblo venezolano, que ha perdido la soberanía nacional ante Cuba y la soberanía popular ante la delincuencia traidora organizada que elige en su nombre mediante el fraude.