27/12/13
“La justicia es lo que se revela útil al más fuerte” Trasímaco.
Es esta una de las frases más iluminadoras de la filosofía occidental. Su crudeza despierta indignación y crea desesperanza en todos aquellos que viven de espejismos creyendo en la posibilidad concreta y real de limitación del poder político y en la imparcialidad de la Justicia.
En aquellos que nunca fueron víctimas de ideales platónicos o vanas esperanzas de redención terrenal, otorga una cruda y sana percepción derivada de la libertad que solo puede emanar de un enfoque amoral de la política.
Todo gobierno instituye o trata siempre de crear una legislación acorde a su propia utilidad, convirtiendo a la justicia en la más ventajosa herramienta del poder. Venezuela no escapa a esta ley. Del gobierno procede arbitrariamente toda directriz, perfectamente articulada exclusivamente para la perpetuación del mando de sus élites.
Alrededor de este poder se tejen necesarias relaciones de vasallaje político, que tienen como única función interpretar un papel opositor.
Su existencia es de vital importancia para el régimen porque además de sustentarlo y legitimarlo en los triunfos electorales desde el año 2004, impide la labor, calla toda voz y obstaculiza el renacer de una verdadera fuerza que sea antagónica al gobierno.
El todo articulado por un discurso valorativo y panfletario de Democracia, tiene como función legitimar el poder político en la falacia del voto.
Cuando lo público pasa a ser propiedad de reyezuelos que gobiernan para su propio beneficio, como en el caso de Venezuela, se amplían las posibilidades de un despotismo sultánico, donde las personas pasan a ser esclavas y objetos para el uso del gobernante, gracias a una relación directa sin la mediación de las instituciones del Estado.
Este aspecto no representa mayor problema para la gran mayoría de individuos en Venezuela, por su inconciente o manifiesta decisión de transitar una existencia leve o vil dependiendo de los casos.
El arte del gobierno es el arte de aprovechar la ingenuidad, la debilidad y la vileza de los hombres. Es ésta otra de las frases de Trasímaco. Comentarla, a la luz de nuestra realidad, representaría una ofensa para cualquiera, por su vigencia y su sencillez, incluyendo a aquellos que dan por descontada su permanencia en el poder para siempre.