8/3/14
La palabra “diálogo” proviene del griego y se compone de dos elementos: Día y logos. Este último, significa razón, mientras que Día significa “en medio”. La palabra compuesta dia-logos significa razón entre partes, es decir, todo lo contrario de un mono- logo, cuyo significado es que la razón está de una sola parte. Para que exista un diálogo, el logos debe estar compartido dependiendo de la participación de algunas o muchas personas. En términos ideales, y más amplios, la palabra diálogo evoca cooperación y respeto interpersonal, y por lo tanto proporciona una guía para la armonía intergrupal.
De esta combinación se originó el concepto de diálogo en la filosofía griega visto como una forma de desarrollo intelectual en la que dos o más partes interactúan en incertidumbre para elevar su conocimiento.
Es obvio que el establecimiento de un diálogo, en contraposición a un monólogo, obliga a todos los participantes a argumentar sus ideas mediante el uso del razonamiento en plena libertad y conscientes de la inexistencia de una verdad revelada y/o absoluta.
La construcción de una verdad perfectible es exactamente lo contrario de una verdad de fe que acompaña a todas las creencias religiosas o ideológicas, basada por su naturaleza en axiomas indemostrables. Resulta obvio que cualquier verdad revelada que no necesita ninguna prueba objetiva, de por sí impide cualquier forma de diálogo.
Los comunistas de Venezuela y el resto del mundo, así como sus derivados socialistas, socialdemócratas y socialcristianos se yerguen sobre este dogma ideológico que argumenta, con cínica falsedad, que el bien colectivo debe prevalecer sobre el bien individual. Cuando este dogma adquiere rasgos de fanatismo religioso, como en el caso de los comunistas, el diálogo es imposible.
En dicha forma de gobierno el poder político está en manos de hombres investidos de una autoridad dogmático-ideológica, que imposibilita la libertad de argumentar razones contrarias a sus creencias. Como consecuencia se ve obstruida toda posibilidad de convivencia consensuada, pacífica y democrática.
La respuesta debe ser la rebelión para evitar la esclavitud de imposiciones arbitrarias contrarias a nuestra cultura occidental. La existencia no debe confundirse con el vegetar. Sin libertad, el hombre vegeta biológicamente hasta que lo alcanza la muerte. Para decirse vivo, para poder afirmar que su existencia es real, el hombre debe poder trascender a través de sus decisiones acertadas o erradas. Esto resulta imposible en regímenes comunistas.
El diálogo no puede existir y no existirá jamás con déspotas u autócratas como los que residen en los poderes del gobierno venezolano; lo que sería posible, con la anuencia de una pseudo y simulada oposición como la que dirige la MUD es un monólogo, donde el déspota impone sus directrices y ellos acatan servilmente por una razón muy simple: saben perfectamente que no son otra cosa que un apéndice inerte del sistema político que vivirá mientras viva el régimen.
Esos monólogos pertenecen al pasado; a tiempos donde medios de comunicación, pseudointelectuales tarifados, políticos limosneros y mercaderes de almas y conciencia interpretaban su rol titiritero.
Viendo los acontecimientos que suceden hoy en Venezuela, es evidente que el diálogo es posible, cambiando, claro está, a todos los participantes.