6/3/14
Los últimos acontecimientos nos han mostrado a la clase política y hablar de clase política es recordar al sociólogo italiano Gaetano Mosca pues fue él quien usó por vez primera tal término en la década de los 40. No nos detengamos en profundidad en la teoría de Mosca, fundamentalmente escrita para desvirtuar la tesis marxista de lucha de clases ni menos en las objeciones de los gramscianos, pero sí quedarnos un poco en su tesis de cómo esa clase se reproduce.
Pertenecer a la “clase política” es monopolizar el poder y gozar de las ventajas consecuentes. En Venezuela existe una lucha de clases, de clases políticas, una oficialista y otra “oposicionista” que centran su batalla en la conservación u obtención del poder. Los hambrientos que lo ejercen no se sacian y el hambre de quienes lo aspiran llega ya a niveles de hambruna, a pesar de que la primera procura mantenerla con sobras.
Vemos así, mientras hay más presos, mientras contabilizamos heridos y las cruces recuerdan a los muertos, como se afirma que la protesta debe dirigirse a obtener lo que bien podría llamarse “una mejor calidad de diálogo”, esto es, una negociación que implique la monopolización del poder sobre la masa oposicionista y el disfrute de las ventajas consecuentes. En esta “lucha de clases”, donde se omite por conveniencia “toda actividad” “por respeto a la otra parte”, se olvida inclusive que la presencia de mandatarios extranjeros en un país en conflicto es un simple apoyo a la parte que domina el poder del Estado, lo cual es una injerencia inaceptable.
Es menester, entonces, superar “esta lucha de clases”. Si la gente está descontenta deberá comenzar por formar en su seno una minoría que comience a actuar como agente de la deposición de las clases políticas y se ofrezca como se entiende el liderazgo hoy, no como una nueva clase, sino como vanguardia alimentadora de un empoderamiento ciudadano.
Las clases políticas en Venezuela no han evolucionado. La oficialista es una rancia de logia militar y la “oposicionista” una que sigue dependiendo de antiguallas partidistas erosionadas dónde se sigue viviendo del “financiamiento” de los dólares y de los bolívares y donde, por obvias razones, los mejores puestos son conquistados por quienes tengan más dólares y bolívares. Así se sigue reproduciendo, diría Mosca.
El país venezolano, aún turbio en cuanto a concepción política, comienza apenas a plantearse la patada en el trasero a las clases políticas que protagonizan la lucha de clases políticas. Es menester, para que esa nueva fuerza dislocadora nazca la aparición de fuentes que logren el desajuste de las dominantes. Por lo que nos toca sólo podemos hacerlo en el campo de las ideas y en la propuesta del conocimiento, aunque se produzcan en el seno del oficialismo, para pánico del flamante Ministro de la Desudecación, ascensos sociales que lo hacen temer cambien de parecer. Quizás la conjunción de elementos sea la que pueda producir los dislocamientos de unas clases políticas gobernantes, porque las dos de la lucha de clases política venezolana son gobernantes, dado que la “oposicionista” conserva lo que logra en las elecciones repetidas de dónde emana su supervivencia.
Por supuesto que de las clases políticas viene la reacción contra toda posibilidad de ser desplazadas. No les importan ni los fracasos que convierten a un país en inviable ni los fracasos de un cuerpo social que lucha desesperado, no por colocarlos a ellos en el poder, sino reconquistar lo que llaman genéricamente “la libertad”. Es más, la situación ha llegado a tal punto que los “oposicionistas” saben que una caída de la clase política a la que se opone sería absolutamente peligrosa para ellos, pues podrían emerger quienes no los llamarían a la nueva configuración del poder. Así, la comodidad de la “lucha de clases” hay que mantenerla evitando que el cuerpo social los disloque con el parto de nuevos dirigentes. Olvidan que la historia muestra la caída de las clases políticas cuando ya han dado muestras suficientes de no poder seguir ejerciendo la cualidad que las llevó al poder, léase Chávez en la oficialista, léase “democracia” en la oposicionista. Todo lo que pasa, lleno de fracasos, avances y retrocesos, ha sido intervenido, condicionado, negociado por los actores que quieren hacerse “siempre” en la vida política.