3/7/14
Los políticos son percibidos generalmente como mentirosos, de hecho, es de lenguaje común decir que es muy “político” aquel que miente hábilmente sea para alabar o para manipular a sus interlocutores. Asimismo, ha quedado sentado que la veracidad nunca ha figurado entre las virtudes políticas.
Sin embargo, el mentiroso ordinario ubica sus mentiras en un contexto común de veracidad, esto es, todavía sabe cuál es la verdad de la que se aleja en su discurso y aunque diga alguna falsedad ordena su conducta de acuerdo con hechos que sabe ciertos o, en otras palabras, no cuestiona la realidad consistente de los hechos.
El gran aporte del nacional socialismo y comunismo internacional es replantear el contexto mismo en que se inscriben las nociones de verdad y mentira, para producir una nueva realidad, un universo ficticio, que debe materializarse a fuerza de organización y propaganda.
Advirtiendo que la vida humana transcurre en medio de convencionalismos sociales y acuerdos compartidos, cuyos fundamentos se encuentran en la naturaleza de las cosas o en el desenvolvimiento histórico, tratan de tomar este punto de llegada y convertirlo en el punto de partida de una sociedad nueva, con otros valores y acuerdos prefabricados.
La tarea es descomunal y siempre se ha comprobado imposible de realizar porque la planificación estratégica de la vida social tropieza con los pormenores accidentales de la vida cotidiana en que las personas se orientan por su instinto dando soluciones de sentido común.
En este punto, la espontaneidad resulta ser el peor enemigo de la planificación; pero lo peor es que las personas pueden advertir las fachadas de utilería que ocultan la otra realidad subyacente, así como las falsedades sistemáticas de la propaganda que presenta un mundo de abundancia y felicidad sobre un trasfondo de opresión y miseria.
Hace falta muy poco esfuerzo para advertir que la construcción del socialismo lo único que consigue es segmentar la realidad, produciendo en todos los ámbitos mundos paralelos, uno, aparente, que es el que se pretende y otro, el de la cruda realidad, que se trata de ocultar, pero que es el que, al fin y al cabo, prevalece.
Podríamos extendernos en ejemplos de economía o finanzas en que la pretensión de abolir los mecanismos de mercado lo único que logra es fundar el mercado negro, paralelo, cualquiera que sea el caso; pero nos interesa concentrarnos en la política, que parece menos palmaria que lidiar para conseguir productos, fuera del mercado.
El discurso de la mentira sistemática del socialismo y comunismo va más allá de las mentiras habituales de los políticos, de la misma manera que las actividades criminales del Estado van más allá de las triquiñuelas deshonestas de la corrupción a las que nos tenían acostumbrados.
El mentiroso habitual manipula y tergiversa los hechos, pero los hechos mismos no son puestos en duda; en el totalitarismo, como corresponde, la mentira es total, los “hechos” son francas invenciones, decisiones de un comité supremo de la revolución que luego se tratan de imponer mediante una propaganda avasallante, que no puede ser contrastada con la realidad ni contradicha por nadie, porque contradecir la verdad oficial es delito.
Punto extraordinario para el derecho penal es que “contra revolucionario” sea un delito genérico, que puede ser rellenado con cualquier contenido, desde actos materiales hasta la simple opinión e incluso sentimientos íntimos que se expresan en mera actitud poco entusiasta, de vacilación o repugnancia frente a crímenes verdaderos que se presencian y de los que alguien no querría hacerse cómplice.
De manera que las acusaciones desquiciantes que últimamente se nos imponen, la criminalización, persecución y encarcelamiento de gente honesta, pueden encontrar un respaldo tan autorizado como el del propio Lenin, para quien la calumnia es una herramienta legítima en la lucha política.
Bien vista la cosa, si los comunistas y nacionalsocialistas están tan dispuestos a asesinar a quienes consideran como sus enemigos políticos, ¿por qué no habrían de calumniarlos que al fin y al cabo es un mal menor?
Porque incluso en política, quien puede lo más puede lo menos.
EL EJÉRCITO DE LA MUD
El comunicado de la MUD del 24-06-14, con motivo del Día del Ejército, puede servir de ejemplo para ilustrar lo que significa la mentira sistemática. En primer lugar, repite en forma cansona e interesada la expresión “nuestro ejército”, en el mismo sentido en que Julio Borges llama al régimen títere de La Habana “nuestro gobierno”, esto es, como los coleados en una fiesta que felicitan ruidosamente a los novios, bailan con la madrina, palmotean a los consuegros, hasta que son echados vergonzosamente por el personal de seguridad.
Desde hace años que los miembros de la MUD no son invitados a esos desfiles ni a ningún evento de carácter militar donde, por cierto, sí se puede ver a Raúl Castro, al general Ramiro Váldes y otros jefes del ejército cubano de ocupación; al extremo de que JVR denuncia que oficiales retirados han sido vistos visitando cuarteles, mismos donde se iza la bandera cubana, como si eso fuera un delito o los cuarteles estuvieran vedados a los oficiales en condición de retiro. ¿Qué no diría si los visitaran representantes de la oposición, aún la oficialista, como es un derecho de cualquier venezolano?
El ejército de la MUD es un ejército de fantasía, del que todavía puede predicar aquello de “forjador de libertades”, lo que le permite evadir el hecho de que vivimos la tiranía militar más rapaz, abyecta y cruel que jamás haya sufrido este país en casi dos siglos de caudillismo militarista.
Es un hecho completamente palmario e incontrovertible que todas las barbaridades que ha sufrido Venezuela, al punto que sea dudoso que todavía pueda llamársele República, han sido perpetradas por militares o claramente consentidas por ellos, incluso la entrega de la soberanía nacional a un concierto de países miserables encabezados por Cuba.
La mayoría de los gobernadores de estado son militares, así como los jefes de organismos públicos estratégicos, particularmente en el área financiera. Es fácil decir que en CADIVI se tragaron veinte mil millones de dólares de un bocado y olvidar que desde su fundación ha estado dirigido por militares, así como el CAEZ, el plan bolívar 2000 y un largo etcétera que no vale la pena repetir.
Esto por no hablar de los asesinatos en masa, la represión violenta de manifestaciones, el asalto a propiedades privadas que los comunistas llaman “expropiaciones” con la peculiaridad de ser gratuitas porque no las pagan, la ocupación, traspaso a otras manos y censura de medios de comunicación, las cadenas, además de delitos específicos como el contrabando de extracción e ingreso de mercaderías con pago de matraca, la explotación de oro, uranio y otros minerales nobles, el tráfico de drogas, armas, personas y paremos de contar para no abrumar.
Todo esto es posible por la intervención o connivencia de militares y no es una mera especulación, porque cada vez que ocurre algún incidente que salpica a la opinión pública antes de ser silenciado asoma la mano alguna personalidad o empresa vinculada al sector militar.
Seguidamente el comunicado de la MUD se concentra en la sentencia 651, que pretende autorizar la participación de militares activos en manifestaciones y proselitismo político, lo que no hace sino confirmar un hecho cumplido, porque ya hace tiempo que los distintos componentes están involucrados abiertamente en esas actividades; pero lo hace de una manera falsa y truculenta.
Toda la atención la centra en un supuesto “magistrado ponente” que estaría ofendiendo a las FFAA con sus dichos, argumentaciones y pronunciamientos; siendo un hecho monumental e imposible de ignorar que estos magistrados no deciden nada sino que cumplen ordenes que vienen del comando supremo de la revolución.
Esto no es ninguna ofensa y ni siquiera causa sorpresa porque lo dicen y repiten los mismos magistrados, para lo que nos ahorramos recordar el affaire del general Eladio Aponte Aponte o el muy anterior de Velázquez Alvaray, basta citar a la presidente del TSJ diciendo que la división de poderes debilita al Estado y advertir que da lo mismo ser cónsul o directivo del CNE que magistrado.
Una legión de jueces disidentes, huidos al exilio, presos o simplemente destituidos de sus cargos, han declarado de manera que ya resulta fatigosa que las supuestas sentencias les son llevadas por motorizados en sobres cerrados y que los mentados jueces se limitan a firmar, a veces sin leerlas, probablemente para sentir menos escrúpulos al visar unos panfletos que ni siquiera están redactados en un lenguaje medianamente jurídico.
Pero la MUD insiste en legitimar los poderes de fachada y negar tercamente al Estado paralelo, que es el que detenta el poder real, del que aquel otro no es sino un deslucido vocero, cada vez más lastimoso, porque es despreciado por sus amos de una manera humillante.
Lo que hay es un partido militar, que utiliza a las FFAA, exactamente como dicta la doctrina del comandante eterno, para citar sus palabras textuales: “como condones”.
LA PRUDENCIA COMO VALOR
Finalmente, la MUD inventa el valor militar de la prudencia. Esto es una mentira suprema porque la prudencia no ha sido nunca, no es ahora y seguramente no será jamás un valor militar; salvo la que corresponde a cualquier ser humano como virtud práctica para tomar decisiones.
La prudencia es el valor político par excellence, como lo reseñan todos los autores desde el origen de la ciencia política, así como ahora se la considera esencial al Derecho (véase, El Derecho Como Prudencia, María Luisa Tosta, UCV, 2009).
De Aristóteles para acá, lo propio del prudente es deliberar, sopesar aquello que es más provechoso para sí mismo, aunque también para el bien común. La prudencia es inseparable de la deliberación, que es precisamente lo que los militares no pueden hacer en su ejercicio profesional, porque se opone a la disciplina, obediencia y subordinación, que sí son valores militares consagrados en la Constitución.
En este punto la MUD se separó del texto constitucional introduciendo este nuevo supuesto valor militar de la prudencia, con graves implicaciones porque la constitución anterior, la de 1961, decía que las fuerzas armadas nacionales forman una institución “apolítica, obediente y no deliberante”, expresión que suprimió expresamente la constitución de 1999, con la intención de politizar y hacer deliberantes a las FFAA.
Esta incongruencia conceptual ha conducido a las contradicciones prácticas actuales, porque se pretende asumir que los militares siempre han tenido preferencias políticas, en tanto que ciudadanos; pero deben ser apolíticos en su ejercicio profesional, derivando a la circunstancia de hecho de la formación de un partido político militar, lo que amenaza la unidad interna de la Institución.
Es conveniente recordar que el establecimiento de la imparcialidad de las FFAA como institución esencial del Estado se hizo en provecho de las FFAA, no en el de la sociedad civil, tratando de salvaguardarlas de la diatriba política, porque siempre que se han adherido a un régimen, cuando se impone la necesidad de cambiarlo, las FFAA se ven amenazadas en su integridad. Si ahora pretenden adherir existencialmente un proyecto político, por añadidura comunista y antinacional, tanto peor para ellas.
Serían dignos de estudios los casos recientes de FFAA que han sucumbido junto con sus líderes carismáticos como Muammar Kadafy, Saddam Hussein y el menos carismático Bashar Al Assad, mientras que otras han sabido guardar distancia, para preservarse ellas mismas como instituciones trascendentes a cualquier persona o partido. Está por verse qué harán las FFAA cubanas tan comprometidas con la tiranía de Castro, si seguirán el camino de Damasco u otro más propicio.
Así como en el chavismo militan algunos intelectuales, si puede dárseles ese título, también la MUD tiene su ala luminosa, por lo que es evidente que éste no es un desliz o inadvertencia al escribir, porque se ve que en este comunicado dirigido al ejército han escogido cuidadosamente las palabras.
Al postular un supuesto valor militar de la prudencia (cosa que no existe), en realidad están reivindicando el carácter político y deliberante de las FFAA, contradiciendo la formulación de la constitución de 1961 y tomando partido por la concepción chavista, de unas FFAA inmersas en la controversia política, no como árbitro de última instancia, sino como parte interesada.
Así, aparentando una postura opositora, en realidad se revelan como lo que son, parte coadyuvante del régimen, pero de una manera sibilina y mentirosa, según sus propias palabras, “al creer que los venezolanos somos ingenuos”.
El final es un desaguisado completo: “No es una decisión prudente. No es una decisión militar. No es una decisión profesional. No es una decisión acorde con la Constitución”. Si están hablando de una supuesta decisión del TSJ, ¿por qué tendría que ser una “decisión militar”? Aquí parece que los traicionó el subconsciente, esto es, revelan de donde partió realmente la decisión.
Dicen que más fácil se agarra a un mentiroso que a un cojo; pero cuando la mentira es total, ellos se agarran solos.