7/7/14
La Libertad se conquista y se ejerce; si no se defiende, ella se pierde.
203 años después de haberse firmado el Acta de Independencia de la República, nuestra Venezuela es ahora súbdita del régimen más esclavista del continente americano: el castro-comunista. Esta realidad innegable hace lícita nuestra acción y nuestro verbo en favor de la propia dignidad, de la propia existencia.
Francisco de Miranda fue el hombre que inspiró la gesta más heroica que Venezuela haya vivido. Su carácter y su manera de concebir al hombre son rasgos que nos inspiran también ahora. La dureza procurada por tantos años de lucha contra los decadentes, nos coloca a la altura del momento histórico que estamos viviendo. Por ello, estamos resueltos a dominar a la suerte, haciéndola favorable a nosotros a pesar de su fiereza y de la existencia de su aliento aún dentro de la muchedumbre.
Somos los protagonistas de un giro tan fuerte, que casi ningún país del planeta ha conseguido vivir semejante transformación en lo que va de siglo: no estamos promoviendo el cambio de un gobierno por otro, sino el cambio radical del sistema político que hoy rige en la República – y que amenaza con aniquilarla. Estamos viendo fenecer a buena parte de la cultura decadente de Venezuela, con la transformación de su pensamiento político; esto incluye la redimensión de los límites de la acción del Estado, y la generación de un vuelco en la relación entre el hombre y el mismo Estado.
Estamos viviendo una época en la que finaliza la tiranía del vulgo, para entrar en la época del gobierno de los virtuosos, de los hombres nobles… de aquellos que rompen con el paradigma de las clases sociales, a través del paradigma de las clases de hombres: los que viven y los que vegetan.
La época de las masas, dependientes del Estado y clientes del demagogo de turno, está desmoronándose, – ya que cada vez irrumpe más nuestro pensamiento político entre los venezolanos.
La Libertad, ella nos ha juntado para emanciparnos de esa perversa manera de existir que enarbola el hombre-masa. El proceso de emancipación que estamos gestando es un rayo de luz que ciega a los cansadores de hombres: a esos que han hecho de la vida una pesadez perenne, sin propósito, sin valor. Por lo mismo, ellos andan ahora sin rumbo.
El dolor es mero preludio a lo divinamente grandioso. La virilidad de nuestra épica fuerza está dando lugar al parto de una nueva civilización, la más libre del continente americano. Estamos a punto de ser testigos y partícipes del Renacimiento de la República de Venezuela.
En nuestro Escudo Nacional volverá a figurar la franja en que se lee «Libertad», debajo del caballo que la simboliza. Las notas del Himno Nacional volverán a arrullar a los niños guerreros que defenderán esta tierra cuando sean adultos. La Bandera Nacional volverá a ser el ropaje que nos distinguirá ante el mundo como una Nación de héroes; de hombres que ejercen su Libertad, y que no permitirán ser dominados por ningún régimen que la menoscabe.
El valor -el coraje-, ha sido la herramienta con que se ha escrito la historia del hombre. Nuestro valor está escribiendo el prefacio a la Venezuela Futura, haciendo correr a la vergüenza lejos de los hombres, desligándolos de los serviles moralismos de nuestra época para liberarlos.
Despojado de la “justicia” de los débiles, de la ley de los incorregibles, de los enamorados de lo mediocre y de los despreciadores de la naturaleza humana, camina el hombre pleno hacia la cima de la montaña que lo conecta con su nuevo mediodía.
¡Libertad o nada!