5/3/17
La Cátedra de Negociación Para la Toma de Decisiones del postgrado de Derecho y Política Internacional de la Universidad Central de Venezuela a cargo del profesor Rafael Tosta Ríos, ha puesto el foco de su atención en el conflicto sirio, como una clave para comprender no sólo la situación internacional en general sino la muy particular de Venezuela, que nadie entiende.
La historia contemporánea de Siria puede relatarse a partir de una traición. Si quiere dársele un tono romántico (todas las historias de traición son irremediablemente románticas) podemos remontarnos a Thomas Edward Lawrence, el mítico Lawrence de Arabia: Gentleman británico, arqueólogo, escritor, adicto a la arquitectura medieval, una suerte de Indiana Jones de la vida real, embutido en glamorosas túnicas de beduino.
La promesa rota es el “Compromiso Mc Mahon”, basado en la correspondencia de 1915 entre el comisionado de Su Majestad en El Cairo Sir Henry Mc Mahon y el Jerife de La Meca y Medina Hussein Ibn Alí, de “reconocer y apoyar la independencia de los árabes en todas las regiones dentro de los límites exigidos por el Sheriff de La Meca”, que incluyen “Damasco, Homs, Alepo y Hama”, una vez que fueran expulsados los turcos, mediante el apoyo de la Rebelión Árabe.
La verdad se reveló en el Pacto Sykes-Picot de 1916, sensacionalmente publicado en Rusia por los bolcheviques en noviembre de 1917, por el que se dividía el oriente próximo entre Gran Bretaña y Francia, quedando Siria del lado francés.
El hijo de Hussein, Faisal, alentado por Lawrence, entró en Damasco el 1º de octubre de 1918, adelantándose a los aliados; pero fue incapaz de formar un gobierno creíble. Peor tratado en el Tratado de Versalles, fundó el efímero Reino Árabe de Siria que sólo duraría entre mayo y julio de 1920, antes de ser echado de allí por los franceses.
No obstante, fue entronizado por los británicos como Rey de Irak en 1921, hasta su muerte en 1933. Y su hermano, Abdalá, Rey de Jordania, donde continúa su dinastía.
El profesor Rafael Tosta Ríos trae a colación que la contraparte de Lawrence de Arabia, Bey (General) de las tropas turcas que enfrentaron al ejército británico en el Sinaí, fue otro aventurero de novela, el venezolano Rafael de Nogales Méndez, quien nos dejó un libro testimonial, “Cuatro años bajo la media luna”; pero él merece un artículo aparte.
Los caminos de la historia son misteriosos, como los designios de Dios.
INDEPENDENCIA A GOLPES
Siria sólo pudo lograr su ansiada independencia de Francia después de la II Guerra Mundial, el 17 de abril de 1946. Por esos años Michel Aflaq y Salah Bitar fraguaron el Partido Árabe Socialista BAAZ, fundado en 1947.
El programa ideológico de este partido configura la política siria y quizás la de todo el Medioriente hasta nuestros días. Sus principios son: El panarabismo, la unión de toda la nación árabe. La personalidad árabe, supremacía de la etnia árabe. La misión árabe, su retorno a la Historia Universal, enfrentada al colonialismo europeo. A lo que se agrega el nacionalsocialismo y, last but not least, el antisemitismo.
La configuración del nacionalismo sirio y la doctrina de sus fuerzas armadas han sido influenciadas por las sucesivas derrotas ante Israel, porque una cosa es el antisemitismo doctrinario, tomado del nacionalsocialismo alemán y otra muy distinta es enfrentarse en el campo de batalla contra los judíos y perder aparatosamente.
Al principio fue la Guerra de Independencia de Israel iniciada el mismo día de su Declaración, el 14 de mayo de 1948. El primer golpe de estado ocurrió en marzo de 1949, luego, las conversaciones comenzaron en abril y el armisticio se firmó el 20 de julio. La pequeña colonia judía, de apenas treinta mil personas, fue expulsada de Siria.
Siguió un período de golpes y contra golpes hasta que la situación se estabiliza en 1953. Para entonces el Partido Social Nacionalista Sirio era el más influyente. Ocurre un intermedio con la creación de la República Árabe Unida, el 1º de febrero de 1958. Gamal Abdel Nasser es electo presidente en un referéndum con el 100% de los votos.
No obstante, en 1961 se produce otro golpe de estado esta vez contra la RAU, Siria se separa el 28 de septiembre. Se inicia otro período de inestabilidad que concluye en la Revolución de marzo de 1963.
El detonante estuvo en Bagdad, donde la sección iraquí del partido BAAZ ejecutó en febrero un exitoso golpe militar. El ala civil siempre fue reacia al putschismo, pero presto su consentimiento. El Partido BAAZ toma el poder; pero estallan desavenencias con los nasseristas que aspiran volver a la RAU.
El Comité militar de la agrupación regional siria ejerce el poder a través de un flamante Consejo Nacional de Dirección Revolucionaria, que va distanciando a la vieja guardia civil del partido del ala militarista. La rebelión de los unionistas, la resistencia de los musulmanes y el empeño en hacer una verdadera revolución socialista socavan las bases del régimen de Amin Al-Hafiz y su vicepresidente, Shibli Al-Aissami.
Esto conduce al golpe de febrero de 1966, esta vez contra BAAZ, por confabulación del comité militar del partido y la jefatura regional, con Salad Jadid, el neobaacismo, cada vez más leninista y filo soviético. La vieja guardia va al exilio para siempre; pero Saddam los reivindica, nombra a Michel Aflaq presidente honorario del partido, aunque sin poder real y recibió en Palacio a Hafiz y Al-Aissami.
Como último acto, el Movimiento Correctivo de 1970 de Hafez Al-Assad desplaza a sus antiguos camaradas y establece una franca dictadura. El partido irreconciliablemente se divide entre el ala militar y civil, por un lado, y entre Siria e Irak, por el otro. Condena a muerte a Aflaq y Hafiz en ausencia y al BAAZ de Irak como “camarilla fascista”, la misma imputación que Nasser les había hecho a ellos por 1963. Shibli Al-Aissami fue secuestrado y desaparecido en Líbano, el 24 de mayo de 2011, presumiblemente por el servicio secreto sirio.
Para que no queden dudas del carácter radical y sanguinario del nuevo régimen basta mencionar La Matanza de Hama, del 2 de febrero de 1982. Perpetrada por Rifaat Al-Assad, hermano de Hafez, que puso cerco a la ciudad por 27 días para sofocar un alzamiento de los Hermanos Musulmanes.
Con fuego de artillería redujo a escombros dos tercios de la ciudad, se estiman cuarenta mil muertos, quince mil desaparecidos, cien mil personas desplazadas; según reportajes de Al Jazeera, porque los medios occidentales nunca sortearon el blackout informativo.
En las calles de Hama se lee: “No hay más Dios que la Patria; ni más Mensajero que el Partido (BAAZ)”.
Hafez Al-Assad gobernó hasta su muerte el 10 de junio de 2000 y dejó como heredero a su hijo, Bashar Al-Assad, hasta el sol de hoy.
LA GUERRA DE TODOS CONTRA TODOS
Para este momento el país del que venimos hablando quizás ya no exista. En todo caso, nunca volverá a ser el que había sido. Es un hecho extraordinario que al cumplirse exactamente un siglo del Pacto Sykes-Picot, los insurgentes declaren explícitamente su objetivo de borrar esa línea que nunca debió existir, con la que ninguno se identifica y que ya nadie reconoce.
Pero, ¿y cuál será la nueva línea? ¿Cuáles serán las fronteras reales de esta región tan movible como las dunas y los nómadas del desierto?
Desde el noroeste, de los puertos de Latakia y Tartus hacia Damasco al suroeste, la franja mediterránea que ocupa el régimen de Bashar Al-Assad, con apoyo de Rusia, Hezbolá del Líbano e Irán.
Al norte, la zona del Kurdistán, en eterna disputa con Turquía; al sur los Drusos, con retaguardia tácita y comprensible de Israel.
Al centro-este, en la difusa frontera con Irak, lo que ocupa el Estado Islámico, ISIS, el Califato, DAESH o como quiera llamarse. Esta última denominación que acuñaron los países árabes con el propósito de negar que sea un Estado ni que tenga nada que ver con el Islam, adoptada por Francois Hollande, ha tenido poco éxito en el público occidental, bien porque es un acróstico intraducible pero también porque la prensa suele tomar los términos tal como los sirven los interesados, sin mediación ni crítica alguna.
Para complicar todavía más el panorama interviene el Ejercito Libre de Siria, una serie de movimientos insurgentes pro-occidentales, apoyados por Estados Unidos, Francia y quien sabe quién más, equidistantes del gobierno de Al-Assad y del DAESH por igual.
Finalmente, rondan los fantasmas de Al Nusra o Al Quaeda en Siria, Khorasan y los restos del ejército de Saddam, sunitas desplazados a Siria, que es difícil de determinar qué rol juegan pero algo deben jugar, vista la súbita organización y eficacia del EI, su inexplicable despliegue de recursos económicos, propagandísticos y poder de fuego.
El futuro de Siria es la balcanización, como ocurre en Irak, Libia, según el modelo visto en Yugoslavia, todos antaño regidos por líderes militares comunistas, socialistas, revolucionarios, cuyos modelos son Gamal Abdel Nasser y Josip Broz Tito, fundadores del Movimiento de Países No Alineados, el que hoy preside Nicolás Maduro, quien recibió el relevo de Hasán Rouhaní, presidente de Irán.
Los caminos de la historia son tan misteriosos, como los designios de Dios.