26/7/17
Una nación es grande en la medida en la cual la suma del amor propio que tiene cada ciudadano hacia sí mismo resulta en ese amor por los símbolos, tradiciones y principios que hacen a un país fuerte.
Venezuela tuvo todo para ser grande entre las naciones grandes, en su lugar, se optó por seguir el banal camino del facilismo, ese cáncer llamado viveza criolla, y se siguió la senda marcada por partidos políticos socialistas que produjeron las condiciones para la llegada de su pariente cercano, un sistema comunista. Pudo haber sido una sociedad honorable y virtuosa que conquistara la Libertad. En cambio eligieron ser un pueblo que suplica por comida, con las excepciones del caso.
Al día de hoy, mayo de 2017, el país casi en pleno se encuentra alzado en protestas, cuyo fin no es otro sino acabar con la tiranía y lograr la Libertad, y nuevamente, como en las anteriores olas de protestas de los años previos, la “oposición” oficial, antes Coordinadora Democrática y ahora MUD, maniobran para apagar esa llama y volver a encauzar a los venezolanos en el “carril democrático”, dándole estabilidad y legitimidad política a una revolución que no merece otra cosa sino llegar a su final.
Cuando escribí mi Manifiesto de mi emancipación de la sociedad hace poco más de 3 años, ya en mi fuero interno preveía que en algún momento dejaría mi país. Al poco tiempo, a inicios de 2014, estallaron las protestas de una salida que fue traicionada desde el inicio por la entrega negociada de los mismos convocantes, quienes reeditaron la misma traición que vivimos quienes tuvimos parte en las primeras olas de protestas contra Chávez, acaecidas entre 2002 y 2005, tiempo en el cual acaté el llamado al Derecho Natural traducido en el artículo 350 de la constitución acompañando a los oficiales que se declararon en Desobediencia Legitima en la Plaza Altamira contra un gobierno tiránico de corte comunista, lo cual, debido a la indolencia de una adormecida sociedad y la traición que vistió de democracia al comunismo, me trajo como consecuencia persecución, tortura y cárcel entre 2003 y 2004 . En este 2014 me activé nuevamente, esta vez con la experiencia de los años y experiencias vividas, buscando ayudar en todo lo que me fuera posible a esa juventud guerrera, generación de relevo, de quienes fuimos traicionados y hasta injustamente apresados y torturados por ordenes de Chávez en aquellos mencionados años transcurridos entre 2002 y 2005.
El temido Deja Vu otra vez se hizo real, y se negoció nuevamente la lucha en las calles mediante un dialogo y unas elecciones parlamentarias cuyos resultados saltan a la vista en este 2017, donde nuevamente, el ciclo del eterno retorno de la traición socialista le entrega democráticamente el país al comunismo.
Dije basta, había llegado mi hora de buscar otros destinos, otros horizontes. Había llegado el momento de buscar otra vida.
Dejé Venezuela, mi país de origen, como consecuencia de la situación político social actual, una mezcla de populismo izquierdista y falta de amor propio nacional que derivó en la toma del poder de un grupo de criminales que utilizan el socialismo como arma. Con esta arma han torturado, secuestrado y matado un país, reduciéndolo a una suerte de tierra anárquica, de tribus enfrentadas entre sí que luchan apenas por su supervivencia, sin lograr muchos entender aun que solo cerrando filas contra el socialismo podremos encontrar la senda que nos conduzca hacia la Libertad, de la mano del orden y el progreso.
Deje Venezuela, la dejé antes que llegara ese momento en el cual, con todo el dolor de mi alma, sintiera desprecio por todo eso en lo cual el socialismo transformó a mi tierra.
Dejé mi país al entender que ya no era posible para mí seguir dando todo lo que dado en la labor de buscar un despertar de una sociedad que al día de hoy insiste en mentirse. Despertar este que a estas alturas resulta tardío, según mí entender.
Dejé Venezuela, y allí quedan mis pocos amigos, compañeros de lucha, mis hermanos de la vida, seres Nobles con quienes compartí y comparto principios, valores e ideas, con quienes viví momentos de disfrute y episodios trágicos. Amigos con quienes nos unen lazos muy fuertes que solo se entienden a través de los ojos de los guerreros que ven sangre derramada, que curan sus heridas unos a otros, que recogen a sus heridos, que lloran a sus muertos, y que se hermanan a través de la confianza a toda prueba.
Pero también la dejé con la esperanza de poder regresar algún día y contribuir de acuerdo a mis capacidades en su reconstrucción.
Dejé Venezuela, y llegue a estas tierras altas de la Madre Patria. Su paisaje y su clima me sedujeron, su cultura de origen celta y la herencia del imperio romano que se perciben a simple vista me impresionan, y provocan en mi ese respeto que merece quien cuida sus valores, venera sus tradiciones y se respeta a sí mismo, como lo que en este caso es: Herederos de Occidente.
Llegué a Galicia, tierra fértil, tierra de gente noble y trabajadora, tierra de clima duro por momentos, clima que influye en el carácter de sus habitantes, duros, pero de gran corazón y buenos valores, lugar donde espero encontrar esa vida y esa paz que todo hombre de bien merece.
Hay momentos en los cuales el ser humano elije sabiamente sus batallas.
Opté por escoger la mía: la búsqueda de una vida, una vida nueva y llena de cosas dignas para ser vividas. Busqué una vida que mi país de origen me niega.
Si pudiera definir mi vida en dos conceptos, estos serían Voluntad de Poder y Voluntad de Vivir. Por lo pronto, opté por vivir.
Ex Prisionero Político de Chávez