21/10/18
JMB es el primer político brasileño en reconocer la gran responsabilidad de Brasil en la expansión del socialismo en los países de la subregión, de la que es el centro geopolítico, así como en afirmar que esta situación tiene que cambiar y va a cambiar: si patrocinó nuestra perdición, está bien que ahora auspicie nuestra salvación.
Lula Da Silva y su Partido de los Trabajadores comprometió el peso gravitacional del país más extenso y poblado de Sudamérica en su proyecto personal de crear una nueva Internacional en torno al Foro de Sao Paulo que fundó junto con Fidel Castro en 1990.
En muchas oportunidades superpuso el interés partidista por encima de la política de Estado que hasta su gobierno había caracterizado a la diplomacia brasileña, por ejemplo, basta recordar los meses entre 2009 y 2010 que Manuel Zelaya estuvo parapetado en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, introducido en una operación rocambolesca en que intervinieron vehículos y personal diplomático, para arengar desde allí a sus seguidores en un intento fallido por desestabilizar al país.
JMB declara que el Foro de Sao Paulo es un ente extraño incrustado en el país y que debe ser extirpado, una tarea que presenta como promesa de campaña para ser elegido presidente, lo que despierta tanto entusiasmo en sus seguidores como las más virulentas reacciones de la izquierda global.
Es un caso poco común en que se han invertido más dinero y esfuerzo en la campaña contra el candidato que lo que se ha puesto a favor; pero, para sorpresa de algunos, el efecto se ha revertido contra los instigadores.
Es imposible no advertir que la ola de epítetos, insultos y descalificaciones que se lanzan contra JMB son exactamente los mismos que se arrojan contra el ahora presidente Trump: machista, misógino, homofóbico, xenófobo, racista, supremacista blanco, fascista y así ad nauseam; aunque ninguna de estas cosas hayan estado jamás en su pensamiento y acción.
Por ejemplo, cuando emite su voto a favor del Impeachment a Vilma Rousseff, lo dedica “contra el comunismo, contra el Foro de Sao Paulo, a la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, a nuestras FFAA, a Brasil primero que todo y a Dios por encima de todos”.
Pero el “periodismo” de izquierda omite todo esto y se concentra sólo en el coronel, a quien acusan de aplicar violaciones como método de tortura. Acto seguido, toman esta descalificación como si fuera compartida por JMB, para quien el coronel es un héroe que se enfrentó y derrotó a la guerrilla marxista, para concluir en que JMB apoya la tortura.
Una diputada da un paso más y ya no es sólo que apoye la violación sino que él mismo es un violador; como quiera que JMB se indigna y le contesta en los mismos términos, entonces los medios lo convierten en un “agresor de mujeres”. Luego les extraña que la gente común odie las manipulaciones mediáticas y se vuelquen en contra de ellas.
O cuando la BBC de Londres lanza el bulo de que un ex-miembro del KKK se habría expresado en forma favorable a JMB (como lo hacen millones de negros, mujeres e incluso gays; pero no tienen la primera página de la BBC) censurando de paso su apoyo a Israel, éste tuvo que contestar que “para ser consistentes deberían apoyar al candidato de la izquierda al que le encanta segregar la sociedad”, porque su mensaje es precisamente el contrario, no separar negros y blancos, pobres y ricos, como hacen los comunistas.
Un candidato acusado de nazi declara que tan pronto sea elegido el primer país que visitará, como cristiano, será Israel. Promete trasladar la embajada a Jerusalem, la capital única, eterna e indivisible. Finalmente, cerrará la llamada “embajada palestina” en Brasil, una entelequia plantada por la bizarra diplomacia de Lula, a contrapelo de la tradicional sobriedad de Itamaraty.
Una curiosa coincidencia es el firme apoyo que ha conquistado JMB en las Iglesias evangélicas, que como cristianas también se identifican con Israel, tal como ocurre en los EEUU respecto del presidente Trump.
Probablemente esto se deba a su firme defensa de la familia cristiana, en oposición a las uniones entre personas del mismo sexo y la llamada ideología de género, que tiene como rasgo más sobresaliente que no admite refutación ni oposición alguna, so pena de ser declarado “homofóbico” y sufrir el linchamiento de los medios globales, que promocionan una agenda LGBTI como si fuera el centro del mundo y no llega ni al 1% de la población.
Otro punto es su diáfana oposición al aborto en defensa de la vida, lo que explica la tormenta de algunas llamadas feministas y el estigma de “misógino”, aderezado con acusaciones de desprecio y subestimación de la mujer; aunque sea imposible encontrar algún vínculo lógico entre la despenalización del aborto y la emancipación de la mujer o su equiparación laboral con el hombre.
Más controvertida es su propuesta de autorizar el porte de armas para la legítima defensa de las personas honradas, acogotadas por el acoso del hampa, generalmente mejor armada que la misma policía.
Aquí también se destaca el paralelismo con los EEUU, donde cada vez que hay un tiroteo en un lugar público con víctimas fatales, de inmediato la izquierda, a través de su monopolio mediático, desata la furia contra el porte de armas que allá tiene rango de derecho constitucional.
Es curioso que cuando los terroristas islámicos utilizan camiones para atropellar a una multitud o cuando se estrella un avión con todavía más víctimas, la izquierda no pretenda igualmente proscribir la posesión de camiones o el vuelo de aviones.
Lo cierto es que siempre se destaca la muerte de inocentes “por culpa” de las armas, pero ni se mencionan cuántas personas y bienes se han salvado gracias a la intervención oportuna de un agente armado. Como dicen los americanos, la única manera de neutralizar a unos chicos malos armados es oponiéndoles unos chicos buenos mejor armados.
En conclusión, las armas no son culpables de nada sino quienes las utilizan que pueden hacerlo para bien o para mal. Los terroristas pueden prescindir completamente de las armas de fuego y apelar a los cuchillos, como hacen en Israel y han copiado en Brasil, porque son fáciles de adquirir, difíciles de detectar y casi imposible de seguirles el rastro una vez perpetrado el crimen.
Propone sacar a Brasil de la ONU que considera un nido de comunistas, sólo habría que corregirle que también de extremistas islámicos; asimismo del Acuerdo de París sobre cambio climático, tal como hizo Trump apenas llegado a la presidencia.
JMB acusado de violento, armamentista y todos los epítetos habituales, fue quien sufrió un apuñalamiento que casi le cuesta la vida. Los medios trataron de trivializar el ataque imputándoselo a Dios que habría mandado al autor material a perpetrarlo, aunque rápidamente se descubrió que no era ningún loco sino un fiel militante del PT de Haddad.
Dejan en evidencia que lo que les molesta es que JMB ponga a Dios por encima de todos, otra batalla que los rojos jamás podrán ganar.
Luis Marín