Ramo Verde, 29 de mayo de 2019
Porque
alguna persona no quiera oír la música, no quiere decir que ésta no está
tocando. Si alguien tiene deseos muy grandes, no quiere decir que esos sean la
realidad.
La
revolución bolivariana se ha vuelto leprosa; todo el mundo le huye, el miedo a
infectarse con ella es terrible, el deterioro es evidente a los ojos de todos,
pero sobre todo cada vez que se mueve o tratan de sobreponerse pierden un
pedazo de su cuerpo y sus carnes podridas no se aguantan en su maltrecho
esqueleto y rotas articulaciones.
Siendo
esto verdad ¿qué falta para acabar de una vez con el maldito socialismo del
siglo XXI en Venezuela? El proceso venezolano está lleno de las arbitrariedades
propias de la superficialidad tropical; verdades dichas a medias, afirmaciones
no sustentadas, promesas no cumplidas, intentos no viables y sobre todo una
ceguera obtusa frente a la realidad, no queriendo ver seriamente lo que es
verdadero. Venezuela es un país formado dentro de una tradición monárquica
colonial que puso los cimientos durante
300 años de lo que somos hoy como nación, sufrimos los avatares de la guerra
civil en España producto de la invasión napoleónica, la traición de Carlos III
y lo pusilánime de Fernando VII, partiendo de la convención de Bayona nacemos
como nación independiente, nos enfrentamos al Imperio Español para lograr
nuestra independencia y sufrimos una terrible guerra civil para definir nuestro
status, condición y límites como país independiente. Lo único que fue común en
todos esos procesos, en nuestra tradición republicana y hasta el día de hoy es
el liderazgo en las diferentes coyunturas, la indispensable sustitución de un
liderazgo por otro y la definición, por parte del pueblo, de que ve en
determinado momento un líder que no sólo pueda sustituir al anterior, sino que
logre llevar al país hacia adelante. Podemos llamarlo como queramos según los
caprichos de la historia; Rey, Capitán General, Prócer, Libertador, Presidente,
Urogallo o León de Payara; en el fondo es el caudillo, somos un país que sigue
a sus caudillos y el que no quiera ver esto nunca va a entender la realidad y
su final es el fracaso, haga lo que haga y apoye quien lo apoye,
A
partir de nuestra independencia la supremacía del poder de las Fuerzas Armadas
es absoluta en Venezuela, sobre todo si acompañado por la Iglesia Católica, la
otra única gran institución que ayudó a formar a Venezuela y que mantiene la
cohesión de su tejido social y la visión de nación estructurada dentro de la
civilización occidental y cristiana.
Pretender
hacer cualquier movimiento político, social y económico, de raíz, en nuestro
país sin contar con las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica es locura propia
de quien no tiene noción de la realidad. Pretender llevar a países amigos,
grandes grupos económicos, grupos políticos y fuerzas de poder, sin mostrarles
esto, significa embarcar a quienes junto con nosotros hacemos parte de la
comunidad internacional a una frustración descabellada y que en realidad no va
a cambiar la verdad de las cosas, porque pase lo que pase y hagan lo que hagan,
terminaremos haciendo las cosas aquí, como somos aquí.
La
enfermedad de nuestra democracia ha sido penetrada por el concepto de gobierno
que junta tres elementos muy fuertes que son: la unión del caudillo con las
fuerzas armadas y con el pueblo; esta unión tiene un blindaje que refuerza la
debilidad de uno u otro elemento en determinada circunstancia con la fuerza que
puede tener cada uno de los otros. La única forma de salir de esa situación
cuando caímos en la trampa de que criminales tomaran las cabezas de esas
instituciones, es sustituyendo las estructuras completas utilizando el mismo
esquema.
El
eje principal de la estructura de poder en Venezuela es militar, por eso para
poder hacer un cambio en toda estructura de gobierno es indispensable que exista
previamente un movimiento dentro de las Fuerzas Armadas, hecho por su
reservorio moral, que descabece a la cúpula podrida comunista, corrupta y
sometida al crimen internacional de izquierda. Al mismo tiempo, estas fuerzas
armadas, restableciendo su cadena de mando sin la podredumbre comunista, pongan
orden en el país, acepten un liderazgo que los convenza y que además sea capaz
de guiar a la población.
Es
por esto que siempre hemos afirmado que el nacionalismo verdadero venezolano es
el único que será capaz de cambiar la perversa situación que vive nuestro país, es claro y es evidente
que necesitamos en esta difícil situación la ayuda dela comunidad internacional,
también es claro y evidente que necesitamos anular la acción sobre nuestro país
de grupos de poder que desde oscuras cavernas pretenden someternos para transformarnos en algo que no somos, al
servicio de satánicos poderes en una vorágine macabra. Pero todo esto lo
conseguiremos si sabemos respetar la esencia del ser venezolano, nuestras
tradiciones, civilización, instituciones y costumbres.
El
nacionalismo venezolano es el único que puede acabar con el internacionalismo
socialista en Venezuela. Tenemos las ideas, las estructuras y los liderazgos
verdaderos. Mientras tanto continua-remos viendo el juego de comiquitas junto
al folklor político y la ineficiencia en la acción.
Que
Nuestra Señora de Coromoto, Reina, Madre y Patrona de Venezuela nos bendiga como
nación y proteja a nuestros líderes y caudillos.
Pensador
Político
Presidente
del Foro de Caracas ONG
Vicepresidente
del Partido NOS
Líder
del Movimiento Nacionalista
Premio
Sájarov 2017
Preso
y Perseguido Político