En los debates políticos y económicos sobre la historia de Venezuela se ha exaltado, en muchas ocasiones, la denominada Cuarta República como un período de estabilidad y prosperidad. Sin embargo, un análisis riguroso de los datos históricos y la evolución fiscal revela una realidad muy distinta. Este artículo, basado en cifras verificables y en una evaluación crítica de las políticas económicas adoptadas, pretende desmontar mitos y ofrecer una reflexión sobre cómo ciertos modelos de gestión fiscal han contribuido a los problemas estructurales del país.
Un contraste en el manejo fiscal
Antes de adentrarnos en el análisis, es importante aclarar que este estudio no busca adherirse a posturas ideológicas ni perpetuar rivalidades políticas. El objetivo es comprender los hechos y aprender de ellos, para evitar repetir errores del pasado. Dicho esto, pasemos a los datos que no mienten y tumban relatos:
Entre 1953 y 1957, Venezuela experimentó una notable acumulación de superávits fiscales. Durante ese período se registró un superávit de 5.740 millones de dólares, siendo el neto alcanzado bajo el régimen de Pérez Jiménez de 5.364 millones. Este resultado, obtenido a través de un control riguroso de las finanzas públicas, contrastaba marcadamente con lo que vendría en años posteriores.
Con la llegada de la socialdemocracia adcopeyana en 1958, se produjo un giro radical en la política fiscal. Lo que se había consolidado como un período de estabilidad se transformó en una serie de déficits sucesivos. Entre 1958 y 1961 se registraron cuatro años consecutivos de déficit, acumulando una pérdida de 10.565 millones de dólares. En tan solo cuatro años, todo el superávit logrado mediante frugalidad fue destruido, evidenciando un cambio abrupto en el manejo de las finanzas públicas.
La trampa del endeudamiento
Uno de los aspectos más reveladores de este cambio fue el aumento de la “brecha fiscal”. Durante los primeros años de estabilidad, esta brecha prometió el 22,55% de los ingresos del Estado; Sin embargo, al colapsar el sistema, los porcentajes se dispararon, alcanzando entre el 40% y el 55%. Este desequilibrio no solo fue alarmante por sí mismo, sino que desencadenó una espiral de endeudamiento que se volvió insostenible.
La dinámica fue sencilla, aunque devastadora:
- Más deuda implicaba mayores intereses,
- Lo que a su vez exigía un incremento en el gasto público destinado al servicio de esa deuda,
- Generando la necesidad de refinanciar la deuda en condiciones cada vez más onerosas,
- Y así sucesivamente.
Las cifras son contundentes:
- La deuda real se multiplicó 1.113 veces.
- El interés real de la deuda 4.228 veces.
- La relación deuda/PIB alcanzó 1.843 veces.
- El interés de la deuda/PIB se disparó hasta 485 veces.
Estos índices, expresados en términos multiplicativos, ilustran de manera dramática cómo la mala administración fiscal engendraba un círculo vicioso, en el que el endeudamiento se transformaba en una trampa mortal para las finanzas públicas.
Impacto en la productividad y el futuro económico
El deterioro de las finanzas públicas no se limitó a los números en las cuentas del Estado; tuvo consecuencias directas sobre la economía real y la competitividad del país. A finales de los años 70 se evidencia un desplome en la productividad laboral de los venezolanos. Para 1999, la productividad era aproximadamente un 20% menor que en 1957. Este descenso no solo representa una pérdida en términos económicos, sino también una disminución en la capacidad del país para competir en el ámbito internacional.
La consecuencia de esta política fiscal irresponsable fue, en definitiva, dejar a Venezuela en una situación económica mucho más precaria de la que se había encontrado. La debacle de las finanzas públicas y el deterioro de la productividad se convirtieron en factores determinantes que, en parte, explican el surgimiento de nuevos desafíos económicos y sociales. Es en este contexto que surge la pregunta: ¿de dónde salió el caldo de cultivo para la emergencia de nuevos modelos políticos, como el chavismo?
Reflexiones para el futuro
El análisis de estos períodos históricos nos invita a reflexionar sobre la importancia de una gestión fiscal responsable y sostenible. La exaltación de la Cuarta República como “la mejor época” de la historia republicana venezolana, como muchas de las viudas del puntofijismo que nos han querido vender, debe ser matizada con la comprensión de que, pese a algunos logros, el giro abrupto hacia políticas que generaron déficits masivos dejaron cicatrices profundas en la economía nacional.
La lección es clara: la austeridad y el control fiscal, incluso si se implementan de manera autoritaria, pueden generar resultados positivos en términos de estabilidad financiera. En contraste, el descubierto y la irresponsabilidad en la administración de las finanzas públicas no solo destruyen el legado acumulado, sino que además sitúan al país en una espiral de deuda y pérdida de competitividad.
Para construir un futuro próspero, es imprescindible que los venezolanos conozcan y analicen estos hechos históricos basados en datos verificables. Solo a través de una mirada crítica y honesta del pasado se podrán identificar las raíces de los problemas actuales y evitar repetir los mismos errores. El camino hacia la estabilidad y el desarrollo exige disciplina fiscal, políticas coherentes y, sobre todo, la voluntad de aprender de la historia.
En mi opinión, este análisis evidencia que el progreso económico no depende exclusivamente de ideologías, sino de la capacidad de implementar políticas que sean sostenibles y orientadas al bienestar de la población. La experiencia venezolana muestra que tanto la rigidez excesiva como la laxitud en la administración fiscal pueden tener consecuencias desastrosas. Por ello, es fundamental que los responsables de la política económica se comprometan a una gestión que combine responsabilidad fiscal con estrategias de crecimiento y desarrollo, evitando caer en trampas que, en última instancia, afectan a todos los ciudadanos.
Espero que este artículo contribuya a enriquecer el debate y fomentar una comprensión más profunda de la compleja historia económica de Venezuela, para que en el futuro se tomen decisiones que permitan construir un país más justo y próspero, sobre todo, alejado del populismo y de su inseparable amigo, el nefasto socialismo.
Ghittelman Gutiérrez