Nomenklatura, Chavismo y Oposición: Ecos de un Sistema de Poder. (extracto II)
Escrito por:
Pavel Quintero @PZakh
La nomenklatura soviética, como sistema político-administrativo, representaba una estructura jerárquica diseñada para consolidar el poder dentro de una élite estrechamente controlada. Este modelo buscaba garantizar la lealtad absoluta al régimen mediante la designación de personas confiables en posiciones estratégicas en los ámbitos político, económico y social. Aunque este sistema fue propio del contexto soviético, ciertos paralelismos pueden trazarse con dinámicas observadas en regímenes contemporáneos, incluidos algunos aspectos de la política venezolana actual.
En Venezuela, bajo el liderazgo del chamanismo y, posteriormente, del gobierno de Nicolás Maduro, se han consolidado estructuras que recuerdan algunos elementos de la nomenklatura . Estas incluyen la concentración del poder en manos de una élite político-militar y la dependencia de los altos cargos gubernamentales y económicos al proyecto político oficialista. Los nombramientos en ministerios, empresas estatales y otras instituciones clave parecen responder más a criterios de fidelidad ideológica que a méritos técnicos o profesionales, un rasgo característico de la nomenklatura .
Además, la creación de mecanismos de control político, como el establecimiento de estructuras paralelas de poder (por ejemplo, los Consejos Comunales y la Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela), refuerza un sistema donde las decisiones estratégicas permanecen bajo el control de un núcleo central. Esta centralización permite a la élite gobernante seleccionar a los funcionarios clave y monitorear su desempeño, de manera similar a lo que ocurriría en el sistema soviético.
Un elemento crítico para evaluar la existencia de una nomenklatura en Venezuela es la cooptación de la oposición. En ciertos casos, se han señalado prácticas que sugieren intentos de estructurar una “oposición controlada”. Estas incluyen divisiones internas fomentadas por el gobierno, persecuciones selectivas y la instrumentalización de figuras opositoras para proyectar una imagen de pluralismo político, mientras se mantiene el control sobre las dinámicas reales de poder.
Sin embargo, el modelo venezolano presenta diferencias importantes respecto a la nomenklatura soviética. Por un lado, la corrupción estructural, exacerbada por el manejo de los recursos del Estado, ha debilitado la cohesión interna de las élites y ha generado tensiones que no estaban presentes en la URSS. Por otro lado, la presión internacional y el aislamiento político de Venezuela han afectado significativamente la capacidad del gobierno para sostener un sistema de control tan cerrado y efectivo como el soviético.
Aunque Venezuela no se reproduce una nomenklatura en el sentido estricto del término, sus estrategias de control del poder evocan aspectos clave de este sistema. Esto refleja un patrón recurrente en los regímenes socialistas y comunistas a lo largo de la historia: el sacrificio de la pluralidad política y la meritocracia en favor de la centralización del poder en manos de una élite ideológica. Desde la Unión Soviética hasta los gobiernos que se inspiran hoy en su legado, estas dinámicas han sido parte de una cultura política que prioriza el control sobre la libertad individual y la eficiencia administrativa. Esta crítica no solo apunta a los fracasos estructurales del socialismo, sino también a su incapacidad para reconciliar sus ideales de igualdad con la realidad de sistemas autoritarios que perpetúan desigualdades bajo nuevas formas. La historia demuestra que, lejos de ser una solución a los problemas sociales, estas ideologías tienden a reproducir los mismos vicios que prometen erradicar.