Primero desalojen al “Cártel de La Habana”
Por David J. Guenni B.
Mucho se espera y se especula a raíz del despliegue militar de una Marine Air-Ground Task Force especializada en el Caribe, que es parte crucial del área de responsabilidad del Comando Sur de los Estados Unidos (USSOUTHCOM). La realidad estratégica simple es que no existen las condiciones objetivas para hacer lo que en el argot de política exterior estadounidense se conoce como cambio de régimen exitoso en Caracas. ¡Pero se puede mientras tanto ir a lo que iban!
A la serpiente se le mata por la cabeza, decían los abuelos
A mediados de los 1970s, Fidel y Raúl Castro tomaron la decisión, iniciada y aupada desde Moscú, de convertir a Cuba comunista en un narcoestado. El concepto cubano era sencillo y replicable operacionalmente. Cada operación consistía en permitir a los cárteles de la droga pasaje seguro por el espacio aéreo y marítimo cubanos, facilitando la logística del negocio “aguas abajo”: en cuanto a la distribución e inserción de los cargamentos rumbo a Estados Unidos y en cuanto al reabastecimiento de combustible, tanto de embarcaciones como de aeronaves de los narcos. A cambio de tales “servicios”, el Estado cubano recibía muy-bienvenidas cantidades de divisas, o “moneda cambiable/convertible”, que le permitía a los Castro y al Partido Comunista fortalecer su control sobre Cuba y, prioritariamente, exportar y expandir la Revolución.
El esquema castrista de narcotráfico patrocinado por el Estado fue realmente efectivo, yendo mucho más allá de lo que los soviéticos habían visualizado; al punto de causarle a los Castro encontronazos repetidos con los líderes de la URSS, quienes siempre quisieron mantener el control estratégico sobre las actividades de tal naturaleza. El concepto además se expandió y exportó, como la Revolución misma, llevando a fortalecer fenómenos como los grandes cárteles colombianos y luego provocando las mutaciones que dieron pie a las guerrillas narcoterroristas. Según Fuentes, el mismo Fidel llegaría a afirmar en privado que el narcotráfico “es además la única forma posible de hacer política en América Latina”.
La Cuba comunista no es el origen, históricamente hablando, de la penetración marxista en el subcontinente. Sin embargo, la Revolución Cubana, jerárquica y operativamente hablando, se convirtió en el epicentro infranqueable del asedio socialista en Latinoamérica y el Caribe, poniéndose a la cabeza de todo el movimiento. No hay derrota del marxismo en el Hemisferio Occidental, sin la derrota total del régimen comunista cubano.
Crimen organizado trasnacional como modalidad de guerra irregular
En los EE. UU., a nivel del Gobierno Federal, existe una endémica reticencia a abordar la dimensión ideológica de las rivalidades geopolíticas que Occidente arrastra desde el siglo XX. Derrotado Saddam Hussein y disuelta la URSS en 1992, el músculo institucional que permitió afrontar y lidiar con el nivel ideológico de esa contienda global que fue la Guerra Fría fue abruptamente “dado de baja” y retirado de los corredores del poder en Washington, D.C. El prurito burocrático instalado y el escozor que causa en el aparato de seguridad nacional estadounidense abordar la realidad ideológica de los odios y las enemistades geoestratégicas, ofuscan el entendimiento y ocultan el acceso a verdades indispensables para el correcto accionar de los tomadores de decisiones y los hacedores de políticas públicas. Al fin y al cabo, es el esquema ideológico compartido entre los enemigos comunes de Occidente lo que los lleva a justificar el uso extensivo de la geocriminalidad como forma, método, o modalidad de guerra bajo el umbral de la guerra convencional.
Basta con ver los ejemplos de: la China comunista con sus “Triadas”, la Rusia de Putin con sus matones y ciberdelincuentes, el Irán de los Ayatolas con su uso de Hezbolá, la Norcorea de los Kim con su directorio ministerial de crimen organizado(¡!), etc. En el caso de los Estados capturados por la Revolución en las Américas y el Caribe, ninguna conversación puede evadir al Foro de São Paulo. La palabra clave para entender a esta entidad es narcotráfico. Con esta red, Fidel y “Lula” consumaron el matrimonio entre la Izquierda radical latinoamericana y el crimen organizado. La relación simbiótica se institucionalizaría: la expansión del poder de los cárteles vendría siendo directamente proporcional a la expansión del poder de los izquierdistas, quienes irían a por la conquista del poder total, instalándose electoralmente, en todo cuanto país del subcontinente pudieran alcanzarlo. En otras palabras, el Foro de São Paulo se conjuró para ser el consorcio corporativo del “Cártel de la Habana”.
Y así llegamos a esta situación de hoy. Los temibles cárteles mejicanos, con su captura del Estado y con su poder de fuego que se equipara ya al de un movimiento insurgente serio, no provienen de la nada. Son los Castro, los Noriega, los Morales, los Ortega, los Chávez, los Maduro de la historia los que han sentado las bases para esta infraestructura criminal transregional: desestabilizadora ya no únicamente de naciones sino de regiones enteras. No en vano ni gratuitamente se llenaba la boca Chávez hablando de estrategias de “guerra asimétrica”. Quienes se reían del concepto lo hacían a expensas de nuestro futuro continental. Y es que a los países/Estados llamados “capitalistas” se les cataloga como basureros burgueses, lo cual amerita su categorización como enemigos irreconciliables e irremediables. Por ende, estos rivales son designados blancos de guerra cuya población ha de ser mentalmente destruida (ver: Psicopolítica) para que tales Estados puedan ser -en el mejor de los casos- subvertidos y tomados por la Revolución.
Lo que pasa si no se corta la cabeza del monstruo
Pasará lo mismo que ha pasado con el virus/parásito revolucionario desde que Lenin promulgó las directrices comunistas para la conquista del poder en el Tercer Mundo (década de los 1920s): el virus/parásito muta, se reconstituye y resurge con otra estrategia. La Cuba de los Castro fue el trasplante del experimento bolchevique hacia América Latina y el Caribe: el primer Estado comunista de la región. Desde ahí y desde 1959, casi inmediatamente, La Habana no ha cesado de ser cabeza de playa, base de planificación y patrocinador oficial de la exportación revolucionaria en el resto del Hemisferio Occidental (sus tentáculos llegaron a penetrar las profundidades sociopolíticas de los dos gigantes del Norte: Estados Unidos y Canadá). Siempre investida del aura de santidad y pureza guerrilleras, del pedigrí del “buen salvaje”, la curada imagen de la Cuba comunista ha venido a pretender justificar cuanta atrocidad, intervención, e injerencia les ha apetecido a los hermanos Castro y a su entorno. Era el disfraz perfecto para un imperialismo asimétrico – la victoria del perdedor, la fortaleza del débil. Todo esto, por supuesto, con el cerebro soviético directamente tomando decisiones de mando y comando dentro del aparato de inteligencia y contrainteligencia cubano durante tres décadas.
Aquí viene mi especulación.- Ante la orfandad experimentada tras la disolución de la URSS, ya incluso personalmente advertida a Fidel por Gorbachov a finales de los 1980s, se tomaron las previsiones político-estratégicas, regional y globalmente, para poder seguir sirviendo a la causa de la Revolución mundial bajo un nuevo hegemón. Esto se logró pasándose el bastón de mando de Moscú a Beijing; así subordinándose al Partido Comunista Chino la estructura revolucionaria comandada desde La Habana, quedando tal “capacidad instalada” inserta ahora bajo la gran estrategia de la República Popular China como herramienta de su doctrina de “guerra irrestricta”. De tal manera, pues, que quienes aseguran que nuestra región es uno de los frentes integrados de guerra irregular en la lucha por la pretensión hegemónica planetaria de Beijing, posiblemente siguen ignorando que es nada menos que la red cubana comunista la que constituye la principal fuerza combatiente en dicho frente. Nada cambia sustancialmente si no se destruye el centro de gravedad de dicha fuerza.
Si seguimos ignorando la cuestión cubana comunista, seguimos sin perturbar la fórmula de la estrategia de Beijing para esta parte del planeta. Con esta negligencia, se podrá seguir recomponiendo el crimen organizado a todo nivel y seguirá siendo utilizado para descomponer a la sociedad estadounidense. Cómo no: se lograrán avances tácticos saludables desmantelando a uno que otro cártel en México, Colombia, Venezuela, Nicaragua… quizá combinando esto con alguna extracción política como lo fue la de Manuel Noriega en Panamá (1989-1990) o forzando algún épico cambio de régimen como lo fue la caída de los Ceaușescu en Rumania (1989). Pero estas acciones no acabarán con la amenaza constante de la subversión, desestabilización y conquista políticas de los débiles Estados latinoamericanos y caribeños; no acabarán con el incesante asedio socialista que sufre la región desde los años 1960s; y no aplastarán al centro político-estratégico y mayor centro logístico y operacional del crimen organizado transnacional en el subcontinente.
Con derrotar y desbandar al régimen chavista de Caracas, quizá podrá comenzar la liberación de la colonia cubana comunista de Venezuela… con todo lo que implica para la región que una de las zonas vitales de la periferia revolucionaria sea desprendida de la metrópolis marxista. Pero con esto habrán conseguido otorgar la oportunidad de liberar a una sola colonia del imperio rojo. ¿Por qué no ir directo al corazón de la bestia?
¡¿Combatir al narcotráfico en Latinoamérica?! Desalojen al “Cártel de La Habana” y verán cómo se endereza el Hemisferio Occidental.
#LibertadOnada